Zoe Pérez - Se transformó en arte recordar
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Se transformó en arte
recordar… para olvidarte
Zoe Pérez de Félix
Editor
Rubén Pérez Silió
©2010 Arriba y Abajo Producciones
http://arribayabajoproducciones.wordpress.com
1ª edición
ISBN versión digital: 978-84-616-2961-9
Registro Propiedad Intelectual
http://www.safecreative.org/work/1302134590501
Nº 1302134590501
A mi mejor amiga por su amor incondicional
A mi familia por darme alas para soñar.
Capítulo 1
Ya está amaneciendo en la ciudad de Manhattan, los coches circulan por las carreteras, los comercios comienzan a abrir sus puertas, los niños acuden con sus enormes mochilas a clase y el sol se introduce por las ventanas de los edificios más altos. Un pequeño rayo de luz se cuela por unas cortinas azul cielo de un gran ventanal situado en lo más alto de un rascacielos en Midtown.
La oscuridad es total, excepto por ese rayo caprichoso que va directo a Lucía. Rubia de pelo liso, piel bronceada, sonrisa agradable y unos ojos color avellana muy dulces. Se despierta bruscamente debido al pitido de su molesto despertador el cual, siempre acaba en el suelo. Se sienta en la cama frotándose los ojos, tiene el maquillaje corrido del día anterior, bosteza y se estira. Enciende su reproductor de música y sube el volumen, y el ritmo de ‘Quítate el top’ de Kiko Rivera inunda la inmensa habitación. Decide levantarse, corre las cortinas de ese inmenso ventanal. Cierra los ojos. El cambio de luz ha sido demasiado brusco, va hacia su vestidor. Le encanta, siempre había soñado con tenerle y ahora con 16 años por fin le tiene. ¿Qué se pone hoy? Unas vans verdes, un niki blanco con un beso bien grande, se hace un nudo a la cintura. Este verano comenzó a adelgazar, ha perdido 10 kilos y la ropa le queda demasiado grande. Se echa un poco de rímel. Baja las escaleras de su enorme ático. Llega a la cocina rosa, con cuadros hechos por su madre colgados en las paredes y manualidades de cuando ella era pequeña, la radio encendida en el canal de noticias, la tortuga petunia en su pecera a la luz de un pequeño flexo, el olor que produce la sartén al freír la tortilla francesa que se está haciendo su madre Elena para desayunar. Fue madre adolescente y ahora con treinta y seis años, el cabello castaño oscuro con un flequillo por encima de las cejas, y siempre con una sonrisa de oreja a oreja, prepara el desayuno a su hija Lucía con la que tiene muy buena relación. Lucía coge una tostada recién echa. Quema. Antes de llevársela a la boca le da un beso a su madre y sale con prisa de casa con la mochila en el hombro. Llama al ascensor con prisa para que no baje nadie con ella y mientras baja las 83 plantas se termina de maquillar. Cuando sale saluda a sus vecinos del 35, están yendo al colegio con sus dos gemelas rubias de 12 años. Sale escuchando el ruido de los coches, los vecinos hablando, la gente yendo al trabajo, mujeres que se van a dormir cuando la ciudad ya ha despertado. El cielo está de un tono rosa y anaranjado mezclado con las nubes teñidas del rastro que ha dejado el amanecer. Lucía se dirige hacia Hell’s Kitchen una urbanización al oeste de la ciudad donde vive su mejor amiga Leire Ballesteros, morena de ojos castaños, una sonrisa muy bonita y un corazón de oro. Se conocían desde prescolar pero nunca se llevaron bien, de hecho se llevaban a matar hasta que se juntaron en un cumpleaños de una amiga que tenían en común y se hicieron amigas, hasta ahora que son intimas, de eso hace ya unos seis años. Leire para Lucía es como la hermana que nunca tuvo, es una de las personas más importantes de su vida y siempre ha estado ahí en cada momento que la ha necesitado.
Entra por unos lujosos jardines con tres piscinas de diferentes tamaños, va al último bloque de edificios y Llama al piso 9.
-¿Hola? -Se oye la aguda voz de Valeria, la hermana pequeña de Leire a través del telefonillo
-Hola pequeñaja, dile a la dormilona de tu hermana que baje, que ya estoy aquí.
La niña cuelga el telefonillo y va corriendo a despertar a su hermana Leire, una niña de papá que todavía no se ha despertado y ya llega tarde, como siempre.
Leire duerme plácidamente en su cama hecha a medida, está escuchando su lista de canciones preferida, todo está tranquilo hasta que un terremoto de cuatro años aparece dando gritos y saltando encima de ella para despertarla.
-¡LEIRE DESPIERTA! Que ‘ezta’ abajo Lucía esperándote.
