AGUSTINE MANDINO, mejor conocido como Og Mandino, nació en Italia en el año 1923. A la temprana edad de 3 años emigró junto a su familia a Estados Unidos; de niño fue editor del periódico de su escuela, tenía vocación por el periodismo pero no pudo completar su deseo debido que su madre falleció cuando él era un adolescente de 16 años, por lo que tuvo que empezar a trabajar para sostener a sus dos hermanos menores. Cuando cumplió 18 años se enlistó en el ejército norteamericano donde se convirtió en oficial y piloto de un bombardero; participó en varias misiones y sobrevoló parte de la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Tras el final de la guerra regresó a su Estados Unidos pero se encontró con enormes dificultades para encontrar empleo, por lo que probó suerte como vendedor de seguros, pero fracasó.
Debido a varios deslices se vuelve alcohólico y termina perdiendo a su familia y trabajo. Pensó varias veces suicidarse pero su vida cambió cuando entró a una biblioteca con el pretexto de leer cuando sólo quería recibir abrigo dado que en el exterior había mucho frío. Estando dentro llamó su atención un libro de superación personal: «Actitud Mental Positiva: Un Camino Hacia el Éxito» de Napoleón Hill y W. Clement Stone; comenzó a leerlo, y desde aquel día empezó a instruirse con varios libros de autoayuda que le ayudaron a salir de la depresión y del alcoholismo. Con el paso del tiempo se convirtió en un exitoso escritor que logró llegar al pasillo de la fama de la Asociación de Oradores Nacionales (National Speakers Association). Se retiró a la edad de 52 años con su segunda esposa con la que pasó los últimos años de su vida.
Se han vendido alrededor de cincuenta millones de copias de sus libros, que han sido traducidos a varios idiomas. Ensayista y psicólogo, es considerado como uno de los mayores especialistas mundiales en la escritura de libros de autoayuda. Entre sus obras más conocidas: El vendedor más grande del mundo, El Milagro más grande del mundo, La Universidad del Éxito, El Ángel numero 12 y El Memorándum de Dios.
El milagro más
grande del mundo
Título original: The Greatest Miracle in the World
Og Mandino, 1977.
Traducción: Pilar Cercadillo Villazán
Editor original: Oxobuco (v1.0 a v1.1)
Corrección de erratas: Euriloco
ePub base v2.0
Descubre «El milagro más grande del mundo» que ha cambiado la vida de miles de personas. En estos tiempos en los que imperan la violencia y el desamparo, los seres humanos necesitamos desesperadamente tener fe que nos brinde esperanza, aliento, paz mental e ideales por los cuales vivir, y sobre todo recuperar la confianza en nosotros mismos.
«El milagro más grande del mundo» responde a esa necesidad con una narración fascinante en el cálido y particular estilo de Og Mandino. A través de una historia llena de misterio descubrimos un mensaje inspirador que penetra en lo más profundo de nuestra mente para enriquecer nuestra vida y la de los que nos rodean. «El milagro más grande del mundo» es una poderosa fuerza que motiva para lograr el milagro personal. ¡Og Mandino lo ha hecho de nuevo! El milagro más grande del mundo es el complemento perfecto de su bestseller El vendedor más grande del mundo.
Og Mandino
El milagro más grande del mundo
ePUB v1.1
Oxobuco06.07.12
CAPÍTULO 1
¿La primera vez que le vi?
Estaba, él, alimentando a las palomas.
Este sencillo acto de caridad no es por sí mismo un espectáculo poco común. Cualquier persona puede encontrar ancianos que parecen necesitar una buena comida, arrojando migajas a los pájaros en los muelles de San Francisco, en la Plaza de Boston, en las aceras de Time Square, y en todos los sitios de interés del mundo entero.
Pero este viejo lo hacía durante la peor parte de una brutal tormenta de nieve que, de acuerdo con la estación de noticias de la radio de mi auto, ya había derribado el récord anterior con veintiséis pulgadas de miseria blanca en Chicago y sus alrededores.
Con las ruedas traseras de mi auto girando había logrado finalmente subir la leve inclinación de la acera hacia la entrada del estacionamiento, que está una calle más allá de mi oficina, cuando me percaté por primera vez de su presencia. Se encontraba de pie bajo el monstruoso fluir de la nieve sin prestar atención a los elementos, mientras sacaba de una bolsa de papel café lo que parecía ser migajas de pan, echándoselas a un grupo de pájaros que revoloteaban y descendían alrededor de los pliegues de su capote que casi le llegaba a los tobillos.
Lo observé por entre las barridas metronómicas de los sibilantes limpiadores mientras descansaba la barbilla en el volante, tratando de producir la suficiente fuerza de voluntad para abrir la portezuela de mi auto, salir a la ventisca y caminar hacia la puerta del estacionamiento. Me recordó aquellas estatuas de San Francisco para jardines que pueden verse en las tiendas de plantas. La nieve casi cubría completamente su cabello, que le llegaba hasta los hombros y le había salpicado la barba. Algunos copos se habían adherido a sus espesas cejas acentuando más sus pómulos salientes. Alrededor de su cuello, había una correa de cuero de la cual pendía una cruz de madera que oscilaba, mientras repartía pequeñas partículas de pan. Atado a su muñeca izquierda había un pedazo de cuerda que se dirigía hacia abajo en donde se enrollaba en el cuello de un viejo basset cuyas orejas se hundían profundamente en la acumulación de blancura que había estado cayendo desde ayer en la tarde. Mientras observaba al viejo, su cara se iluminó con una sonrisa y empezó a platicar con los pájaros. En silencio sacudí compasivamente la cabeza y así la manija de la puerta.
El recorrido de cincuenta y ocho kilómetros de mi casa a la oficina había requerido tres horas, medio tanque de gasolina y casi toda mi paciencia. Mi fiel 240-Z, con la trasmisión emitiendo una constante y monótona queja en primera velocidad, corrió a través de un terreno irregular rebasando un sinnúmero de camiones y autos descompuestos a lo largo de Willow Road, Edens ExpressWay, Touhy Avenue, Ridge, la parte este de Devon y la intersección de Broadway hasta el estacionamiento de la calle Winthrop.
Había sido una locura de mi parte hacer el intento de llegar al trabajo esa mañana. Pero, durante las tres últimas semanas había estado viajando por Estados Unidos promoviendo mi libro, El vendedor más grande del mundo, y después de haber dado cuarenta y nueve audiencias, para radio y televisión, además de dos docenas de entrevistas para los periódicos, en donde dije que la perseverancia era uno de los secretos más importantes del éxito, no me quise dejar vencer ni siquiera por esa bruja enojada que es la madre naturaleza.
Más aún, había una junta de directores programada para el próximo viernes. Como presidente de la revista Success Unlimited necesitaba, este lunes y todos los demás días de la semana, para revisar lo realizado el año anterior y los proyectos para el próximo con cada uno de los jefes de departamento. Quería estar preparado, como siempre lo he estado, para contestar cualquier pregunta inesperada que se me hiciera una vez que estuviera de pie ante la cabecera de esa enorme mesa de la sala de juntas.