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Isaac Asimov - A lo marciano... y otras historias

Aquí puedes leer online Isaac Asimov - A lo marciano... y otras historias texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1990, Editor: Lectulandia, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Isaac Asimov A lo marciano... y otras historias
  • Libro:
    A lo marciano... y otras historias
  • Autor:
  • Editor:
    Lectulandia
  • Genre:
  • Año:
    1990
  • Índice:
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A lo marciano... y otras historias: resumen, descripción y anotación

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A lo marciano y otras historias son dos novelas cortas y dos relatos de Isaac Asimov publicados originalmente a principios de los años cincuenta, década que se recuerda como la más frutícfera y memorable de toda la su trayectoria como escritor de ciencia ficción.

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1

Desde la entrada al pequeño corredor que unía las dos cabinas en la proa de la astronave, Mario Esteban Rioz miraba con gesto irritado cómo Ted Long ajustaba con dificultad los mandos del video. Long probó ligeramente hacia la derecha y luego hacia la izquierda: la imagen era defectuosa.

Rioz sabía que seguiría siendo defectuosa: estaban excesivamente lejos de la Tierra y en mala posición, cara al sol. Pero no cabía esperar que Long lo supiese. Rioz siguió de pie en la entrada por unos instantes, con la cabeza gacha para no tocar en el dintel superior, y el cuerpo encogido para adaptarse a la estrecha abertura. Luego saltó hacia la cocina como un tapón que salta de una botella.

—¿Qué buscas? —preguntó.

—Creí poder captar a Hilder —dijo Long.

Rioz apoyó su trasero en el ángulo de un estante que servía de mesa, cogió un envase cónico de leche del estante superior, lo alzó por encima de su cabeza y el vértice saltó al presionarlo. Lo hizo girar suavemente para que se calentara.

—¿Para qué? —preguntó mientras invertía el cono, y luego sorbió ruidosamente.

—Pensé que podría oírle. —Eso es malgastar energía. Long le miró con el ceño fruncido.

—Es habitual la libre utilización de los videos personales. —Dentro de ciertos límites —repuso Rioz.

Sus miradas se cruzaron desafiantes. Rioz tenía el cuerpo largo y enjuto, y rostro de mejillas hundidas, invariable distintivo de casi todos los chatarreros marcianos, hombres del espacio que vagaban pacientemente por las rutas interplanetarias: entre la Tierra y Marte. Sus ojos, de un azul pálido, estaban profundamente hundidos en el rostro moreno y arrugado, que á su vez se destacaba sobre la blanca piel sintética que rodeaba el cuello de su chaqueta espacial.

En conjunto, Long era más pálido y suave. Tenía algunos rasgos terrestres, aunque ningún marciano de segunda generación podía parecer un hombre de la Tierra. Incluso el cuello de su chaqueta estaba doblado, y dejaba ver su cabello castaño oscuro.

—¿Qué son para ti ciertos límites? —preguntó Long.

Los delgados labios de Rioz se hicieron aún más delgados: —Ya que en este viaje, tal como van las cosas ni siquiera cubriremos gastos, cualquier despilfarro de energía no es razonable.

—Pues, si perdemos dinero —dijo Long—, ¿no sería mejor que regresaras a tu puesto? Estás de guardia.

Con un gruñido, Rioz se pasó el pulgar y el índice por la barba del mentón. Incorporándose, caminó pesadamente hacia la puerta. Sus gruesas y flexibles botas amortiguaban el sonido de sus pasos. Se detuvo para mirar el termostato y luego se volvió con furia.

—Ya veía yo que hacía calor. ¿Dónde crees que estás? —Cuarenta grados no es mucho.

—Para ti, tal vez. Aquí estamos en el espacio, no en una oficina de las minas de hierro. —Rioz accionó el botón del termostato y lo puso al mínimo—. El sol ya calienta bastante. —La cocina no está en el lado del sol. —Aun así, el calor pasa, maldita sea.

Rioz se marchó y Long lo siguió con la mirada antes de volver su atención al video; pero no volvió —a subir el termostato. La imagen seguía temblando; tendría que conformarse. Long desplegó una de las sillas adosadas a la pared, tomó asiento, se inclinó hacia delante y esperó a que terminase la momentánea pausa que precedía a la lenta disolución de la cortina y a la aparición de aquella conocidísima figura barbuda, que aumentó de tamaño hasta llenar toda la pantalla.

