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Desdichas

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Unknown Desdichas
  • Libro:
    Desdichas
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    2019
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Desdicha
Raúl Garbantes
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Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, instituciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o usados de una manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o eventos actuales, es pura coincidencia.
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Contenido
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Notas del autor
Otras obras del autor
Prólogo
Bar Harbor, Maine, Estados Unidos
Linda Conti no se sentía particularmente bien aquella noche, debido a la insistencia de una migraña que la había atormentado un par de horas antes. Siempre que aparecían los síntomas del dolor de cabeza, junto con la desagradable sensación de náuseas que venía desde el estómago hasta la garganta, aceptaba con resignación que todo su día estaría dedicado a intentar recuperarse del malestar. No importaba cuántas aspirinas se tomara o las horas que invirtiera tumbada en su cama con las luces apagadas, el efecto de la migraña abarcaría casi toda su jornada. Cuando eso ocurría, no tenía caso alguno oponer resistencia y la mejor alternativa era aplazar sus planes para otra ocasión.
Sin embargo, aquella noche, aunque Linda Conti no se sintiera bien, consideraba inadmisible la perspectiva de cancelar sus planes. Aguantaría las secuelas de la migraña mientras no acabase de teñirse el cabello en el baño. Caroline, su única hija, de cinco años, jugaba en la habitación contigua. Los ruidos del televisor llegaban hasta ella, así como la voz de la niña cantando diversos temas de un juego de karaoke que le instaló a principios de la semana. A Linda le habría gustado pedirle que se acostara, pero prefería completar la tarea de estar lista antes de que llegara la niñera. La compositora era consciente de que regresaría a altas horas de la noche, y no iba a dejar a su hija sola en casa.
Linda planeaba reunirse con el nuevo dueño de Global Records, una disquera para la cual había trabajado durante los últimos tres años bajo las órdenes de una directiva completamente distinta. Tenía muchas esperanzas puestas en esa reunión porque veía posible que al fin le dieran la oportunidad por la cual llevaba años luchando. Durante mucho tiempo había trabajado como compositora y coescritora de canciones para diversos intérpretes famosos, creando una gran cantidad de éxitos que a ella le hubiera gustado guardar para el momento en que le permitieran grabar su propio álbum como solista. No obstante, los años pasaban y el talento de Linda era útil para las disqueras, un arma secreta para mejorar el trabajo de otros. Cuando se trataba de cumplir su sueño le ponían objeciones, ya que consideraban que su aspecto físico no era lo suficientemente atractivo para el mercado popular.
Las cosas podrían cambiar para ella muy pronto y llegarle su turno de ser el centro de atención. Aunque las personas de la industria reconocían y admiraban su trabajo, todavía no había obtenido el nivel de fama de las cantantes cuyos videos musicales su hija admiraba e incluso quería emular. Linda deseaba que Caroline se sintiera orgullosa de ella, pero también quería el reconocimiento y el aplauso del gran público porque sentía que se lo merecía.
El nuevo director parecía muy interesado en hablar con ella sobre su futuro porque era consciente de lo que podía ser capaz de aportar. Esa noche tendrían una cena de trabajo en un restaurante lujoso. Linda tenía en mente mostrarle alguna de las canciones que planeaba incorporar dentro de su hipotético debut, resuelta a convencerlo a como diera lugar para conseguir un contrato de grabación. Confiaba en lo prometedor del nuevo material en el cual estaba trabajando y en que cualquier disquera daría lo que fuera por tener los derechos.
Así que, a pesar de la migraña que la atormentaba, se esforzaba en mantenerse entusiasmada, con el propósito de dar la mejor impresión posible tanto en su aspecto como en su talento. Su intención era lucir el máximo potencial de su apariencia física para hacerle ver que sí podía verse como esas otras cantantes sexis de voces débiles y ningún conocimiento sobre cómo se compone un buen éxito comercial. Si a eso le añadía su comprobado talento, entonces no habría manera alguna en que recibiera una objeción de su parte. Si a pesar de eso el director se negaba a darle luz verde, entonces no firmaría ningún otro contrato que involucrara compartir sus canciones para que otros le pusieran su voz. Le quedaban pocos años antes de que la consideraran muy vieja para ser una nueva cantante. Así que, era ahora o nunca.
—Mami, ¡ven a jugar conmigo! —le gritó su hija irrumpiendo en el cuarto—. Cantemos esa canción que tanto te gusta. La de Sasha B.
—Esa canción la escribí yo —respondió Linda tratando de no mostrarse exasperada—. Sasha apenas sugirió un par de cambios de palabras.
—¿Y por qué no apareces en su video? Hay muchas bailarinas con ella.
—Pronto me verás en mis propios videos, lo prometo —aseguró Linda más para sí misma—. Lo mejor es que te vayas preparando para dormir.
Caroline asintió de forma automática. Linda agradecía que su hija fuera tan obediente, sobre todo porque le había costado criarla sola y sin ayuda de nadie. El padre de la niña era un compositor fracasado que abandonó la ciudad cuando se enteró de la noticia de su embarazo, y no lo volvió a ver desde entonces. A pesar de los intentos por contactarlo para que pagara la manutención, luego se enteró de que se mudó a Europa para eludir la responsabilidad. De este modo le tocó ser una madre soltera a tiempo completo, siendo esta otra característica que la hacía menos «rentable» para cimentar una futura imagen de cantante popular. Pese a ello, Linda era optimista y consideraba que a nadie le importaría los detalles de su vida privada mientras bailaran sus canciones.
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