G. F.
Para toda la familia, sanguínea y no.
M. G.
Las bicicletas
Las bicicletas son maravillosas. Mucha gente estará de acuerdo con esta afirmación y pocos la pondrían en duda. Pero ¿por qué? Antes de nada, detengámonos un momento y observemos su diseño:
Parece muy cómodo, ¿no?
¿No es una idea fantástica? El manillar, el sillín, las cadenas y, por supuesto, ¡dos ruedas! Solo a un genio se le podría ocurrir algo así.
Aunque no siempre tuvieron esta forma tan práctica. La bicicleta fue el invento de un alemán del siglo XIX llamado Karl Friedrich Christian Ludwig Freiherr Drais von Sauerbronn . No se conocía como bicicleta, sino como velocípedo , y lo más curioso es que ni siquiera tenía pedales. La gente se propulsaba estirando las piernas y pateando contra el suelo. Eso sí, por lo menos tenía lo fundamental: dos ruedas.
Afortunadamente, con el paso del tiempo, el diseño fue cambiando y se añadió el sistema de correas y los pedales. Aunque no todo fue tan rápido ni sencillo: hubo quien le puso tres ruedas, quien lo dejó en dos, pero las puso a los lados, y durante un tiempo estuvo de moda un diseño con una rueda delantera tres veces más grande que la trasera. ¿En qué estarían pensando? Supongo que eran otros tiempos.
Otra característica que hace únicas a las bicicletas es la variedad de usos que les podemos dar. Vale. Sí. En principio son un medio de transporte, estamos de acuerdo. Pero el transporte puede responder a múltiples propósitos: podemos ir al trabajo o a la escuela, trabajar en un servicio de reparto, ir de excursión a la montaña o pasear por un parque, hacer ejercicio, dar la vuelta al mundo, romper un récord Guinness de descenso en Valparaíso, o ganar el Tour de Francia, el Giro de Italia o la Vuelta a España.
También puede servirnos para huir de una horda de nomuertos deseosos de hincarnos el diente o para esconder a un marciano majete en el cesto de la bici y salir volando. Aunque estos casos son más propios del cine, no dejan de ser ideas fabulosas sobre qué podemos hacer con este maravilloso invento.
Como podéis ver, las posibilidades que ofrece una bicicleta son infinitas. Pero a estas alturas te preguntarás: «¿de qué va este libro?». Que todo el mundo esté tranquilo. No vamos a dedicar las siguientes ciento y pico páginas a describir todas las virtudes de las bicicletas. Solo ha sido un breve repaso. E interesante, ¿o no?
Aunque, para poder continuar, vamos a realizar un ejercicio muy práctico. ¿Ves estas dos bicicletas? Míralas bien.
Muy bien, ahora dime:
• ¿Te gusta? ¿No te gusta?
• ¿Te la llevarías para viajar?
• ¿La comprarías?
• ¿Se la regalarías a un amigo?
Ha sido fácil, ¿verdad? Pues ahora vamos a cambiar las bicicletas por personas.
Obsérvalas bien:
• ¿Qué piensas de ellas?
• ¿Es una persona con éxito? ¿Crees que es feliz?
• ¿Podrías o te gustaría tener una amistad con esta persona?
• Si vas por la calle y esta persona te pide algo, ¿cuál sería tu reacción?
¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido? Nada del otro mundo, ¿verdad? Ahora, hagamos la pregunta importante para entender el sentido de este libro:
• ¿Cuál de las dos personas crees que es más vulnerable?
NOMBRE: Vulnerabilidad
PERFIL: Peligroso
RIESGO: Elevado
DESCRIPCIÓN: Muy común. Poco visible. Desprotege a las personas de su seguridad, porque las deja a merced de cualquier golpe de la vida, como perder un empleo o sufrir una enfermedad grave. Cuando no hay redes de seguridad, cualquier caída puede ser peligrosa.
Le gusta fastidiar a sus víctimas de diversas maneras:
-No les permite llegar a fin de mes.
-No les deja pagar la hipoteca.
-Se las ingenia para que no puedan pagar los tratamientos médicos en caso de enfermedad.
-Aunque no tengan coche, permite que la contaminación arruine su vida.
No es necesario que la respondas ahora. Quizá no sepas bien a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de VULNERABILIDAD, pero esta palabra nos servirá a lo largo de esta pequeña aventura para hablar de otra parte fundamental del libro: la desigualdad.
La desigualdad
¿Qué es la desigualdad? Esta palabra la habrás oído en múltiples ocasiones, para bien o para mal. Aunque te resulte difícil de creer, la desigualdad es algo así como las bicicletas: tiene muchas formas y la puedes encontrar por todas partes. Eso sí, no es tan llamativa ni fácil de ver.
Mires donde mires, siempre encontrarás situaciones en las que una persona estará más desfavorecida que otra a la hora de realizar o conseguir algo concreto.
La desigualdad, pensarás, no es el problema. Hay gente alta, baja, más flaca, más gruesa, con las piernas más cortas, más largas, etc. Sí, tienes razón. Ese no es el problema. De hecho, eso es lo natural.
Pero ¿qué me dirías si a cierto grupo de personas se las favoreciera, digamos, por ser más altas? ¿O por nacer en un determinado lugar? ¿O por el color de la piel? Entraríamos en el terreno de lo que se llama la inequidad.
NOMBRE: INEQUIDAD
PERFIL: Altamente inestable y tramposa
RIESGO: Total
DESCRIPCIÓN: La inequidad es la desigualdad que se puede y se debería evitar. Se encarga, principalmente, de desequilibrar la balanza de las oportunidades y favorecer a unos grupos sociales, perjudicando a otros. Y por eso es injusta. Tiene muchos aliados, entre los que se encuentra la Discriminación, que se encarga de distinguir a quién beneficiar y a quién no. Hay que andarse con mucho ojo con esta banda internacional.
Pensarás que generalmente esto no es así. Y, claro, no es así... de evidente. Pero la realidad es que, a causa de diversos procesos históricos, culturales y económicos (y, por qué no decirlo, de algunos caraduras oportunistas y aprovechados), existen diferencias entre unos grupos de humanos y otros. Ha habido muchos pensadores que se han planteado por qué esto es así, entre ellos John Rawls, y que nos pueden servir de ayuda.
John Rawls fue un filósofo y profesor de universidad estadounidense. Es el autor de un libro muy importante para tratar los principios de igualdad: La teoría de la justicia . En el libro, Rawls propuso lo que se conoce como « el velo de la ignorancia ». Imagina que al nacer te cubren a ti y a todo el mundo con un velo que te impide conocer dónde has nacido, de qué sexo eres o cuánto dinero tienes. «¿Y cuál sería el problema si así fuera?», pensarás. Bueno, pues que no podrías saber si estás siendo víctima de la desigualdad, o, al contrario, si la desigualdad te beneficia a ti sobre otros grupos. Entonces, ¿qué opinión crees que tendríamos sobre la riqueza y la pobreza, el racismo o las diferencias entre hombres y mujeres? Está claro que el machismo o el racismo se ven de forma diferente si eres una mujer o si no eres blanco, de modo que, «cegados» de antemano por el «velo de la ignorancia», siempre preferiríamos antes una sociedad que nos trate igual a todos. Según Rawls, seríamos capaces de desarrollar un esquema social que tratara a todos de manera equitativa y justa. En resumen, esta teoría filosófica nos ayuda a ponernos en la situación de los demás.