Leire se despierta de golpe, coge a su hermana pequeña y la inunda a cosquillas y besos. Sus ojos castaños todavía están hinchados debido a la noche anterior que pasó llorando, no ha superado la ruptura con su novio y de eso hace ya casi un mes.
-¡Joder! No ha sonado el despertador…
-¡Oyes! No se dicen ‘tacoz’. -La niña se cruza de brazos con gesto de “yo no les puedo decir, tú tampoco”
-Uis, lo siento princesa.
Le da un beso en la frente y va a su armario. Coge unos vaqueros claros, un niki rosa de rayas blancas y unas converse del mismo tono. Corre hasta la cocina formada con colores mediterráneos. Coge un croissant del plato de su padre, el cual está leyendo el periódico y no se entera de que su hija mayor le ha robado el desayuno. Y con una sonrisa y un beso a su hermana pequeña, sale corriendo de casa.
Lucía está apoyada en la pared escuchando música con su iPhone, se ha evadido del mundo nada más darle al “Play”. Canta en voz bajita una de sus canciones favoritas “Corre”. Leire aparece con el pelo negro azabache recogido en una trenza echa deprisa. Se dan un abrazo tan grande que da la impresión que no se han visto en semanas.
-¿Estas mejor?
Se miran y Lucía sabe que no.
-Venga ¡ARRIBA LA VIDA! Que yo también lo he dejado mi novio y aquí estoy. –Intenta sacarla una sonrisa, es inútil
Lucía y Leire habían terminado la relación con sus parejas a la vez. Lucía y Ulises lo dejaron los dos, la relación no daba más de sí y cada uno ya se había fijado en otras personas y Bruno había pedido un tiempo a Leire, él no es de relaciones serias. Las dos chicas compartían la misma fecha solo que Lucía llevaba cuatro meses con Ulises, desde el 23 de julio y Leire dos, desde el 23 de septiembre, pero ambas están rotas de dolor aunque Lucía lo ha superado antes, en ese sentido es la más fuerte de las dos.
Y así, intentando sacarla una sonrisa con alguna tontería que otra van a coger el metro para ir al instituto. Sentadas y con un trayecto de diez minutos se relajan con el movimiento de ese gusano que viaja bajo tierra. Personas de traje que van a trabajar, mujeres con niños pequeños, monjas conversando entre ellas. Un codazo. Eso es una sorpresa ¿No? y algún hombre mayor apoyado en la ventana con los brazos cruzados durmiendo con el tiempo justo para despertarse en su parada. Un chico de ojos claros y sonrisa divertida rapea intentando llamar la atención de cada pasajero.
-‘ Es mi caso la historia de un triunfo y un fracaso, en las calles donde el amor se convierte en un bien escaso. Nadie mira a nadie, nadie dice ni pio en pleno mes de agosto yo siento tanto frio, vacío tío, porque la gente desconfía, porque si eres legal te patean día a día, porque siempre tienen más los que menos lo merecen, porque los cabrones ríen y los honrados padecen, porque no puedo ser libre si no hago daño a nadie porque los que lo hacen siguen estando en la calle y allí es donde estoy yo protegido por los míos, paz a mi colega Fran que me sacó de más de un lio y ahora sonrío cuando busco en mi memoria, recuerdos de miseria, recuerdos de victoria, recuerdos de esa gente que por mí no dio ni un duro, siempre le plante cara a aquel que quiso patearme el culo. Escuchad esta historia es la historia de mis males basada en hechos reales.’
Ya en la entrada del instituto las jóvenes saludan a las conserjes que están, como siempre , tomando su café mañanero. V an hacia su clase pasando por los estrechos pasillos amarillos de primero de la eso, niños de once años corriendo, empujándose, cargando con mochilas casi más grandes que ellos, armando bullicio en la entrada de los baños. L as chicas pasan con tranquilidad ya saben cómo está siempre esa zona del instituto, ya llevan mucho tiempo allí y saben lo revolucionados que están los alumnos de primero. U nas niñas las saludan con una sonrisa deseando tener su edad para vestir y maquillarse como ellas. Ya en su clase de 4ºA , ven a sus amigas y compañeras de clase: Evelin morena de pelo laceo, muy simpática y cariñosa. Yanira alta, morena con un percing en el labio inferior y Adriana, alta, muy delgada. Son compañeras de clase pero se apoyan mucho entre ellas, son una piña, se hacen llamar el equipo albóndiga. Las “hermanas” van al fondo de la clase, se sientan en las mesas que están frente a los ventanales. Miran hacia el exterior, ven a todos sus compañeros entrando al instituto , algunos haciendo los deberes que no hicieron ayer, otros liándose un porro en la parada del autobús, amigas que se reciben con abrazos, parejas que se dan el último beso antes de ignorarse en clase, grupos de chicos metiéndose con el pardillo de su curso , pero no aparecen los dos chicos que ellas ansían ver.
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