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Valérie Trierweiler - Gracias por este momento

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Valérie Trierweiler Gracias por este momento

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Pero la política es una pasión devoradora Franois Hollande empezó desde muy - photo 1

Pero la política es una pasión devoradora. François Hollande empezó desde muy abajo, y sin embargo acabó siendo elegido presidente de la República. Y me arrastró con él. El poder es una prueba para quien lo ejerce, pero también para su familia y amigos. En el Eliseo a veces me sentía ilegítima; otras, como en un reportaje. La chica de barrio obrero convertida en primera dama, quién lo hubiera pensado. Me enteré de la infidelidad del hombre con quien había compartido mi vida durante los últimos años por la prensa, como todos. Las fotos dieron la vuelta al mundo mientras yo estaba en el hospital, sedada. Y el hombre al que amaba anunció nuestra ruptura a través de un escueto comunicado que él mismo dictó a la agencia de noticias AFP, como si se tratara de un asunto de Estado. Todo lo que he escrito en este libro es verdad. He sufrido demasiado por las mentiras como para inventarlas yo.

Valérie Trierweiler Gracias por este momento ePub r11 SoporAeternus 020315 - photo 2

Valérie Trierweiler

Gracias por este momento

ePub r1.1

SoporAeternus 02.03.15

Título original: Merci pour ce moment

Valérie Trierweiler, 2014

Traducción: Marta Armengol Royo & Rosa Alapont

Diseño de cubierta: SoporAeternus

Editor digital: SoporAeternus

ePub base r1.2

A vosotros tres a mis tres a ellos tres PRÓLOGO T endrás que lavar los - photo 3

A vosotros tres,

a mis tres,

a ellos tres

PRÓLOGO

«T endrás que lavar los trapos sucios», fue el consejo que recibí de Philippe Labro tras la elección de François Hollande. Siento un gran respeto por Philippe, escritor y hombre de prensa, pero no supe hacerle caso. Me costaba decidirme a mostrarme como soy. No estaba dispuesta a desvelar los detalles de mi vida, mi familia, o mi relación con el presidente. Hice todo lo contrario: lo guardé todo bajo llave, bien encerrado.

Sin embargo, los periodistas necesitaban cosas de las que escribir y hablar. Por ignorancia, o tal vez por ganas de escándalo, construyeron el retrato de una mujer que no se parecía en nada a mí. Aparecieron una veintena de libros, decenas de portadas de revistas, miles de artículos. Espejos de feria que ofrecían una imagen deformada, construida a base de conjeturas y habladurías, cuando no de pura fabulación. Esa mujer de la que hablaban tenía mi nombre y mi cara, pero yo no la reconocía. Tenía la sensación de que no era solo mi vida privada lo que me robaban, sino mi persona.

Me creía capaz de resistir lo que fuera; me sentía protegida. Pero a medida que los ataques contra mí se hacían más violentos, más me encerraba en mí misma. Los franceses vieron cómo mi rostro se paralizaba, a veces incluso se crispaba. Y no sabían por qué. Llegó un momento en el que apenas me atrevía a salir a la calle ni a enfrentarme a las miradas de los transeúntes.

Y luego, en el transcurso de unas pocas horas en enero de 2014, me destrozaron la vida y mi futuro saltó por los aires. Me quedé sola, aturdida, atenazada por la tristeza. Me di cuenta de que la única forma de recuperar el control sobre mi vida era hablar. Nadie me comprendía, mi reputación había sido mancillada.

Decidí derribar los muros que había construido a mi alrededor y tomar la pluma para contar mi historia, la verdadera. Aunque nunca había dejado de luchar por proteger mi vida privada, ahora tenía que liberar una parte, mostrar algunas claves sin las cuales nada resultaba comprensible. En esta historia delirante, todo tiene sentido. Y yo tengo una gran necesidad de contar la verdad para superar esta prueba y salir adelante. Se lo debo a mis hijos, a mi familia, a los míos. Escribir se ha convertido en una cuestión vital. Durante meses, día y noche, en el silencio, he «lavado los trapos sucios».

