Ruy Pérez Tamayo hizo sus estudios de médico cirujano en la UNAM —de donde es profesor emérito— y sus cursos de posgrado en los Estados Unidos. Es miembro de El Colegio Nacional y autor de numerosos libros, varios de ellos publicados por el Fondo de Cultura Económica. Su currículum académico, que inicia con la fundación de la Unidad de Patología de la Facultad de Medicina de la UNAM, que dirigió por 15 años, es extenso y ha sido muy fructífero.
La Ciencia para Todos
Desde el nacimiento de la colección de divulgación científica del Fondo de Cultura Económica en 1986, ésta ha mantenido un ritmo siempre ascendente que ha superado las aspiraciones de las personas e instituciones que la hicieron posible. Los científicos siempre han aportado material, con lo que han sumado a su trabajo la incursión en un campo nuevo: escribir de modo que los temas más complejos y casi inaccesibles puedan ser entendidos por los estudiantes y los lectores sin formación científica.
A los diez años de este fructífero trabajo se dio un paso adelante, que consistió en abrir la colección a los creadores de la ciencia que se piensa y crea en todos los ámbitos de la lengua española —y ahora también del portugués—, razón por la cual tomó el nombre de La Ciencia para Todos.
Del Río Bravo al Cabo de Hornos y, a través de la mar Océano, a la Península Ibérica, está en marcha un ejército integrado por un vasto número de investigadores, científicos y técnicos, que extienden sus actividades por todos los campos de la ciencia moderna, la cual se encuentra en plena revolución y continuamente va cambiando nuestra forma de pensar y observar cuanto nos rodea.
La internacionalización de La Ciencia para Todos no es sólo en extensión sino en profundidad. Es necesario pensar una ciencia en nuestros idiomas que, de acuerdo con nuestra tradición humanista, crezca sin olvidar al hombre, que es, en última instancia, su fin. Y, en consecuencia, su propósito principal es poner el pensamiento científico en manos de nuestros jóvenes, quienes, al llegar su turno, crearán una ciencia que, sin desdeñar a ninguna otra, lleve la impronta de nuestros pueblos.
Comité de Selección
Dr. Antonio Alonso
Dr. Francisco Bolívar Zapata
Dr. Javier Bracho
Dr. Juan Luis Cifuentes
Dra. Rosalinda Contreras
Dr. Jorge Flores Valdés
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Dr. Leopoldo García-Colín Scherer
Dr. Adolfo Guzmán Arenas
Dr. Gonzalo Halffter
Dr. Jaime Martuscelli
Dra. Isaura Meza
Dr. José Luis Morán López
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. Manuel Peimbert
Dr. José Antonio de la Peña
Dr. Ruy Pérez Tamayo
Dr. Julio Rubio Oca
Dr. José Sarukhán
Dr. Guillermo Soberón
Dr. Elías Trabulse
Coordinadora
María del Carmen Farías R.
A:
Nora Barquín
Inge Becker
Patricia del Arenal
Roberto Kretschmer
Carlos Larralde
Santiago March
Rubén Darío Martínez
Irmgard Montfort
Jaime Mora
Annie Pardo
Marcos Rojkind
Ivonne Rosenstein
Moisés Selman
Luis Terán
Alfonso Torreblanco
Felipe y Georgina Vadillo
y
Kaethe Willms
con quienes aprendí y sigo aprendiendo a amar y a entender a las ciencias experimentales.
Introducción
Hace aproximadamente dos años la agencia Notimex tuvo la gentileza de invitarme a colaborar con ella escribiendo notas y ensayos ocasionales de divulgación sobre temas científicos. Tales escritos serían publicados en algunos diarios de la capital y de la provincia de nuestro México, así como de varios otros países latinoamericanos. Conociendo la necesidad urgente de interesar e informar al público mexicano y de toda nuestra América Latina sobre la naturaleza, los alcances y los límites de la ciencia, así como sobre otros muchos aspectos del trabajo científico en general, e interesado y comprometido desde hace tiempo con la divulgación científica, acepté de inmediato. Bajo la guía respetuosa y lejana, pero no por ello menos firme, primero de Jorge Villoro y de Alejandro Rossi, y después de este último, aprendí algunos de los secretos de la escritura periodística, especialmente el más difícil de todos: la brevedad. Que no aproveché todas sus valiosas lecciones es algo que el amable lector y yo lamentamos pero que exime a mis generosos tutores de todas las torpezas gramaticales y de estilo de estas páginas, que junto con su contenido conceptual, son de mi única responsabilidad.
Aunque escritos para publicaciones de relevancia efímera (no mayor de 24 horas) los artículos reunidos en este volumen poseen mayor vigencia temporal, no por su forma sino por el tema al que se refieren y por el público a quien están dirigidos. En efecto, una de las máximas prioridades de los países del Tercer Mundo, transformada en urgente por la profunda crisis económica que nos afecta hoy a todos, es la incorporación de la ciencia no sólo a nuestros elementos productivos y a nuestra manera de pensar, sino a nuestra conciencia y a nuestra cultura. No es que sin ciencia el futuro de los países del Tercer Mundo sea incierto: es que sin ciencia no tenemos futuro . Tal es la razón por la que he decidido volver a publicar mis notas periodísticas sobre el tema, esta vez en forma de libro. Si de alguna manera estas breves páginas, unas sobre temas actuales, otras menos sujetas a nuestro tiempo, pero todas relevantes a los problemas de hoy y de mañana, de México y de América Latina, contribuyen a disminuir la distancia entre la ciencia y el hombre latinoamericano contemporáneo, habrán cumplido con su objetivo.
Primera Parte
La estructura de la ciencia
I. La estructura de la ciencia
Vista de manera muy general, la ciencia moderna está basada en tres elementos distintos, que aparecieron en tiempos muy diferentes durante la evolución de nuestra sociedad. Estos tres elementos pueden identificarse de varias maneras, pero una de las más claras es presentándolos como tres renuncias sucesivas a sendas posturas filosóficas que en sus épocas se juzgaron inexpugnables. Tales renuncias pueden caracterizarse de la manera siguiente: 1) renuncia a las explicaciones sobrenaturales de los fenómenos propios de la naturaleza; 2) renuncia a la búsqueda de respuesta a las grandes preguntas, como por ejemplo, ¿de qué está formado el Universo?, o ¿cuál es el destino del hombre?; 3) renuncia al intento de contestar cualquier pregunta (grande o pequeña) sobre la naturaleza por medio del uso exclusivo de la razón.