Annotation
Mi abuelo no es sólo una novela (y añadiríamos: una pequeña obra maestra), sino también el retrato de toda una generación, la de los nacidos a finales de la década de 1960 en un mundo en continua transformación, hecho de escay y de formica, de televisión y canción ligera. Es más, este libro de la joven escritora francesa Valérie Mréjen logra, mientras retrata a esa generación, dibujar al mismo tiempo, con pocos trazos, con las palabras justas, un verdadero retrato familiar, y no sólo de una familia real, la suya propia, sino de otras muchas familias posibles. Amores y desamores, divorcios, sospechas de incesto... Una educación sentimental que va más allá de lo puramente iniciático, de la llamada novela de formación; la historia de una chica llamada Valérie en medio de abuelos reales y abuelas falsas, de tíos y tías de apodos imposibles, de frases también «familiares» que nos hacen soltar la carcajada. Sí, una novela llena de carcajadas pero con un regusto amargo.
Valérie Mréjen
MI ABUELO
PERIFÉRICA
TRADUCCIÓN DE SONIA ORTEGA
Editorial Periférica
Primera edición: mayo de 2007
Título original: Mon grand-pére
Esta obra se ha beneficiado del p.a.p. García Lorca, Programa de Publicación del Servicio Cultural de la Embajada de Francia en España y del Ministerio francés de Asuntos Exteriores.
© Editions Allia, París, 1999
© de la traducción, Sonia Hernández Ortega, 2007
© de esta edición, Editorial Periférica, 2007
ISBN: 978-84-935492-3-7
Depósito legal: cc-143-2007
El editor autoriza la reproducción de este libro, total o parcialmente, por cualquier medio, actual o futuro, siempre y cuando sea para uso personal y no con fines comerciales.
MI ABUELO
Mi abuelo llevaba a sus amantes a casa y hacía el amor con ellas metiendo a mi madre en la misma cama. Era el segundo marido de mi abuela. Ella pidió el divorcio. Tras hacer como que se suicidaba con un cuchillo de cocina, él aceptó amablemente. Mi abuela se volvió a casar con un gigoló y mi abuelo contrajo matrimonio con su secretaria, treinta años más joven que él. De viaje de bodas la envió de vacaciones con mi madre, pues sus negocios le retenían en París y no podía permitirse tomar un respiro así como así. Mi abuelo se quiso vengar de mi abuela por haberle abandonado. Se le ocurrió denunciar a su ex suegro ante Hacienda para que le sometieran a una inspección fiscal. El padre de mi abuela, que debía mucho dinero, se tiró desde la Torre Eiffel. De la unión de mi abuelo y su esposa nació una niña. Cuando llevaba a sus amantes a casa, mi abuelo hacía el amor con ellas metiendo a mi tía en la misma cama. En ese tiempo, el tercer marido de mi abuela comenzaba a interesarse por mi madre, que era joven, bonita e ingenua. Al final se largó con una azafata de vuelo a quien había golpeado con el coche y de la que se enamoró mientras rellenaban el parte amistoso. Mi abuela se tiró por la ventana de su apartamento. Poco más tarde, la segunda esposa de mi abuelo se suicidó saltando desde lo alto del edificio donde vivía. Mi abuelo rehízo su vida con una señora que se llamaba Jeanine, pero que nosotros llamábamos Lolotte. Lolotte cambiaba de color de pelo cada dos por tres. Murió de un cáncer de pulmón. Mi abuelo se puso casi tan triste como el día en que perdió a su perro, Xénophon.
A mi abuelo le salía muy bien la salsa bearnesa. Nos la hacía cada vez que íbamos a comer con él; con carne y patatas fritas. Como aperitivo ponía a menudo paté de sardina con tostadas.
El televisor estaba colocado sobre una especie de mueble estilo Imperio que servía para guardar los licores.
(Creo que a mi abuelo le gustaba bastante tomar el aperitivo, porque recuerdo que muchas veces olía a whisky.)
