En 1923, en plena lucha contra las artimañas y maniobras de Stalin en el Partido Bolchevique, Trotsky dedicó parte de su tiempo (a pesar de su enfermedad) a reflexionar y realizar un verdadero «trabajo de campo» (basado en entrevistas y reuniones con militantes de un distrito de Moscú) sobre los desafíos que el estado obrero, el período de transición al socialismo, debía enfrentar en la vida cotidiana. El dirigente del Soviet de Petrogrado en 1905 y 1917, el organizador del comité militar insurreccional (principalmente sobre la base de los consejos de fábrica), el organizador y dirigente del Ejército Rojo demostraba, una vez más, su capacidad para pegarse a la realidad cotidiana de la clase obrera y de las más amplias masas para elevarse después a niveles de generalización realmente magistrales; el método del materialismo dialéctico se encarnó en su pensamiento de forma profunda.
En Problemas de la vida cotidiana Trotsky detecta, señala y propone medidas contra el proceso molecular de burocratización (que derivaría en degeneración) de la sociedad que encarnaba al primer estado obrero de la historia. Y lo hace en el ámbito más profundo y significativo de toda sociedad: en el de la «vida cotidiana» bajo casi prácticamente todos sus diversos aspectos. En esta pequeña obra maestra, de la que al igual de la de Engels La situación de la clase obrera en Inglaterra deberían aprender algo los «sociólogos» y «antropólogos», Trotsky denuncia las tendencias burocratizantes como contrapuestas a la marcha hacia el socialismo. En un ejercicio ejemplar de análisis dialéctico establece la íntima conexión entre estado obrero, partido revolucionario, gobierno obrero y campesino, clases y capas sociales y el individuo. Basta una cita de la obra que presentamos para demostrar esto: «El estado obrero es la estructura material, no la estructura misma.»
Leon Trotsky
Problemas de la vida cotidiana
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Moro29.07.14
Título original: Problemas de la vida cotidiana
Leon Trotsky, 2004
Traducción: Grupo de Traductores de la Fundación Federico Engels
Editor digital: Moro
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L EV D AVIDOVICH B RONSTEIN (Yanovka, Ucrania, 1877 - Coyoacán, México, 1940). Más conocido como León Trotsky fue un revolucionario ruso. Nació en una familia judía de labradores propietarios y estudió Derecho en la Universidad de Odessa. Participó desde joven en la oposición clandestina contra el régimen autocrático de los zares, organizando una Liga Obrera del Sur de Rusia (1897).
Fue detenido varias veces y desterrado a Siberia; pero consiguió huir de allí en 1902 y se unió en Londres al que ya aparecía como jefe de la oposición socialdemócrata en el exilio: Lenin. Aunque discrepaba de su concepción autoritaria del partido, colaboró con él e intentó en vano reconciliar a la facción que dirigía (los bolcheviques) con la facción rival de la socialdemocracia rusa (los mencheviques).
Regresó a Rusia para participar en la Revolución de 1905 (en la cual organizó el primer sóviet o consejo revolucionario). Al fracasar la revolución, fue deportado otra vez a Siberia y nuevamente se escapó (1906). Tras recorrer medio mundo entrando en contacto con los focos de conspiradores revolucionarios, se trasladó a Rusia en cuanto estalló la Revolución de febrero de 1917, que derrocó a Nicolás II.
Lenin le señaló como su sucesor antes de morir en 1924; pero la ambición de Stalin, que contaba con fuertes apoyos en el aparato del partido, le impidió acceder al poder. Trotski defendía la idea de la «revolución permanente» como vía de realización de los ideales marxista-leninistas (extendiendo gradualmente la Revolución a Alemania y a otros países); mientras que Stalin le opuso la concepción más conservadora de consolidar el «socialismo en un solo país». Las diferencias ideológicas, sin embargo, eran poco más que un pretexto para Stalin, que maniobró hábilmente en busca de aliados y después se deshizo de ellos (incluso físicamente); con estas maniobras consiguió apartar a Trotski de la dirección en 1925, expulsarle del partido en 1927, deportarle a Kazajistán en 1928 y desterrarle del país en 1929.
Trotski no cejó en su lucha revolucionaria, que canalizó desde el exilio escribiendo en defensa de sus ideas (obras como La revolución permanente, 1930; o la Historia de la Revolución Rusa, 1932) y encabezando una corriente comunista disidente (agrupada en la Cuarta Internacional desde 1938). Stalin le hizo asesinar por un agente soviético (Ramón Mercader).
Notas
[1] Es útil recordar aquí la definición del «militantismo cultural» que doy en mis Pensamientos sobre el partido: «Al nivel de su realización práctica, la revolución parece haberse «desparramado» en tareas particulares: hay que reparar los puentes, enseñar a leer y a escribir, disminuir el costo de la fabricación de las botas en las fábricas soviéticas, luchar contra la suciedad, capturar a los estafadores, llevar la electricidad a los campos, etc. Algunos intelectuales burdos, que tienen la mente al revés (de ahí, por lo demás, que se consideren poetas y filósofos), ya han hablado de la revolución con una grandiosa condescendencia: aprende uno —dicen— a vender (qué chusco) y a coser botones (qué risa). Pero dejemos a estos habladores hablar en el vacío. Desempeñar un trabajo puramente práctico y cotidiano en el dominio de la economía y la cultura soviéticas —aun en el del comercio al por menor— no significa en modo alguno ocuparse en cosas secundarias ni implica por necesidad una mentalidad de tacaño.
Cosas secundarias sin grandes cosas, las hay a granel en la vida humana. Pero en la historia nunca se hacen grandes cosas sin pequeñas. Con más precisión: las pequeñas cosas, en una gran época, integradas a una gran obra, dejan de ser pequeñas.
«Entre nosotros, se trata de la construcción de la clase obrera que, por primera vez, construye para ella y según su propio plan. Este plan histórico, todavía sumamente imperfecto y confuso, debe englobar en un conjunto creativo único todos los elementos, aun los más insignificantes, de la actividad humana.
«Todas las tareas secundarias y aisladas —hasta el comercio soviético al por menor— son parte integrante de la clase obrera dominante que trata de vencer su debilidad económica y cultural.
«La construcción socialista es una construcción planeada de gran envergadura. A través del flujo y el reflujo, de los errores y virajes, de los meandros de la NEP, el partido lleva adelante su plan, educa a la juventud en el espíritu de este plan, enseña a cada uno a vincular su actividad particular a la obra general, que exige hoy que sean cosidos con cuidado los botones soviéticos y que mañana pedirá morir valerosamente bajo la bandera del comunismo.
«Debemos exigir, y exigiremos, de parte de nuestra juventud, una especialización superior y profunda; tendrá pues que despojarse del principal defecto de nuestra generación, que se las da de saber todo y cómo hacer todo; pero se tratará de una especialización al servicio del plan general, pensado y aceptado por cada cual en particular». (LT)