María del Mar Souto Romero - Somos el Universo

A TODOS LOS QUE FORMÁIS PARTE DE MI VIDA Y AMO PROFUNDAMENTE.

Prólogo
de Ángel García, el padre Ángel

Partícipes de algo más grande que nosotros mismos, dice Mar Souto que «somos universo». Y a mí ese convencimiento —y la manera, dulce e inteligente, que tiene de manifestarlo— me recuerda al del papa Francisco en su encíclica Laudato Sì ( Alabado seas ). Francisco nos invita a cultivar una «apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano». Asimismo, nos anima a comprendernos no solo como un conjunto de átomos, sino a descubrirnos cósmicos, enormes, solo dentro de nosotros mismos y nuestros átomos, y a la vez pequeñas pero únicas piezas de ese todo al que pertenecemos como un átomo más y en el que queremos vivir.

Por supuesto que es difícil entender el universo y qué somos dentro de él. Por eso Mar Souto nos ayuda recurriendo a la filosofía: «Lo semejante conoce a lo semejante», dijo Empédocles. Porque somos humanos, podemos conocer lo que siente el humano de al lado. «¿Incluso lo que ama?», nos preguntamos. Y la autora contesta desde el rumor de la experiencia: «Comprendemos el amor por el amor».

Y entonces queda claro. No hace falta siquiera la filosofía. Se trata de amor. Disfrutamos de él. Lo protegemos poniéndole nombres. Lo convertimos en materia cuando formamos familias. Pero lo que no podemos hacer con el amor es transformarlo en una cifra o reducirlo a biología: el amor y la vida son algo más que un problema a resolver.

Donde la ciencia no llega, donde nuestros cálculos se confunden, nuestra búsqueda sigue a través del amor. Una palabra de compromiso. Una persona que da sentido a lo que hacemos. Detalles que arrancan sonrisas. Llamar a un anciano que está solo en casa, pegado a un teléfono que no ha sonado en toda la semana. Ayudar a los demás, aunque no los conozcamos, por pura coherencia con el amor que le tenemos al mundo, como explica la autora. Y que cada instante lo merezca todo.

Gracias, Mar, por tu talento y tu magia. Y por poner el corazón en las cosas que haces.

Padre Ángel
Fundador de Mensajeros de la Paz

Introducción

Desde que nací me he sentido partícipe de algo más grande que yo misma. Incluso algo más grande que el universo en el que vivo, una inteligencia superior que podemos llamar de muchas formas: Dios, energía, vida… Cuando coloquialmente hablamos del universo solemos asociarlo de forma limitada a lo que nos es conocido, olvidándonos, en ocasiones, de su grandeza. Nuestro planeta Tierra es apenas una parte del sistema solar, que se encuentra en una de los dos billones de galaxias que existen, con 200.000 millones de estrellas de las 10.000.000.000.000.000.000.000.000 que, probablemente, hay en total. Todo ello me parece fascinante. Por eso siempre me ha gustado leer a aquellos que sabían más que yo y que podían ayudarme a comprender y conceptualizar el lugar en el que vivo, para entenderme mejor a mí misma y a los que me rodean. Ya el presocrático Empédocles, en su poema filosófico «Acerca de la Naturaleza», consideraba al hombre un microcosmos, un reflejo completo del universo que le permitía formular una explicación de conocimiento por similitud: «Lo semejante conoce a lo semejante». Así, «vemos la tierra por la tierra, el agua por el agua, el aire divino por el aire y el fuego destructor por el fuego. Comprendemos el amor por el amor y el odio por el odio; es decir, un elemento lleva al otro y es necesaria la existencia de uno para la existencia del otro». En la época actual, el hecho más asombroso que comparte el astrofísico Neil deGrasse Tyson sobre el universo es que los átomos que lo componen son los mismos que forman parte de nosotros. Absolutamente todo lo que conocemos está compuesto de átomos. De este modo, cuando miramos el cielo en realidad estamos diciéndonos: «Yo, nosotros, venimos de las estrellas». Cuando sabes que tus átomos son los mismos que constituyen el universo de donde emana la vida y que estos átomos tienen solo de materia un 0,000001% y un 99,999999% de espacio vacío —energía invisible para nuestros ojos—, se manifiesta ante ti una premisa que te transforma y que en lo más profundo de tu ser ya sabías: «No somos solo nuestro cuerpo o patrones mentales, somos mucho más» . Por consiguiente, si dejamos de retroalimentarnos en el «yo mental» —fruto de los patrones adquiridos y formados a partir de nuestros sentidos limitantes— y nos proyectamos en la esencia de lo que realmente somos, dejamos atrás en ese preciso instante inhibiciones y sesgos aprendidos y podemos mirar de frente al miedo y decirnos en voz alta: «Puedo vivir mi vida con plenitud y en paz». Y este es el objetivo final de este libro que emerge y fluye de la necesidad de aunar, recoger y plasmar múltiples pensamientos que convergen en uno: « Somos el universo» . Mi único mérito a la hora de escribir este libro es recoger las expresiones y opiniones de otros para poder tener una visión más exacta de quiénes somos y dónde vivimos. A mí me ha servido y espero de corazón que también a ti te sea útil y disfrutes con él.

Una parte de los beneficios de los derechos de autor se ceden a la Fundación Mensajeros de la Paz: en la medida en que podamos ser partícipes de ayudar a otros, a quienes no conocemos pero que nos necesitan, estamos trascendiéndonos. Nos trascendemos, en efecto, en el acto de la coherencia de devolverle al universo y a su Creador, sea cual sea la palabra con que lo definamos, parte, aunque sea una parte ínfima, de lo que se nos ha regalado: LA VIDA.

Capítulo 1
Aún no lo sabes

«El hombre es un pedazo del universo hecho vida.»

Ralph Waldo Emerson

Fotografía: Mónica Nogueiras.

Eres mucho más que materia

«Los principios de todas las cosas son los átomos y su vacío; todo lo demás es dudoso y opinable», afirmaban Demócrito y su maestro Leucipo sobre la estructura de la materia hace ya unos dos mil quinientos años. «Si quieres entenderte en el universo, piensa en energía, frecuencia y vibración», decía Nikola Tesla en 1891. El físico Max Planck declaró en 1918 en su discurso de aceptación del Premio Nobel por su estudio sobre el átomo: «Como persona que ha dedicado toda su vida al estudio de la materia, todo lo que puedo decirles sobre el resultado de mis investigaciones sobre los átomos es lo siguiente: la materia no existe. Toda materia se origina y existe solo en virtud de una fuerza (energía) que hace vibrar las partículas de un átomo y las mantiene unidas».

En vista de esta pequeña muestra de afirmaciones, y en función de muchas otras de brillantes científicos, podemos atrevernos a asegurar que la materia, que nos parece continua, no lo es. Nuestro cuerpo está hecho de átomos. La mayor parte de la masa tangible (materia) del átomo está concentrada en el núcleo, con un «diámetro» infinitamente menor que el del total del átomo. Así, si calculamos el porcentaje del volumen que consideras «yo» nos daremos cuenta, te darás cuenta, de que es el vacío (fuerza, energía, vibración...). Somos una ilusión de solidez formada por partículas en movimiento y la percepción de tus sentidos, que no advierte un vacío omnipresente. Los átomos son esencialmente «vacío».