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Gemma Lienas - El diario violeta de Carlota

Aquí puedes leer online Gemma Lienas - El diario violeta de Carlota texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: Editorial Planeta, S.A., Género: Religión. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Gemma Lienas El diario violeta de Carlota
  • Libro:
    El diario violeta de Carlota
  • Autor:
  • Editor:
    Editorial Planeta, S.A.
  • Genre:
  • Año:
    2013
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El diario violeta de Carlota: resumen, descripción y anotación

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GEMMA LIENAS

EL DIARIO VIOLETA DE CARLOTA


A David, el hombre nuevo que el mundo del futuro necesita, y a Anabel, que lo disfruta.


«¡Qué tiempos éstos!, en los que hay que luchar por lo que es evidente.»

DÜRRENMAT


En el año 2000, después de un cierto tiempo observando, alarmada, que la gente joven consideraba que mujeres y hombres ya habían conseguido la igualdad en España, me propuse escribir un libro en el que no sólo se plasmaran las diferencias existentes sino también que contara qué es el feminismo y por qué cualquier persona que defiende los derechos humanos y los valores democráticos tiene que ser feminista. Así nació El diario violeta de Carlota.

Casi siete años más tarde, tuve la oportunidad de revisar este texto. Durante los años transcurridos entre la primera y la versión revisada, dediqué montones de libros a chicas, a chicos e incluso a personas adultas, con la frase «para que me ayudes a poner muchas gafas violeta», y tuve la satisfacción de ver cómo esta metáfora de «las gafas violeta» se popularizaba hasta el punto de que incluso se usó en alguna campaña institucional para la igualdad.

En aquella versión revisada, prácticamente no suprimí nada de la anterior, pero sí añadí unos cuantos conceptos que dejé fuera en 2000 por miedo a saturar a lectoras y lectores. Ahora ya sé que las personas que leen este libro no sólo lo digieren con facilidad sino que, luego, se emplean con ganas en la causa feminista.

Doce años después de escribir el libro, que vio la luz en 2001, y cinco después de la primera revisión, en 2007, me alegra volver a revisar El diario violeta de Carlota y escribir un nuevo prólogo para él.

Me alegra porque significa que cada día más chicos y chicas se interesan por la situación de la mujer, se ponen las «las gafas violeta» y abren los ojos a las injusticias de nuestra sociedad. Y me alegra porque significa que, con cada libro leído, somos más luchando por la igualdad.

GEMMA LIENAS, Barcelona, febrero de 2013


Toda coincidencia con personas o situaciones reales no es casual, sino deliberada. Todas las escenas del libro —convenientemente maquilladas— han sido vividas por la autora en un pasado muy reciente. Detrás de cada escena hay hombres —a veces, también mujeres— con nombres y apellidos, a menudo jóvenes y/o progresistas, aparentemente nada sospechosos de machismo. Todo ello significa que el machismo sigue todavía vivo en nuestra sociedad en el siglo XXI y entre personas de pensamiento y conducta no conservadoras.

Este libro contiene algunas explicaciones duras, como, por ejemplo, el hecho de que muchas niñas sean asesinadas antes de nacer o en el momento del nacimiento en razón de su sexo o que muchas sean mutiladas sexualmente por razones ideológicas y en nombre de la tradición. Ninguna de estas escenas llega, no obstante, a la crudeza y brutalidad de las películas que ven los y las adolescentes, no sólo por lo que a violencia sino también por lo que a sexo se refiere. Tampoco resultan tan brutales como las imágenes que los y las jóvenes contemplan en los telediarios, a menudo mientras cenan con la familia.

Partiendo de la base de que para tener conciencia de las discriminaciones hacia la mujer es preciso ponerse las gafas violeta, la autora repasa distintos aspectos de dicha discriminación:

— Los valores masculinos

— La necesidad de aplicar la regla de la inversión

— El uso del lenguaje

— La valoración de las mujeres a través de su físico

— La mirada masculina

— Los roles sociales

— El menosprecio hacia la mujer

— El sexo, las relaciones, los sentimientos

Algunas palabras o frases del texto van señaladas con asteriscos que remiten al vocabulario del final del libro.


8 de diciembre

«Pero ¿esto qué es?», pienso mientras desenvuelvo la magna cursilada que me ha regalado la abuela Isabel.

