• Quejarse

C. M. Kornbluth - Hijo de Marte

Aquí puedes leer online C. M. Kornbluth - Hijo de Marte texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1952, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

C. M. Kornbluth Hijo de Marte
  • Libro:
    Hijo de Marte
  • Autor:
  • Genre:
  • Año:
    1952
  • Índice:
    4 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 80
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Hijo de Marte: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Hijo de Marte" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Hijo de Marte es la más conocida de las obras (pocas en cantidad, pero magníficas en calidad) surgidas de la pluma de esta pareja de escritores de ciencia-ficció. El tema, en enunciado, puede parecer banal: los problemas de la colonizació del planeta Marte por los terrestres. Pero este escenario da pie a un intenso relato lleno de emoció, ternura y poesía, un relato de honda raigambre humanística como han producido muy pocos en toda la historia de la ciencia-ficció mundial.¡Ah!, y recuerde que los fantasmas, esos impalpables y poéticos seres de Marte que constituyen uno de los ejes de la presente novela, se han convertido en un clásico de este género, de dimensiones semejantes a los marcianos de Bradbury en sus inolvidables Cróicas marcianas.

C. M. Kornbluth: otros libros del autor


¿Quién escribió Hijo de Marte? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Hijo de Marte — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Hijo de Marte " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Título original: Mars Child

Cyril M. Kornbluth & Judith Merrill, 1952

Traducción: Domingo Santos

Diseño de cubierta: Enrich

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Capítulo I Jim Kandro no podía pasearse por pasillos inexistentes el hospital - photo 1

Capítulo I

Jim Kandro no podía pasearse por pasillos inexistentes: el hospital de la colonia Lago del Sol era un simple cuarto anexo a la casa del médico, construida con paneles de tierra prensada. Seguían llamándole «tierra» al herrumbroso suelo de Marte. Con las piernas apretujadas entre la cama y la pared, cansado del monótono movimiento de sus brazos pero decidido a presenciar el final, Jim persistía en frotarle la espalda a Polly, su mujer, mientras susurraba palabras animosas para ella y para sí mismo.

—¿Por qué no me deja que la atienda yo solo un rato? —sugirió el doctor Tony Hellman al ver que el agotamiento de Jim sólo servía para comunicarle su propio pánico a la mujer—. Vaya a descansar a la otra habitación, o salga a dar un paseo. Todavía falta tiempo para que ocurra nada.

—Por favor, Tony —repuso Jim, con voz enronquecida por la ansiedad—; prefiero estar cerca —y volvió a inclinarse sonriente sobre Polly.

Ana entró antes de que Tony la llamara. Precisamente por ese don que parecía tener la había elegido Tony de ayudante.

—Creo que Jim necesita una taza de café —dijo secamente el médico. Kandro se levantó azorado.

—Bien, doctor —dijo; y, en su deseo de ser útil agregó—: ¿Me llamará si necesita… si hay novedad?

—Claro que lo hará.

Esta rápida intervención de Ana evitó la agria respuesta de Tony. Ella apoyó su mano en el brazo de Kandro, sonrió a la mujer que yacía en la cama y dijo:

—No falta mucho, Polly. Vamos Jim.

Al cerrarse a la puerta tras ellos, Polly dijo con la sonrisa en los labios:

—Discúlpelo, doctor. Está tan preocupado…

No tuvo aliento para más. Se retorció en su cama, con las manos crispadas. Toda otra labor física, reflexionó Tony, era más fácil bajo la escasa fuerza de gravedad de Marte, pero la labor del parto era eternamente la misma. Alargó su mano para que Polly le apretara, y esperó mientras a ella le rechinaban los dientes de dolor y a él le corría un escalofrío.

Pasó el dolor. Ella le soltó la mano. Él fue al autoclave a por un nuevo par de guantes para hacer otro reconocimiento, y la oyó suspirar:

—¡Qué buena es Ana!

Antes de volver a mirarla, la oyó relajarse en la cama para reposar lo más posible mientras no se repitiera el dolor.

—Sí, lo es —contestó.

Dejó los guantes sobre la mesa: era inútil otro reconocimiento. Siéntate y espera, pensó. No te dejes aturdir por esa criatura. Si la madre puede esperar, tú también puedes. Pórtate como te portarías en la Tierra. Ahora estás en Marte. ¿Y qué?

Acercó una silla a la cama; apoyó una mano en la sábana, donde ella pudiera apretarla cuando quisiera; se arrellanó, y dejó reposar todos los músculos.

Al otro lado de la puerta, Jim Kandro se acercaba por cuarta vez la taza de café a los labios y la bajaba de nuevo sin probarlo.

—¿Qué opina usted, Ana? Usted lo sabría si ocurriera algo… malo.

—A mí me parece un parto normal —dijo ella amablemente.

—Pero ya lleva así desde las seis de la mañana. ¿Por qué tantas horas?

—Eso no significa sino que es laborioso y requiere tiempo —replicó ella, acercándose a su mesa de trabajo y sacando sus utensilios—. No creo que falte mucho, Jim. ¿Quiere dormir un poco mientras espera, o prefiere ayudarme en mi trabajo?

—La ayudaré con mucho gusto.

Se levantó, llevando maquinalmente su taza en la mano; dejó que Ana se la quitara, y tomó el mechero de alcohol que ella le ofreció sin siquiera admirarse de que empezara a trabajar después de medianoche. Durante un minuto, Jim prestó atención al trabajo.

