Claudia Velasco - Las dos historias de Eloisse
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- Libro:Las dos historias de Eloisse
- Autor:
- Genre:
- Año:2015
- Índice:4 / 5
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Las dos historias de Eloisse: resumen, descripción y anotación
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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2015 Harlequin Ibérica, S.A.
N.º 186 - febrero 2015
© 2014 Claudia Velasco
Alrededor de tu piel
© 2013 Claudia Velasco
Me miraré siempre en tus ojos
Editor responsable: Luis Pugni
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, TOP NOVEL y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-687-6169-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Claudia Velasco
Alrededor de tu piel
ato y desato la mía.
Un mediodía de miel
rezumas: un mediodía.
MIGUEL HERNÁNDEZ
Bailar no era solo un trabajo, era una forma de vida. Ella lo sabía, siempre lo supo. Desde los cuatro años cuando le pusieron el primer tutú rosa en aquella gala de fin de curso, supo que jamás sería como las demás niñas, porque sus prioridades serían otras, porque su vida sería la danza y porque nadie, en ningún lugar, jamás, podría hacerla cambiar de opinión. Eso decidió con cuatro años y casi veinte años después, seguía pensando exactamente lo mismo.
Levantó los ojos hacia la entrada del Lincoln Center en Nueva York y suspiró. Era martes, su primer día como primera bailarina de una de las compañías de danza más importantes del mundo y ahí estaba, enfrentándose sin muchos apoyos al día más trascendental de su vida.
No conocía a sus compañeros, salvo a su partenaire, Michael Fisher, con el que había estudiado en la academia del Royal Ballet en Richmond, Inglaterra, durante diez años. De los demás apenas conocía referencias, chismes e historias que el propio Michael le había contado en sus interminables charlas telefónicas, pero nada en concreto. De hecho, las pruebas para hacerse con el puesto las había pasado a solas, primero en Londres y luego en Nueva York, siempre privadas, con un productor y el coreógrafo como únicos examinadores. Ellos la habían llamado para ofrecerle la gran oportunidad y al final había decidido dejar Londres y apostar por el New York City Ballet.
Llevaba meses recibiendo ofertas y, aunque a su edad podía haber seguido unos años más en Covent Garden, lo cierto es que estaba necesitando cambiar de aires y cómo no, volver a bailar con su adorado Michael, su mejor pareja, su alma gemela, su otra mitad, su verdadero compañero dentro y fuera de los escenarios.
—Buenos días, soy Eloisse Cavendish, me están esperando.
—Claro. Buenos días, señorita Cavendish. Sígame por favor. —La recepcionista, una altísima mujer afroamericana vestida de uniforme, se puso de pie y le indicó que la siguiera. Eloisse se ajustó la bandolera y la siguió, obediente—. Luego debe subir al departamento de recursos humanos para que le den su identificación, ahora la acompañaré yo, pero mañana debería tener su pase.
—Bien, gracias.
—Tercera planta, salas de ensayo y vestuarios —indicó la mujer sin mover un solo músculo de la cara, abrió la puerta y esperó a que saliera—. Buenos días.
—Adiós y gracias.
Ella se giró para sonreírle, pero la puerta de metal se cerró de inmediato dejándola con la palabra en la boca. En el Royal Opera House todos la conocían y estaba acostumbrada a saludar al personal por su nombre, pero ya no estaba en casa y las cosas serían diferentes. Miró el enorme recibidor inmaculado, completamente blanco, y se preguntó hacia dónde debería ir, dejó su gran bolso en el suelo y entonces una voz amiga sonó a su derecha.
—¡Issi Cavendish en persona!
—Michael, gracias a Dios, estaba empezando a tener un ataque de pánico. —Corrió a los brazos de su amigo y este la levantó del suelo con facilidad—. ¿Dónde te metes? Llevo dos días esperándote.
—Lo siento, ya te contaré. Déjame verte. —La posó en el suelo y la admiró de arriba abajo. Su amiga era menuda y frágil, preciosa como una muñequita de porcelana, de hecho, su mentor en la academia del Royal Ballet la llamaba ma petite , un apodo que ella odiaba con toda su alma—. Estás guapísima. ¿Ya te has instalado?
—Sí, gracias, me encanta el piso, ¿dónde estabas?
—Con Ralph, ya te contaré detalles, ahora acompáñame.
—¿Ralph? ¿Ese Ralph Smithson al que jamás volverías a coger el teléfono?
—Issi, Issi, tienes mucho que aprender —bromeó arrastrándola hacia un pasillo.
—¿Yo? —protestó ella, siguiéndolo bien cogida a su mano.
—Ralph es arrebatador —la interrumpió poniéndola delante de una gran puerta de cristal ahumado—. Cuando lo conozcas me entenderás, querida, y ahora pasa, te están esperando.
Michael extendió el brazo por encima de su cabeza y empujó la puerta con energía dando paso a una sala de baile impresionante, completamente acristalada con unas vistas espectaculares hacia los edificios de Manhattan. Llena de luz, y con el suelo y las paredes blancas, daba la impresión de estar en el cielo. Issi se quedó un segundo admirándola, con la boca abierta y sin poder moverse.
—Señorita Cavendish, bienvenida.
Monsieur Abbadie, el maestro que la había entrevistado en Londres, caminó hacia ella con las manos extendidas. De pronto el sonido del piano cesó y Eloisse pudo ver al cuerpo de baile suspender los ejercicios de barra para girarse hacia ella. Ni siquiera había notado que ya estaban trabajando, se sonrojó y apretó las manos del coreógrafo con una sonrisa.
—Lo siento, maestro, ¿he llegado tarde?
—No, es un entrenamiento voluntario, ellos han llegado pronto y tú, a tu hora. ¡Señores! —La empujó al centro de la sala y la abrazó por los hombros—. Esta es Eloisse Cavendish, me consta que todos sabéis quién es y más de uno la ha visto bailar en Londres, así que no diré mucho más, es nuestra nueva primera bailarina, espero que la acojáis con aprecio y la ayudéis hasta que se acostumbre a nosotros, bienvenida.
El grupo estalló en aplausos y ella los miró con una gran sonrisa, roja hasta las orejas, no estaba muy habituada a ser el centro de atención fuera del escenario y buscó apoyo en Michael, que caminó hacia ella para besarle la cabeza.
—¿Por qué no te vistes y vienes a calentar? —le sugirió pegado a su oído. Acto seguido, una jovencita vestida con chándal la llevó directa a su vestuario privado y diez minutos después, se sumaba al trabajo con el resto de sus compañeros.
* * *
—Señorita Cavendish, ¿echará mucho de menos el Royal Opera House?
—Claro, es mi casa.
Observó a los periodistas que tenía en frente y trató de parecer serena. Estaba en la rueda de prensa de su presentación en Nueva York, solo veinticuatro horas después de que pisara el Metropolitan, con Michael Fisher a su izquierda y Peter Green, el director general de la compañía, a su derecha; a su espalda y llenando la mesa, se encontraban otros miembros del equipo y algunos compañeros y compañeras a los que habían pedido que acudieran al acto para arroparla, y estaba muy nerviosa, no salían más que monosílabos de su boca, y es que jamás se acostumbraría a exponerse de esa manera, pensó, aunque aquello formara parte integral de su trabajo.
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