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Pedro Juan Gutiérrez - Nuestro GG en La Habana

Aquí puedes leer online Pedro Juan Gutiérrez - Nuestro GG en La Habana texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2004, Editor: Editorial Anagrama, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Pedro Juan Gutiérrez Nuestro GG en La Habana
  • Libro:
    Nuestro GG en La Habana
  • Autor:
  • Editor:
    Editorial Anagrama
  • Genre:
  • Año:
    2004
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Nuestro GG en La Habana: resumen, descripción y anotación

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El escritor británico Graham Greene llega a La Habana en 1955 y se sumerge en un mundo donde confluyen artistas porno, travestis, agentes del FBI y de la KGB, cazadores de nazis y la mafia italiana de Nueva York. Basada en hechos reales, esta novela recrea un momento apasionante y hasta ahora desconocido de la historia cubana más reciente. Y es también un divertimento y una reflexión sobre el arte de la escritura y los avatares del oficio de escritor. La fuerza de la palabra escrita es el asunto central del libro: en cada país y en cada momento surge un abismo entre inquisidores y herejes, ese dilema apasionante y eterno es desarrollado aquí, en un libro inusual que preconiza un modo de hacer muy original en la literatura policíaca.

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El escritor británico Graham Greene llega a La Habana en 1955 y se sumerge en un mundo donde confluyen artistas porno, travestis, agentes del FBI y de la KGB, cazadores de nazis y la mafia italiana de Nueva York. Basada en hechos reales, esta novela recrea un momento apasionante y hasta ahora desconocido de la historia cubana más reciente. Y es también un divertimento y una reflexión sobre el arte de la escritura y los avatares del oficio de escritor. La fuerza de la palabra escrita es el asunto central del libro: en cada país y en cada momento surge un abismo entre inquisidores y herejes, ese dilema apasionante y eterno es desarrollado aquí, en un libro inusual que preconiza un modo de hacer muy original en la literatura policíaca.

Pedro Juan Gutiérrez Nuestro GG en La Habana ePub r11 gertdelpozo 08082019 - photo 1

Pedro Juan Gutiérrez

Nuestro GG en La Habana

ePub r1.1

gertdelpozo 08.08.2019

Título original: Nuestro GG en La Habana

Pedro Juan Gutiérrez, 2004

Editor digital: gertdelpozo

ePub base r2.1

Creo que empeñarse en ser un escritor serio es un oficio muy peligroso - photo 2

Creo que empeñarse en ser un escritor serio es un oficio muy peligroso.

Diarios, 1979,

JOHN CHEEVER

Pensar es un lujo. ¿Crees que el campesino se sienta a pensar en Dios y en la Democracia cuando regresa a su choza de barro por la noche?

Fowler, en The Quiet American,

GRAHAM GREENE

1

Un Clipper cuatrimotor de Pan American, procedente de Chicago, entró al corredor aéreo que rodea a La Habana por el este y el sur. Descendió suavemente, centró el eje de la pista principal, y a la una y diez minutos tocó tierra en el pequeño aeropuerto de Rancho Boyeros. Era un día de verano, nublado, húmedo y caluroso en exceso.

Un grupo de unos cuarenta turistas norteamericanos, alegres y despreocupados, algunos vestidos con camisas floreadas y pantalones blancos, pasaron velozmente por el trámite de emigración. El oficial se detuvo unos segundos más con un hombre delgado y de baja estatura que portaba un pasaporte británico. Chequeó su foto, miró el rostro del viajero, comprobó que eran idénticos, estampó el cuño de entrada, y le dijo amablemente: «Welcome, míster».

El hombrecito salió del edificio del aeropuerto y varios taxistas le ofrecieron su servicio. No los miró. Subió al auto más cercano. En un español rudimentario le dijo al chofer:

—¿Me puede llevar a un hotel en la ciudad?

—¿Prefiere uno de lujo?

—No.

—Alrededor del Parque Central hay hoteles cómodos y muy bien ubicados.

—No conozco la ciudad.

—¿Usted es norteamericano? Quizás le gustaría…

—No soy norteamericano. Soy británico.

—Ah, lo ideal para usted es el Hotel Inglaterra. Tiene buenos precios y es muy cómodo.

—Bien.

El taxista siguió parloteando: el calor, la zona del Parque Central, el baseball de las Grandes Ligas, las comidas típicas que podría probar en los restaurantes. Saltaba de un tema a otro, sin detenerse un momento. El visitante no le respondió jamás. El chofer, de todos modos, siguió hablando muy alto, casi a gritos, para que lo escucharan por encima de la radio del auto, sintonizada en una estación que mezclaba anuncios comerciales estridentes con guarachas, chachachás, rumbas, mambo, rancheras. De todo un poco.

Aquel ruido incesante, el calor y la humedad pegajosa, la luz tropical excesiva, el tráfico vertiginoso por la Avenida de Boyeros, y la falta de sueño tras un largo viaje desde Liverpool, hicieron que el visitante se sintiera mal. Tuvo náuseas. Reaccionó de un modo brusco:

—Por favor, haga silencio.

—¿Apago el radio?