La voz, impresionante incluso entre los silbidos provocados por las tormentas de electrones que cubrían más de treinta trillones de kilómetros, empezó diciendo:

—¡Amigos! Conciudadanos de la Tierra...

A lo marciano The Martian Way 1952 Juventud Youth 1952 En lo profundo - photo 1

A lo marciano (The Martian Way; 1952)

Juventud (Youth, 1952)

En lo profundo (The Deep, 1952)

Engañabobos (Sucker Bait, 1954)

A lo marciano y otras historias son dos novelas cortas y dos relatos de Isaac Asimov publicados originalmente a principios de los años cincuenta, década que se recuerda como la más frutícfera y memorable de toda la su trayectoria como escritor de ciencia ficción.

Las dos narraciones largas son particularmente sólidas y merecen figurar entre las obras más destacadas de Asimov. Planteando un cierto grado de expansión de la humanidad por el sistema solar, A lo marciano describe la crisis que padece una colonia afincada precariamente en Marte como consecuencia de los intereses políticos conservadores de un mandatario terresrtre; es una reflexión sobre las condiciones necesarias y los problemas implicados en la carrera espacial, al tiempo que un lamento sobre el derroche energético..., veinte años antes del advenimiento de la crisis de la energía. Engañabobos se centra en el estudio que lleva a cabo una expedición científica de los restos de una colonia afincada en un planeta bellísimo, que ha sucumbido a los efectos mortales de una misteriosa enfermedad; a la fascinación del poder llegar a conocer los posibles escenarios del universo y las virtudes de una trama impecable, hay que añadir el examen a fondo sobre las supuestas virtudes del conocimiento especializado.

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2 Rioz descubrió el centelleo de la radio nada más entrar en la cabina del - photo 3

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Rioz descubrió el centelleo de la radio nada más entrar en la cabina del piloto. Por un momento, un sudor frío le cubrió la palma de las manos, pues creyó que era una señal de radar. Sin embargo, no era más que una sensación de culpabilidad. No debía haber dejado la cabina estando de guardia; aunque todos los chatarreros lo hacían. Sin embargo, el temor de que ocurriese algo durante los cinco minutos en que uno abandonaba el puesto para tomar un café, convencido de que todo el espacio estaba despejado, era una pesadilla que se había hecho realidad en más de una ocasión.

Rioz conectó el multi—explorador. Un despilfarro de energía... , pero era mejor cerciorarse.

El espacio estaba despejado, exceptuando los lejanísimos ecos de las naves más cercanas, en la línea de recuperación de chatarra.

Conectó el circuito de radio, y la cabeza rubia de Richard Swenson, copiloto de la nave más próxima en la zona de Marte, apareció:

—Hola, Mario —dijo Swenson. —Hola. ¿Qué hay?

Hubo una pequeña pausa entre las dos frases, pues la velocidad de las radiaciones magnéticas no es infinita. —¡Vaya día!

—¿Qué ha pasado? —preguntó Rioz. —Descubrí algo. —Magnífico.

—Sí, si hubiese podido atraparlo —dijo Swenson, sombrío. —¿Qué ocurrió?

—¡Maldita sea! Me fui en dirección contraria. Rioz era demasiado prudente para reír. — ¿Cómo hiciste eso? —dijo.

—No fue culpa mía. El problema se debía a que el armazón se salía de la eclíptica. ¿Es posible que existan pilotos tan estúpidos, incapaces de efectuar decentemente la maniobra de evacuación? ¿Cómo podía yo saberlo? Calculé la distancia a la que se encontraba el armazón y puse proa hacia él. ¿No habrías mecho tú lo mismo? Seguí la que yo creía una buena línea de intersección, y cinco minutos después advertí que la distancia iba en aumento. Entonces tomé las proyecciones angulares del armazón, pero ya era demasiado tarde para atraparlo.

—¿No lo habrá capturado alguno de los muchachos? —No. Ya está fuera de la eclíptica y cada vez se aleja más. Peto no es esto todo lo que me preocupa. Sólo era un esqueleto. Lo que me desespera es pensar en las toneladas de propulsión que consumí para ganar velocidad y regresar a la estación. Tendrías que haber oído a Canuto.

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