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María Murnau - Manual para incendiar el paraíso

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María Murnau Manual para incendiar el paraíso
  • Libro:
    Manual para incendiar el paraíso
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2020
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Manual para incendiar el paraíso: resumen, descripción y anotación

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«No seas tan radical», «No te metas en política», «Modera tu lenguaje», «No seas tan contundente», «No puedes cambiar el mundo»… Nos enseñaron que no merece la pena vivir luchando, que la vida está para disfrutarla, pero ¿cómo podemos disfrutar de la vida en una jaula? Tras años buscando mi libertad me di cuenta de que somos muchas las que estamos en ese camino. No nos queda otra que levantarnos y gritar juntas como hermanas que no vamos a conformarnos con promesas de cambios que nunca llegan. Vamos a incendiar ese paraíso de cartón piedra donde nos encerraron.

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María Murnau activista feminista de origen andaluz es conocida por ser la - photo 1

María Murnau, activista feminista de origen andaluz, es conocida por ser la creadora del proyecto Feminista Ilustrada. Su lucha contra el machismo la ha llevado a impartir talleres y ponencias sobre feminismo por toda España, colaborando en campañas contra la violencia machista.

Graduada en Comunicación audiovisual en la Universidad de Sevilla, Máster en Género por la Universidad de Cádiz. Actualmente cursa el Máster en Innovation & Customer Experience de EAE Business School. Creó Feminista ilustrada a finales de 2015 y desde entonces ha trabajado con todo tipo de entidades en campañas de sensibilización contra la violencia machista y con perspectiva feminista. Es activista feminista, escritora, ilustradora y también se dedica a dar conferencias y talleres por todo el país.

A todas las mujeres que han dejado huella en mi vida.

1. Rebel rebel

Sinceramente me siento estafada con esto de ser mujer Nadie te advierte antes - photo 2

Sinceramente, me siento estafada con esto de ser mujer. Nadie te advierte antes de nacer sobre la letra pequeña del contrato: exigencias físicas, techo de cristal, acoso, hipersexualización… Estaría bien que nos mostraran un vídeo explicativo en la niñez sobre qué implica ser hombre o mujer. Una lista de pros y contras, como la que haces cuando no sabes si dejar a tu churri, pero en formato teletienda.

Aunque quizás así nos habríamos extinguido hace bastante. ¿Quién hubiera elegido ser mujer hace siglos? Básicamente solo tenías dos opciones en la vida: ser esclava de tu marido o de tus clientes puteros. También podías ser monja, claro; no suena muy atractivo, pero al menos ahí no estabas al servicio de un hombre. Bueno, sí, de Dios, pero a ese no tenías que lavarle los calzoncillos.

Ser mujer hasta hace muy poco era terrible. Hubo lugares y siglos peores que otros, por supuesto, pero ninguno se salva. A lo largo de la Historia hemos sido propiedades que han pasado de padres a maridos como monedas de cambio. Y como buenas propiedades, había que tenerlas bonitas para sacar partido. Además, los objetos no piensan, por eso la autonomía, la autosuficiencia, el intelecto y el éxito estaban reservados para el terreno masculino, o eso creían ellos.

Las mujeres vivimos muchos años de opresión. Una situación que no veíamos, que nuestra mente, codificada por un patriarcado esclavista, no era capaz de reconocer. Ya se encargaron ellos de alargar esto durante siglos haciendo que no tocáramos un libro. Primero con la prohibición expresa: «Las mujeres son tontas, no pueden estudiar». Después, cuando se dieron cuenta de que, quizás, al final de todo no éramos tan tontas, nos intentaron convencer de que sí que podíamos, pero que no era para nosotras.

Según ellos nuestro papel era cuidar de la familia, sonreír y, como mucho, tocar la pianola, una vida súperdivertida y gratificante. Todo el día limpiando la casa, o supervisando a las criadas si eras rica, esperando a que tu maridito volviera a casa, para que te ignorara por completo. Así un día tras otro.

Menos mal que hubo unas cuantas que pasaron de esa vida tan aburrida y repetitiva, y nos fueron abriendo camino. Poco a poco se colaron en escuelas de arte, universidades y campos de batalla. Luchando, descubriendo, innovando, creando, unas veces como «compañeras de» y otras a escondidas en una biblioteca. Desde científicas hasta piratas, pasando por pintoras y guerreras.

El problema era que, si eran pocas las que conseguían escalar los muros, eran menos todavía las que conseguían dejar constancia de sus hazañas.

