Título original: Radical Acceptance
Traducción: Alejandro Pareja
Diseño de cubierta: Rafael Soria
© 2003, Tara Brach
Los derechos de esta obra son administrados por Silvia Bastos, S.L., agencia literaria, junto con Anne Edelstein Literary Agency LLC
De la presente edición en castellano:
© GAIA Ediciones, 2013
Alquimia, 6
28933 Móstoles (Madrid) -E SPAÑA
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e-mail:
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Primera edición: enero de 2014
Depósito legal: M. 182-2014
I.S.B.N.: 978-84-8445-505-9
Impreso en España por: Artes Gráficas COFAS, S.A. - Móstoles (Madrid)
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Índice
A mis padres, que han llenado de gracia mi vida con sus corazones generosos y cargados de amor.
Reflexiones y meditaciones dirigidas
U NO | Reconocer el trance de la falta de valía |
D OS | La práctica del vipassana (atención clara) |
T RES | La pausa sagrada |
C UATRO | El poder del «sí» |
Afrontar la dificultad y asignar nombre a lo que es cierto |
Abrazar la vida con una sonrisa |
C INCO | Desarrollar una presencia corpórea |
La Aceptación Radical del dolor |
S EIS | El «no hacer» |
Descubrir tu anhelo más profundo |
S IETE | Recibir el miedo |
O CHO | Convertirse en acogedor del sufrimiento |
Invocar la presencia del Amado |
N UEVE | El tonglen - Despertar el corazón de la compasión |
D IEZ | Cultivar un corazón que sabe perdonar |
Despertar la bondad amorosa |
O NCE | Comunicarse con consciencia |
D OCE | ¿Quién soy yo? |
Más allá de las ideas de hacer el bien y hacer el mal, hay un prado. Te espero allí.
Cuando el alma se tiende en esa hierba, el mundo es tan pleno que no hay que hablar. Ni las ideas, ni las palabras, ni siquiera el concepto de «el otro» tienen sentido.
R UMI
P REFACIO DE
Jack Kornfield
E L LIBRO QUE TIENES EN LAS MANOS te presenta una hermosa propuesta: la de que recuerdes que puedes vivir tu vida con el corazón sabio y tierno de un Buda. Tara Brach nos brinda generosamente en Aceptación Radical tanto palabras sanadoras como comprensión transformadora, fruto de sus muchos años de experiencia como maestra de meditación muy querida por sus discípulos y como psicoterapeuta. Tara se ha sumido en la labor diaria de recuperar la dignidad humana a base de compasión y de perdón de corazón, y gracias a ello sus enseñanzas son cercanas y tangibles; disuelven las barreras que nos impiden estar plenamente vivos.
En esta sociedad moderna, estresada y competitiva, que ha favorecido los sentimientos de falta de valía, la autocrítica y la pérdida del sentido de lo sagrado por parte de tantas personas, los principios de la Aceptación Radical que se exponen en este libro resultan esenciales para recuperar una vida llena de gozo y de liberación. El libro, por medio de interesantes relatos y relaciones de los casos de los discípulos y pacientes de Tara, del propio viaje personal de esta y de las prácticas claras y sistemáticas que describe, nos enseña modos sabios para nutrirnos a nosotros mismos, transformar nuestras penas y recuperar nuestra plenitud.
Lo que es más importante todavía: este libro, Aceptación Radical, nos despierta de nuevo a nuestra naturaleza búdica, a esa felicidad y libertad fundamentales a las que tenemos derecho inalienable todos los seres humanos. Lee sus páginas despacio. Acoge en tu corazón sus palabras y sus prácticas. Deja que te guíen y que te bendigan en tu camino.
Centro Spirit Rock,
febrero de 2003
ACEPTACIÓN RADICAL
P RÓLOGO
«Hay algo malo en mí»
C UANDO YO ESTUDIABA EN LA UNIVERSIDAD , me fui de excursión de fin de semana a la montaña con una amiga mayor que yo y más prudente, que tenía veintidós años. Montamos la tienda y nos sentamos a la orilla de un arroyo, donde nos pusimos a contemplar los remolinos del agua entre las piedras y a hablar de nuestras vidas. En un momento dado, mi amiga me contó que estaba aprendiendo a ser «su propia mejor amiga». Entonces me invadió una oleada enorme de tristeza y me puse a sollozar. Yo era lo opuesto a mi propia mejor amiga. Me acosaba constantemente un juez interior, despiadado, incansable, mezquino, acosador, invisible en muchas ocasiones, pero que siempre estaba de guardia.Yo sabía que sería incapaz de tratar nunca a un amigo o amiga como me trataba a mí misma, sin ninguna piedad ni bondad.
Me regía por el supuesto de que «hay algo eminentemente malo en mí» y me esforzaba penosamente por controlar mi yo, que me parecía esencialmente defectuoso. Me aplicaba al máximo en los estudios, participaba en política con fervor y me entregaba a una vida social muy plena. Evitaba el dolor (produciéndome más todavía) con mi adicción a la comida y mi obsesión por el éxito. A veces buscaba placeres sanos (en la naturaleza, con amigos), pero también sentía cierto impulso que me llevaba a buscar emociones en las drogas, el sexo y otras aventuras. El mundo veía en mí a una persona que funcionaba muy bien. Pero por dentro estaba angustiada, obsesionada y, en muchas ocasiones, deprimida. No me sentía en paz con ningún aspecto de mi vida.
Este sentimiento de no estar bien venía asociado a mi soledad profunda. Durante mi primera adolescencia imaginaba a veces que vivía dentro de una esfera transparente que me separaba de la gente y de la vida que me rodeaba. Cuando me sentía bien conmigo misma y a gusto con los demás, la burbuja adelgazaba hasta que era como una nubecilla invisible de gas. Cuando me sentía mal conmigo misma, las paredes de la burbuja se volvían tan gruesas que me daba la impresión de que las demás personas podrían verlas. Presa allí dentro, me sentía vacía y dolorosamente sola. Esta fantasía se me fue desvaneciendo un poco con la edad, pero yo seguía viviendo con el miedo a fallar a alguien o a que me rechazaran a mí.
Con mi amiga de la universidad, la cosa era distinta: tenía la suficiente confianza en ella para abrirme por completo.A lo largo de los dos días siguientes que pasamos recorriendo los altos riscos de la montaña, hablando con ella a veces, sentadas en silencio otros ratos, empecé a darme cuenta de que por debajo de todas mis oscilaciones del estado de ánimo, de mi depresión, de mi soledad y de mis conductas adictivas se ocultaba y acechaba aquella sensación de sufrir graves carencias personales. Tuve un primer atisbo claro de un núcleo interior de sufrimiento que volvería a visitar una y otra vez a lo largo de mi vida. Aunque me sentía desnuda y magullada, supe por intuición que al hacer frente a aquel dolor estaba tomando el camino de la curación.