Bastante claro está que esto, ¡ESTO!, es un diario. Uno de esos cuadernos donde una puede escribir la vida, los pensamientos, las penas, las alegrías, los enamoramientos... Sabes a qué me refiero, ¿no?

«¡Alucina, Carlota!», me digo. La abuela Isabel, la madre de papá, siempre ha sido rarita. Nunca entiende que las cosas importantes para mí no son las mismas que para ella cuando tenía mi edad.

Total, venga a esperar con unas ganas locas mi cumpleaños y..., ¡zas!, el día que cumplo catorce años, en vez de regalarme el disco compacto por el que suspiro desde hace un mes, ella va y me trae esta horterada.

Estoy a punto de abrir la boca para soltar mi contundente opinión sobre este cuaderno acolchado, de plástico de color rosa, con una gran mancha violeta. En medio de esta salpicadura violeta, hay una cerradura pequeñita, donde se puede meter la llavecita que cuelga del cordón pegado al lomo... ¡Qué cuco, qué íntimo!, hasta se puede cerrar con llave, para salvar de las miradas indiscretas lo que se escriba en su interior...

Mamá me lanza una de sus miradas fulminantes. Tiene mucha práctica; casi más que yo. Me trago las protestas. Las miradas fulminantes de mi madre son más efectivas que un puntapié en el culo.

—¡Qué guay! ¡Qué idea tan fantástica! —digo, muy diplomáticamente.

La abuela me sonríe, encantada de la vida y convencida de que ha acertado de lleno. Mamá me dirige otra de sus miradas. Ésta dice: «¡Carlota, no te pases de rosca!».

Me callo. ¿Qué otra cosa puedes hacer cuando tu madre se pone de parte de la abuela regaladora de cursiladas? Cojo un trozo del pastel de chocolate hecho por mamá, me lo como a toda velocidad y, después, desaparezco por el pasillo, camino de mi habitación. Aún puedo oír cómo mamá le dice a la abuela Isabel:

—Ya se sabe... Está entrando en la adolescencia. Una etapa difícil...

Me encierro en la habitación y me tumbo en la cama, dispuesta a olvidar que es el día de mi cumpleaños. Si te lo fastidian, te lo fastidian, y no hay nada que hacer. Entonces, llaman a la puerta. Segura de que es el pesado de Marcos, mi hermano de once años, grito:

—¡Déjame en paz, moscón!

La puerta se abre poquito a poco y asoma una mano que sostiene un pañuelo blanco.

—¡Bandera blanca! —dice la voz de la abuela Ana—. ¿Puedo entrar?

No contesto en seguida. Aunque con la abuela Ana me entiendo, no tengo ganas de hablar con nadie. Un cumpleaños aguado es peor que una pelea con tu mejor amiga, porque hay que esperar TODO UN AÑO para arreglarlo.

—¿No estás de humor, niña? —pregunta la abuela mientras abre completamente la puerta, entra y viene a sentarse a mi lado en la cama.

Le enseño el motivo de mi malhumor.

—¡Toma! ¡Un diario! —exclama la abuela, con la misma voz con la que podría haber dicho: «Qué pantalones pata-de-elefante más fascinantes».

—Uf, sí, un diario.

—Por tu cara de asco, me parece que no tienes intención alguna de usarlo, ¿verdad?

—¡Claro que no! ¿Qué te crees? ¿Que soy pequeña o mema?

—Ni pequeña ni mema. Te tengo por una chica muy espabilada.

—Y, sin embargo, ¿quieres que escriba mi diario?

—¿Y por qué no? Podrías... —la abuela coge el cuaderno y lo mira muy detenidamente—, podrías escribir sobre tus amores...

—¡Anda, abuela...!

—Mujer, no pongas esa cara. Lo digo por la tapa tan rosa... Claro que, con esta mancha violeta, se me ocurre que podrías hacer un diario feminista.

—¿Un qué? —La miro como si se hubiera vuelto loca.

—Sí, mujer. Podrías escribir todo lo que vieses a tu alrededor que fuera machista, es decir, cualquier situación o actitud de la vida pública o privada en que las mujeres son consideradas seres inferiores a los hombres.

—¿Y qué tiene que ver el color violeta con todo esto?

—El violeta es el símbolo del feminismo,* de las personas que luchan por conseguir que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres. Se tomó este color en memoria de unas obreras de Estados Unidos que, por defender sus derechos, murieron quemadas en una fábrica mientras cosían telas de color violeta.

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