«El silencio del ser amado es un crimen tranquilo.»

Tahar Ben Jelloun

E l primer mensaje me llega el miércoles por la mañana. Una amiga periodista me avisa: « Closer saldrá el viernes con François Hollande y Julie Gayet en portada». Le respondo lacónicamente, casi sin inmutarme. Hace meses que el rumor me envenena la vida. Va, viene, y yo no acabo de creerlo. Le menciono el mensaje a François, sin más comentarios. Él me responde enseguida:

—¿Quién te ha dicho eso?

—No importa, lo que importa es saber si tienes algo de lo que arrepentirte.

—Nada.

Y yo me quedo tranquila.

A lo largo del día, el rumor no hace más que crecer. François y yo hablamos por la tarde y cenamos juntos sin sacar el tema. Ese rumor ya había sido causa de varias discusiones entre nosotros y es inútil insistir. A la mañana siguiente recibo un nuevo mensaje de otra periodista amiga mía: «Hola, Val. El rumor Gayet vuelve, va a ser portada de Closer mañana, pero ya debes de estar al corriente». De nuevo, transmito el mensaje a François. Esta vez no recibo respuesta alguna. Está de viaje cerca de París, en Creil, por un asunto del Ejército.

Le pido a uno de mis viejos compañeros periodistas, que conserva contactos con el mundo de la prensa rosa, que esté al tanto. Mientras, en el Palacio del Elíseo, las llamadas telefónicas procedentes de las redacciones se disparan. Todos los consejeros de comunicación de Presidencia se ven asediados por las preguntas de los periodistas sobre esta hipotética noticia.

Paso la mañana hablando con mis allegados. Está previsto que me una al equipo de la guardería del Elíseo en un almuerzo preparado por el cocinero de los niños, un ritual que habíamos iniciado el año anterior. Una docena de mujeres cuidan de los hijos del personal y de los consejeros de Presidencia. Un mes antes, habíamos celebrado juntos la Navidad con los padres de la guardería. François y yo repartimos los regalos; él se marchó deprisa y, como siempre, yo me quedé un rato más a hablar con todo el mundo, feliz en ese remanso de paz.

Me apetece mucho asistir a ese almuerzo, pero me siento agobiada, como si presintiera un peligro inminente. La directora de la guardería nos espera en la puerta, al otro lado de la calle del Elíseo. Me acompaña Patrice Biancone, un antiguo colega de Radio France Internationale, que se ha convertido en mi fiel jefe de gabinete. Al llegar, me saco del bolsillo mis dos teléfonos móviles: uno para el trabajo y la vida pública; el otro para François, mis hijos, mi familia y mis amigos más cercanos. La mesa está engalanada como si fuera un día de fiesta, todos los rostros se muestran alegres. Disimulo mi inquietud y dejo el teléfono privado sobre la mesa, cerca de mi plato. Fred, el cocinero, nos sirve la comida mientras las mujeres de la guardería se turnan alrededor de la mesa para ocuparse del cuidado de los pequeños.

En 2015, la guardería del Elíseo cumplirá treinta años, después de haber acogido a casi seiscientos niños, entre los que se cuentan los hijos de François cuando era consejero en el Palacio del Elíseo. Por aquel entonces, como el resto de empleados del Palacio, todas las mañanas dejaba a sus hijos pequeños en la guardería. Para celebrar el aniversario, se me ocurre reunir a todos los antiguos alumnos. Después de pasar veinticuatro años como periodista en Paris-Match , no me cuesta imaginar la bonita foto que podía sacarse de esa multitud en el patio del Elíseo. Queremos bautizar la guardería con el nombre de Danielle Mitterrand, que la fundó en octubre de 1985. Como nueva embajadora de la Fundación Danielle Mitterrand, debo ocuparme del aniversario. Prometo escribir una nota a la directora del gabinete de François Hollande para que apruebe el proyecto y nos asigne un presupuesto.

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