—Sí. Y silencio total. Me siento mal.

—Oh, disculpe.

El hombre se encogió en el asiento trasero y cerró los ojos. Venía en busca de diversión y cambio radical de ambiente. Quizás, ¿por qué no?, cambio radical de vida. En Liverpool no lo haría jamás. En otro sitio sí podría dar un viraje y tomar un nuevo rumbo.

Unos minutos después el taxi se detuvo frente al Hotel Inglaterra. Un portero con librea le abrió la puerta y lo condujo hasta la recepción. El empleado le saludó cortésmente en inglés y le ofreció una de las suites de lujo. El hombre lo miró a los ojos con frialdad y le dijo escuetamente:

—Una habitación simple y económica.

—Muy bien, señor.

El recepcionista abrió el libro de registro y preguntó:

—Su nombre y procedencia, por favor.

—Míster Greene, británico.

Al mismo tiempo le dio el pasaporte. Al empleado se le iluminó el rostro. Con una sonrisa de oreja a oreja, sacó un libro que tenía bajo el mostrador. Se lo mostró: The Shipwrecked. Y le dijo:

—Lo estoy leyendo. Me encanta. He leído casi todos sus libros. Su inglés es delicioso. Aprendo muchísimo.

GG lo miró con una sonrisa sardónica.

—Para la casa es un honor, míster Greene. Le daré la habitación 305, con un balcón amplio y una vista excelente al Parque Central.

—Muchas gracias.

—Y si lo permite, a modo de bienvenida, le enviaré una botella de… ¿Qué prefiere, gin o scotch?

—Scotch.

—Es un brindis excepcional, señor. Sólo con huéspedes distinguidos. Es todo un honor tenerlo aquí…, ehh…, no quiero molestarlo, pero ¿me podría firmar el libro?

En la primera página escribió: «Para un amigo, GG. 15 de julio, 1955. La Habana».

El bellboy lo condujo a su habitación en el tercer piso. Era un hotel lujoso, con losas esmaltadas en las paredes, techos decorados en relieve, bellos muebles de mimbre, una iluminación suave y agradable y plantas muy verdes en todos los rincones. Había silencio, tranquilidad y olor a lavanda. GG se sintió muy bien. Un lugar con clase. El bellboy, un negro flaco y no muy joven, se movía con lentitud. No había prisa. Le abrió la puerta de la habitación, colocó su bolsa en el armario. Corrió las cortinas, abrió las puertas del balcón, y en ese momento comenzó un aguacero torrencial. El negro se sonrió y le dijo:

—Eso es bueno, pa’ que refresque.

GG metió la mano en el bolsillo y le dio unas monedas. El hombre se fue inmediatamente. La ciudad bajo la lluvia era más hermosa aún. Miró unos minutos el panorama. Sintió que la atmósfera refrescaba y se limpiaba. Tocaron a la puerta. Le traían una bandeja de plata con una botella de scotch, hielo, soda y vasos. Se sirvió una dosis generosa, con poca soda y dos cubos de hielo, y sonriendo, parsimoniosamente, brindó por él mismo frente a la ciudad empapada:

—Bienvenido a La Habana, míster Greene. Es usted nuestro huésped de honor.

2

GG dormita en el asiento del avión, y de pronto siente unas sacudidas violentas. Mira por la ventanilla a su derecha y ve con horror cómo el ala se destroza, en medio de una tormenta, con rayos y nubes gruesas y negras. En un segundo apenas queda la armazón de varillas metálicas retorcidas. El Clipper se precipita. Todos chillan, aterrados, pero no hay tiempo para nada. El avión se hunde en el océano. Desciende al infierno en medio de la oscuridad y el frío. GG es un niño pequeño y el agua le entra por la boca y la nariz y lo ahoga. Es un niño sin fuerza. Nada puede hacer. Hay una oscuridad terrible y sabe que se está ahogando. Ya no puede respirar. Se ahoga.

Despertó dando manotazos. No podía respirar. Al fin abrió los ojos y respiró. Llenó los pulmones. Lloraba. Era el niño. No. Ya no. Se sentó en la cama. Cerró los ojos y delante de él apareció el avión envuelto en llamas. Abrió los ojos, aterrado, y fue hasta el balcón a tomar aire. Era de noche. Y corría un poco de brisa.

Al fin regresó a la realidad. Se sirvió scotch con hielo y soda. Bebió rápido y sintió hambre. Nueve de la noche. Había dormido lo suficiente. Fue al baño. Se lavó las manos y la cara y bajó al restaurante del hotel. Era hermoso, pero demasiado elegante, y caro, seguramente. Debía ser cuidadoso con sus gastos. Salió a la calle. Había una humedad terrible y se sintió sucio y pegajoso. Caminó sin rumbo hasta Neptuno. Entró por San Miguel y vio un anuncio luminoso, demasiado grande para un negocio pequeño: «Bar Okinawa». Tenía aire acondicionado. Menos mal. Se sentó en la barra y se tragó dos sandwiches de jamón y queso con una cerveza cubana. Hatuey. Más suave que la inglesa, pero muy buena.

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