Ojalá estas mujeres hubieran tenido Instagram:

Hipatia

Profesora de filosofía y matemáticas en Alejandría. Me encanta viajar.

«Foto de ayer con mis alumnos hablando del movimiento del sol: D #Amigos #Cervecita #Solecito #Selfie»

Zenobia

Reina de Palmira. Amante de los animales y los templos.

«Mirad cómo están quedando las obras, que se prepare Egipto que la semana que viene voy con mi ejército a conquistarlos. #Conquistando #PaMalaYo #QueMalaEsLaEnvidia»

Nakano

Entrenadora de 3.º de samurái en @AizuGimnasios

«Nueva armadura para el entrenamiento de esta tarde con mis chicas ;) #SamuraiWoman #NuevoOutfit #LucharEsDeGuapas»

Hedy

Inventora y actriz. Austriaca en Hollywood.

«Día agotador de rodaje y laboratorio, prontito os contaré novedades :O #GirlPower #Ciencia #OdioLosLunes»

Una forma muy efectiva de convencernos de que no valíamos para todo eso era borrarnos de los libros de Historia. ¿A cuántas mujeres teníais en los libros del colegio? Yo a ninguna. Y no puedes soñar con ser algo que no has visto nunca, dicen. Pero unas cuantas mujeres lo lograron y podemos decir orgullosas que ahora hay presidentas, dueñas de empresas, catedráticas y astronautas.

¡SOLO NOS QUEDA SUCEDER AL PAPA, AMIGAS!

Yo de pequeña no llevaba muy bien lo de comportarme como una chica. Básicamente, no me daba la gana. No soportaba los vestidos, las muñecas, el rosa… todas esas cosas que te dicen que son para ti por haber nacido con vagina. En cambio, era la más feliz del mundo con una espada, una pistola y un balón. Me sentía el ama del universo con una katana de juguete en la mano, correteando por mi campo y el de los vecinos, construyendo guaridas secretas.

Solo he encontrado una foto mía de pequeña donde no tuviera una de esas tres cosas, y es una en la que salía con un cubito de fregona de juguete. Sí, señores y señoras, un minicubito de colores con su fregonita a juego. Al parecer yo lo había pedido y estaba encantada con él. Y diréis: ¿qué hay de malo en tener un juguete como ese? Cómo somos de pesadas las feministas…

Por suerte yo no me crie rodeada de carritos de bebés y estuches de maquillaje, y a mi alrededor las mujeres estudiaban y trabajaban. Era una familia estándar de principios de la década de 1990. Una sociedad que había logrado la igualdad legal, donde ellas ya podían hacer todo igual que los varones.

Pero hay un problema: la educación no solo la dan las familias. Además, no puedes eliminar de un plumazo una mentalidad machista, mucho más arraigada a nuestra cultura por los cuarenta años de dictadura que padecieron las generaciones anteriores. Las películas, la televisión y todo lo que ves por ahí dejan claro lo que pertenece a cada sexo. Ese cubito por sí mismo no tenía un gran significado, lo que en realidad importa es: ¿me lo habrían regalado si hubiera sido un niño? Por supuesto excepciones hay en todo, pero es obvio que la respuesta es no.

Tengo muchos recuerdos negativos relacionados con identificarme más con lo típicamente masculino. El primero es sentirte diferente de forma constante, algo muy difícil de llevar con cinco o seis años. Aunque he de decir que eso también estaba potenciado por mi situación familiar y donde vivía.

La ciudad donde crecí, San Fernando, está al lado de Cádiz, una zona muy bonita pero muy pobre de la costa sur de Andalucía. Es algo pequeña y con gran influencia militar, por lo que hay muchos aires de grandeza, herencia del franquismo, que rozan, o más bien, bucean en lo rancio. En general tiene una mentalidad de pueblo, sobre todo en la época en la que mi madre se separó. Allí los matrimonios no se divorciaban, eso estaba muy mal visto. Ellas aguantaban el tipo eternamente mientras ellos vivían la vida. Todo muy sensato.

Mi madre fue un bicho raro por haber dicho «hasta aquí», y llevó esa etiqueta mucho tiempo. Además, cuando pasó todo eso yo vivía en el único bloque de viviendas que había frente a la plaza principal del pueblo, donde estaba también el Ayuntamiento. Era el epicentro de la vida social, por lo que todo el mundo podía saber con facilidad cuándo y con quién entraba en mi casa, también durante la adolescencia. Era la comidilla del barrio, y por entonces era bastante reconocible, ya que tengo una hermana gemela y de pequeñas siempre íbamos juntas.

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