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Para Sally
Hay algunas verdades sencillas…
y los perros saben cuáles son.
Joseph Duemer , A Dog’s Book of Truths
los casi veinte niños y niñas de nueve años se retorcieron en sus asientos y murmuraron cuando Chaser entró en el salón de cuarto grado de la Escuela Pública 31 en Brooklyn.
“¡Ya llegó!”.
“Se ve más grande que en la televisión”.
“¡Es tan linda!”.
Los pequeños pupitres de los niños habían sido colocados en la parte de atrás y a los lados del salón, de manera que todos tenían un buena vista del espacio que había quedado despejado al frente del salón.
Solté a Chaser de la correa y fue directamente hacia mi nieto, Aidan, que estaba sentado al final de la primera fila con una inmensa sonrisa dibujada en su cara.
Aidan nos había suplicado que lleváramos a Chaser a su clase. Le había platicado a su maestra, la señora Tapper, sobre nuestro viaje a Nueva York para participar en varias entrevistas de televisión a nivel nacional, y la mayoría de sus compañeros de clase había visto a Chaser en el programa Nova scienceNow unos días antes mostrar sus inauditas habilidades con el lenguaje. Y aquí estábamos, a punto de hacer una demostración en vivo a la clase.
Después de saludar a Aidan, Chaser se dirigió a los otros niños, observando a cada uno expectante y moviendo la cola. Cuando alguno de los compañeros de Aidan se inclinaba para acariciarla, su cola se movía más rápido y su lengua colgaba de su hocico en una mueca canina exultante.
Chaser no es una perra imponente físicamente. Es una border collie de tamaño normal, mide cerca de cincuenta centímetros de alto y pesa alrededor de dieciocho kilos. Su mullido pelaje es casi blanco con manchas grises y salpicaduras negras, con excepción de grandes parches negros en el lado izquierdo de su cabeza, a ambos lados de su torso y en sus patas traseras. Aunque está llena de energía, en general posee un temperamento apacible. Con frecuencia le digo a la gente: “Ella es una amante y no una guerrera”.
No obstante, unos cuantos niños se sentían cohibidos de acariciar a Chaser. Cualquier perro puede resultar intimidante para quienes no están acostumbrados a ellos. Sin embargo, Chaser tiene mucha experiencia con los niños. Sabe que son los mejores posibles candidatos para su actividad preferida: jugar. Se contoneaba, retorcía y movía la cola de manera irresistible frente a los chicos más tímidos, y pronto incluso los más renuentes le sonreían.
Era momento de empezar. Solo teníamos una hora y había mucho que mostrar. La directora, señora Scarlato, llegó y se colocó en el fondo del salón con su cámara, y la señora Tapper presentó a mi esposa, Sally, a nuestra hija (la mamá de Aidan) y a mí a la clase. Entonces llamé a Chaser, que se echó a mis pies.
“Soy el doctor Pilley”, dije a los niños, “y soy un científico. ¿Alguien me puede decir qué hacen los científicos?”.
La mano de un niño se alzó y lo señalé. “Los científicos inventan cosas”, dijo. Otro añadió: “Observan las estrellas y rocas y cosas por el estilo”. Y una niña agregó: “Estudian las planta y los animales también”.
Les pregunté: “¿Por qué los científicos estudian cosas como rocas, estrellas, océanos, plantas y animales? ¿Qué buscan?”.
Otra niña respondió: “Quieren descubrir cosas”.
“¡Ajá, eso es! Eso es lo que buscan los científicos: ¡descubrimientos! Chaser y yo hemos estado tratando de descubrir cuánto lenguaje humano puede aprender”. Considero a Chaser mi colega y asistente de investigación más que un sujeto de experimentación. De la misma manera que forma parte de mi familia, es la otra mitad de mi equipo de investigación. “Creo que escucharon que Chaser sabe más de mil palabras”.
Las semanas previas había habido muchos titulares en todo el mundo sobre Chaser. Todo empezó justo antes de Navidad, con la publicación en línea de un artículo científico con arbitraje sobre mi investigación con Chaser. Lo escribí con la colaboración de Alliston Reid, un antiguo alumno mío del Wofford College, en Spartanburg, Carolina del Sur, donde me sucedió como profesor de psicología.
El artículo, publicado primero en línea y posteriormente impreso por la revista británica Behavioural Processes , informaba que Chaser había aprendido y retenido los nombres propios de mil veintidós objetos en un lapso de tres años. También ha aprendido a entender y distinguir los diferentes significados de nombres propios y órdenes, y por lo menos tres nombres comunes o palabras que representan categorías totales de cosas. Más todavía, puede aprender una nueva palabra por exclusión, o sea, puede inferir la relación existente entre un nombre que nunca antes ha escuchado y un objeto que nunca ha visto anteriormente, eligiendo un nuevo objeto de un grupo de objetos cuyos nombres ya conoce. Estas son habilidades que normalmente se ven en niños de uno a dos años cuando están aprendiendo a hablar, y existe un encarnizado debate entre los científicos sobre si es posible que los animales puedan hacer lo mismo.
El 8 de diciembre de 2010, el día que se publicó el artículo en la red, recibí una llamada de un reportero de la revista británica The New Scientist . Dos semanas más tarde, la edición en línea de The New Scientist publicó una historia bajo el título de Border collie logra el récord del vocabulario más amplio . El teléfono empezó a sonar sin parar y mi carpeta de entrada de mi correo electrónico se empezó a llenar con mensajes de los medios impresos, electrónicos y televisivos. Durante la semana de Navidad a Año Nuevo la historia de Chaser se volvió “viral”, como me explicó el marido de Debbie.
En más de cuarenta y seis idiomas, los titulares iban de la tontería a la seriedad. El National Examiner puso a Chaser en la portada junto a Brad Pitt y Charlie Sheen. La mayor parte de la atención de los medios se centraba en que Chaser sabía más de mil palabras, lo que, como msnbc hizo notar, es más de lo que la mayor parte de los niños que empiezan a hablar saben. También hubo muchas especulaciones en el sentido de si Chaser era “el perro más listo del mundo”.
“Hasta donde sabemos”, dije a la clase, “Chaser conoce más palabras que cualquier otro perro. De hecho, sabe más palabras que cualquier otro animal con excepción de los humanos. Vamos a demostrar cómo Chaser aprende palabras en un minuto. Pero primero quiero mostrarles algunos conocimientos que comparte con muchos border collies”.
Abrí la caja de plástico que habíamos traído y les mostré a los niños lo que había en ella: veinte juguetes de Chaser, en su mayoría animales y muñecos de peluche, así como pelotas y frisbees (la palabra con la que designamos cualquier disco giratorio de juguete). Cada uno tenía un nombre escrito con tinta indeleble, como Bamboozel, Frat Rat, Oso, Croc, Bob Esponja, abc , Prancer y Santa Claus. Entre el resto de sus juguetes en casa había más de un osito de peluche, pero los otros osos tenían nombres únicos que no se repetían. Eso permitía que Chaser los conservara en su cabeza.
Coloqué uno de los juguetes, un frisbee de hule espuma con el nombre Flipflopper escrito sobre él, en el piso a aproximadamente dos y medio metros de Chaser. Tenía la cabeza baja, como si no tuviera ningún interés en lo que yo estaba haciendo. Solo la experiencia me decía que estaba “con un ojo al gato y otro al garabato”, como dice un entrenador de border collies. Flipflopper era uno de los muchos juguetes con nombre, una de las mil veintidós ovejas sustitutas que había adquirido en su entrenamiento con el lenguaje. Cualquier actividad con Flipflopper era importante para ella.
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