Cubría su cama con una piel sintética de color negro, y en la pared tenía el dibujo de un caballo visto de frente. Tenía también un calendario con fotos de mujeres desnudas que él simulaba esconder, pero dejaba asomar bajo la cama. A mi abuelo le gustaba hablar de las mujeres calibrando si eran o no asequibles, y se deleitaba contando chistes obscenos mientras comíamos.
Se dice que dejó embarazada a una criada de sus padres, la cual perdió el empleo y se marchó a criar a su hijo sola.
Al parecer, era una niña, el vivo retrato de mi madre en rubia.
Cuando mi madre era pequeña, un día tuvo el atrevimiento de escupir las lentejas en la mesa. Mi abuelo le gritó de tal forma que quedó traumatizada.
Cuando tenía dieciséis años, mi madre se enamoró de un amigo de la familia. Un día, ese amigo llamó a mi abuelo para contarle cosas terribles e insultantes. El primer impulso de mi abuelo fue pasar el auricular a mi madre para ver la decepción en su rostro.
Mi abuelo era muy severo con las buenas maneras en la mesa. Nos miraba con ojos desorbitados si agitábamos los cubiertos al hablar.
Cuando quería mostrar desprecio por alguien que no fuera de su agrado, mi abuelo lo tildaba de «ese señor». Decía: «No quiero tener nada que ver con ese señor».
En el baño, los grifos estaban demasiado cerca de la pila, de forma que era imposible lavarse las manos. Había que pegarlas a la loza y retorcer las muñecas.
Había una especie de alfombrilla de goma con motivos de huellas de pies en el fondo de la bañera.
Mi abuelo nos amenazaba diciéndonos que nos iba a amasar la celulitis.
La hermana de mi abuelo se llama Nicole, pero su apodo es Ligou.
La tía Ligou es muy rica, vive en el distrito dieciséis, donde comparte piso con su teckel.
Estuvo casada con un hombre que ya murió, pero que se llamaba Roger.
Roger regentaba una tienda de calzado en los Campos Elíseos e iba todos los días a tomar un whisky a Fouquet’s. Tenía los ojos pálidos y la mirada estúpida. Roger y Ligou pasaban el mes de julio en Deauville y el de agosto en Cannes. No les gustaba variar.
Mi abuela estuvo casada antes de conocer a mi abuelo, cuando era joven. Tuvo un hijo, que se llama Bernard.
Bernard se casó con Josiane. Tuvieron dos hijos.
Josiane utiliza un maquillaje que se nota de lejos y se embadurna las pestañas de rímel azul fuerte. Lleva un abrigo de piel de zorro adornado con colas de mapache. Tiene el pelo rubio natural.
Mi madre tenía unos tíos, tío Fred y tía Simone, que eran propietarios de una tienda de ropa en Levallois. Vendían trajes, camisas, corbatas, calcetines, jerseys de escote en pico y pañuelos de seda. Tío Fred llevaba dentadura postiza y tía Simone se echaba spray de color violeta en el pelo. Tenían una hija, Michéle, a quien llamábamos Mimiche, y que estaba casada con un tal Serge. Mimiche y Serge habían adoptado a una niña porque no podían tener hijos. La niña tenía muchos problemas.
Mimiche hablaba y fumaba mucho. Parecía estar siempre contenta, al contrario que su marido, que tenía pinta de aburrirse como una ostra. Recuerdo que ella llevaba solamente joyas de oro, porque era alérgica a los demás metales.
Mi padre y mi madre se conocieron en una mesa redonda de un club de encuentros. Enseguida empezaron a salir.
Mi padre fue presentado a la familia de mi madre. Allí estaba mi abuelo, rondando los sesenta, acompañado de su futura mujer de treinta años; el tercer marido de mi abuela; el padre del tercer marido; Bernard, Josiane y mi abuela.
Le sometieron a un interrogatorio. Le hicieron todo tipo de preguntas acerca de su situación, su origen social y sus estudios. Mi abuelo objetó que, en cualquier caso, era demasiado viejo para su hija. Pero enseguida advirtieron que estaba mal informado: en la policía le habían dado la fecha de nacimiento del hermano mayor.