Editado por Harlequin Ibérica.
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Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Capítulo 1
—¿Qué te parece, Charlotte? ¿Te gusta? —me pregunta Lolo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Pues… pues… —balbuceo.
No sé qué decir. El vestido que Karl Ludolff, diseñador e íntimo amigo de Lolo, ha diseñado para mi boda es, simplemente, horroroso y no parece un vestido de novia, sino el de una actriz de cine porno o el de una burbuja de las del anuncio de Freixenet.
La tela de color plateado zigzaguea alrededor de mi cuerpo como si se tratara de una enorme serpiente, dejando la mayor parte de la piel a la vista entre los zig-zags, que están unidos por un tul transparente.
Temo decirle a Lolo lo que pienso porque ha puesto toda la ilusión en mi boda y en este vestido. Y, también, porque confía plenamente en su amigo Karl, cuyo verdadero nombre es Paco Utrera, aunque esa es otra historia. Pero Lolo y yo somos amigos y debo ser sincera con él a pesar de que es muy posible que hiera sus sentimientos.
—¡Es horrible! —exclamo, y me llevo la mano a la boca como si acabase de decir un pecado inconfesable.
—¿Qué acabas de decir, Charlotte? —pregunta él en voz baja, pronunciando cada sílaba muy despacio.
—Este vestido es… es… No tengo palabras para describirlo, o quizá tenga demasiadas. Horroroso, abominable, atroz, horripilante…
—¡Cállate! —me ordena estirando la mano hasta situarla sobre mis labios—. No es necesario que sigas.
—Pero si apenas me cubre los pezones —farfullo porque Lolo aún tiene la mano sobre mi boca.
Me doy media vuelta, quedándome de espaldas a él, con la intención de que eche un vistazo a mi trasero, que puede apreciarse perfectamente entre el zigzagueo de la tela plateada.
—No puedo ir así vestida el día de mi boda.
—Es un vestido divino, nena. Divertido, original, exquisito y glamuroso entre otros muchos adjetivos. No estarías pensando que ibas a ir vestida como una novia cualquiera, ¿verdad?
No sé que me da más miedo si la pregunta o responder algo que no sea de su agrado. Tenía que haber previsto algo así, he visto los desfiles de Karl y conozco los gustos de Lolo, ¿cómo he podido pensar que juntos diseñarían un sencillo vestido de novia?
—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo un vestido… normal? Jorge y tú llevabais smoking el día de vuestra boda, eso es normal, ¿no?
—Yo llevaba corbata y chaleco azul turquesa, Charlotte, entre otros detalles que por lo visto no supiste apreciar, pero ahora eres tú quien va a casarse y Karl ha diseñado en exclusiva para ti este maravilloso vestido.
—Y se lo agradezco, de verdad, pero no es esta la idea que tenía de un vestido de novia —digo mirándome de nuevo en el espejo— .Por cierto, deberíamos llamarle Paco, Karl suena…
—¿Crees que Paco Utrera sería buen nombre para un diseñador de fama internacional? —me interrumpe—. Estaría bien para un torero o incluso para un cantante de rap, Charlotte, pero no para un hombre que pretende ganarse la vida diseñando ropa.
—De acuerdo, quizá tengas razón en cuanto al nombre, pero no en lo referente a este vestido y no pienso ponérmelo para casarme con Pablo. ¿Qué pensarían sus padres? —le pregunto—. Su madre me odia, cree que soy poca cosa para su único hijo y que debería aspirar a algo más.
—Charlotte, eres tan dramática… Pues claro que su madre te odia, a ti y a cualquiera que pretenda casarse con su hijo, es algo normal en una madre. —Lolo se encoge de hombros y se coloca a mi lado— Mírate, nena, estás, simplemente, divina.
Intento verme a través de los ojos de Lolo, pero lo único que veo es un vestido, de muy mal gusto, que deja a la vista más de lo que tapa y que resulta muy poco apropiado para una dulce y beatífica novia.
—Lo siento, Lolo, pero no estoy divina —respondo volviéndome hacia él—. Quiero ser una novia normal, de apariencia dulce y serena y no de actriz porno. Lamento las molestias que se ha tomado Karl, pero no puedo vestirme así para casarme.
—Está bien, hablaré con él —me dice en tono neutro—. Y ya que lo tienes tan claro, ¿podrías describirme ese vestido que tienes en mente?
—¿No vas a gritarme? —pregunto sorprendida.
—Tú eres la novia, Charlotte, y a ti te corresponde elegir el vestido.
—Me gustaría algo sencillo, de corte medieval, como esos…
—¿Has dicho medieval?
—Sí, eso he dicho.
—¿Qué me dices de tu larga melena roja trenzada y diminutas flores blancas diseminadas por ella?
—Eso sería genial —sonrío.
—Charlotte, me has decepcionado.
—Pero…
—Nada de peros, tienes un gusto horrible, siempre lo he sabido, pero creía que habías aprendido algo en todo este tiempo que llevamos siendo amigos —me dice moviendo la cabeza de un lado a otro.
—Me haces creer que tengo algo que decir en todo esto cuando en realidad tú ya has tomado una decisión, ¿no es así? —le digo indignada, y siento unas enormes ganas de arrancarme el vestido de víbora y tirarlo por la ventana.
Lolo es un gran estilista. Él y su marido Jorge, que es fotógrafo, son dos profesionales que todas las agencias de publicidad se rifan y en sus agendas no hay un solo hueco hasta dentro de al menos un año, pero cuando se trata de mí Lolo es capaz de tomar las peores decisiones. No es la primera vez que esto sucede y mucho me temo que no será la última.
—¡Quítate el vestido! —ordena Lolo—. Karl y yo trabajaremos en un nuevo diseño.
—¿Podré dar mi opinión o debo sentarme a esperar vuestra próxima ocurrencia? Tal vez lo siguiente sea un par de cocos para tapar los senos y una hoja de parra para…
—Charlotte, a veces eres una maleducada. Yo me encargaré personalmente de tu vestido y el día de la boda serás la novia más glamurosa y perfecta que jamás puedas imaginar.
—Supongo que podré verlo y comprobarlo por mí misma antes casarme.
—Por supuesto, nena —me dice en tono condescendiente—. Y mientras te cambias de ropa voy a por una botella de champán.
—¿Qué celebramos?
—Nada, Charlotte, pero o me emborracho o tú y yo pasaremos a palabras mayores.
Veo a Lolo salir del dormitorio y me quedo un rato frente al espejo pensando en todas las cosas que han sucedido desde que Pablo y yo decidimos casarnos. En cuanto Lolo se enteró de la noticia se emocionó muchísimo y sin decirle nada comenzó con los preparativos haciendo y deshaciendo a su antojo. He aceptado cosas increíbles para no decepcionarle, cosas que jamás se me habrían ocurrido, como fuegos artificiales a media noche que dibujen el nombre de Pablo y el mío en el cielo, una coctelería acrobática, una máquina de burbujas de jabón en lugar del tradicional lanzamiento de arroz y otras muchas ideas descabelladas con las que me estoy volviendo literalmente loca. Pero en cuanto al vestido hay unos límites que no estoy dispuesta a traspasar y este vestido es uno de ellos