—Pero ¿por qué él no me habrá dicho nada?

—Porque no había nada que decir, creo yo.

Hasta Ana perdía la paciencia con Jim. Para que no se quemara con la llama del mechero, que tenía boca abajo, se lo quitó de las manos. Kandro deseaba gritar: Ustedes ignoran que llevamos doce años casados, deseando hijos, y que todo lo que ella consigue es ponerse gravísima. Y nunca avanzó tanto. Y ustedes no saben…

En los comprensivos ojos de Ana vio que era innecesario hablar. Ella abrió un poco los brazos, y aquel hombretón cayó ante ella de rodillas, llorando, con su cabeza toscamente apoyada en la delicada mujercita.

A las 3,37 horas a.m., el doctor Tony Hellman ajustaba una mascarilla de oxígeno a la roja nariz de garbanzo de un recién nacido. Lo lavó, lo secó, lo cubrió y volvió a atender a la madre. Iba a tocar el timbre para llamar a Ana, pero no lo hizo: Kandro entraría también, escandalizando, y Polly estaba demasiado débil y excitada por todo. Además sentía una cierta perversa satisfacción en hacerlo todo solo, inclusive la enojosa tarea de limpieza, que en la Tierra se le encargaría a una estudiante de enfermera.

Cuando terminó, le dio un fuerte sedante a Polly, aún contra su voluntad de estar despierta para cuidar al niño. También le dio la píldora de oxen del día siguiente, confiando en que dormiría hasta media mañana.

Únicamente desde el descubrimiento de aquellos mágicos gránulos rosados, que contenían la denominada «enzima o fermento de oxígeno», podían la mayoría de los seres humanos respirar normal en Marte. Antes del oxen, todo el que no tenía pulmones fisiológicamente marcianos, vivía bajo permanente máscara de oxígeno. Ahora sólo la necesitaban los niños demasiado pequeños para tolerar la píldora.

Con la enzima milagrosa, el aire marciano era tan respirable como el de la Tierra, con tal de que el ser humano la tomara religiosamente todos los días: treinta horas sin tomarla, y en pocos minutos el individuo moría de anoxemia.

Tony se aseguró de que la mascarilla del niño estaba bien ajustada y de que el oxígeno fluía adecuadamente. Pasó junto a Polly, ya medio dormida, y abrió la puerta del living. Jim, enteramente vestido y con sus botas de arena, dormía profundamente. Ana, desde su banco de trabajo, miró a Tony con expresión jovial y afectuosa.

—¿Todo bien?

—Mucho mejor de lo que esperaba. Varón…, 2 kilos 400 gramos: peso terrestre… Buen color… Fuerte.

—Bravo —dijo Ana, volviendo a su trabajo—. Voy contra un hierro, otro soplo, todo como al descuido, y puede esperar unas horas para ver a su hijo.

El médico permaneció un rato, observando a Ana, fascinado como siempre ante su eficiencia. Un soplo en el tubo, un doblez al enrojecerse en la llama, un giro contra un hierro, otro soplo, todo como al descuido, y una obra acabada. Intrincados tubos de laboratorio, frágiles copas para algún nuevo hogar de la colonia o jeringas hipodérmicas.

Miró hasta que sus cansados ojos huyeron del punto reluciente donde la llama golpeaba sobre el cristal. Se dirigió entonces a la habitación inmediata, se echó sobre la cama y se durmió.

Capítulo II

El laboratorio era la fuente de ingresos de la ciudad Lago del Sol. Marte tenía una capa de ligera radiactividad, que no afectaba a la vida, pero que permitía a la colonia de Lago del Sol aislar y concentrar radioisótopos y cuerpos orgánicos radiactivos, para venderlos en la Tierra a precios sin competencia, pese a las altas tarifas de transporte.

La manipulación de estos materiales ofrecía escasos peligros; pero la misión del médico era suprimirlos totalmente. Dos veces al día, antes de iniciar y de abandonar el trabajo, Tony revisaba todo el local. De esta precaución dependían los únicos ingresos y hasta las vidas de la comunidad. Todos los miembros adultos dedicaban algún tiempo directa o indirectamente, al laboratorio. Era el único edificio capaz para reuniones, y el único distinto de las uniformes viviendas todas ellas de 3 x 3 metros, con sus paredes de barro y sus techos y suelos de cemento. El laboratorio tenían armazón de acero, revestimiento de duraluminio, cañerías de cobre con agua caliente, fuerza motriz propia, muebles fabricados en la Tierra y hasta un sistema de aire filtrado.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Hijo de Marte»

Mira libros similares a Hijo de Marte. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


No cover
No cover
Kim Robinson
No cover
No cover
Kim Robinson
No cover
No cover
Kim Robinson
Leonard David - Marte
Marte
Leonard David
No cover
No cover
Rachel Kushner
Adela Basch - Llegar a Marte
Llegar a Marte
Adela Basch
Esther Bendahan - La cara de Marte
La cara de Marte
Esther Bendahan
Clark Ashton Smith - Terror en Marte (No oficial)
Terror en Marte (No oficial)
Clark Ashton Smith
Glenn Parrish - Rescate en Marte
Rescate en Marte
Glenn Parrish
Kim Stanley Robinson - Marte azul
Marte azul
Kim Stanley Robinson
Reseñas sobre «Hijo de Marte»

Discusión, reseñas del libro Hijo de Marte y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.