Colección: Hacer Familia
Director de la colección: Fernando Corominas
© Pablo Garrido Gil, 2007
© Ediciones Palabra, S.A., 2007
Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España)
Telf.: (34) 91 350 77 20 - (34) 91 350 77 39
www.palabra.es
Diseño de cubierta: Marta Tapias
Fotografía de portada: Archivo Hacer Familia
ISBN eBook: 978-84-9840-719-8
ePub: Publidisa
Todos los derechos reservados.
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.
I ntroducción
¿Por qué un libro sobre el orden?
Pensamos que la educación en el orden es un aspecto sumamente importante por sus múltiples implicaciones y porque es esencial de cara a plantear un proyecto de formación integral para una persona.
Cuando hablamos del orden, estamos hablando de algo que afecta de modo radical a todas las esferas de la vida del hombre. Nada hay en la naturaleza que escape a ese orden al que todo debe someterse, y por ello decimos que existe un orden en la moral, en el amor, en la justicia, etc.
Muchas veces, por considerarlo más práctico se ha incluido el orden dentro del conjunto de las virtudes humanas, como si se tratara de una virtud moral más que el hombre debe procurar afianzar en su vida. Pero nos parece que, en este punto, debemos aquí precisar un poco más: el orden no es propiamente una virtud moral, sino el sustento o fundamento de todas las virtudes («Virtud sin orden, rara virtud»). El orden hace posible la virtud, porque esta no persigue otra cosa que «poner en su sitio» todos los apetitos desordenados que nos hacen caer en nuestros múltiples vicios, y que nos apartan, por lo tanto, del bien y de la felicidad que debemos procurar alcanzar. Cuando nuestra vida y nuestra conducta son desordenados, acabamos por ser «hombres a medio hacer», pues la virtud nos perfecciona y hace que logremos ser lo que debemos ser, como decía Píndaro: «Sé lo que debes ser».
El orden es, además, el primer hábito que un niño puede adquirir, pues su período sensitivo se vive muy, muy temprano en su vida. Ello corrobora lo que anteriormente veníamos diciendo a propósito de que el orden es la base sobre la que se asientan todos los demás hábitos. Por ello, formando a nuestros hijos en el orden estaremos poniendo los cimientos de su persona y construyendo un futuro hombre responsable y prudente.
Nuestros hijos tienen que percibir, ya desde su más tierna infancia, que vivimos en un mundo ordenado, en el que existen horarios, normas y leyes que hacen que la vida sea más sencilla y también más feliz para todos. El universo entero funciona como una gran sinfonía en la que ninguno de sus elementos desafina ni distorsiona con los demás. Nosotros, los padres, como primeros educadores de nuestros hijos, tenemos la gran misión de conseguir que nuestros hijos formen parte de esa «gran sinfonía», haciendo que su vida sea coherente con el bien, que es el fin de todas las cosas creadas.
El orden no es un fin en sí mismo. Podríamos definir el orden como la recta disposición de las cosas conforme a un fin, de modo que, si no existe un fin definido, el orden carece de sentido alguno. Por ello, no debemos pretender como meta el que nuestros hijos sean ordenados. No podemos ser unos maniáticos obsesionados por el orden. En tal caso estaríamos cayendo en el vicio por exceso, que está completamente alejado del bien que se busca con la virtud. Un orden excesivamente rígido, estricto e inflexible convierte al que lo practica en un cuasi neurótico obsesivo. En tales casos nos hallamos ante el defecto del perfeccionismo excesivo, que se da cuando se vive de modo exagerado ese deseo de tenerlo todo ordenado. Las personas excesivamente perfeccionistas nunca se sienten satisfechas con lo que han hecho, y ello les produce insatisfacción; pero, además, su rigidez en la conducta hace que su comportamiento habitual sea demasiado encorsetado y poco natural. Tales personas suelen también generar en torno suyo un cierto rechazo, al ser demasiado exigentes y no estar nunca satisfechos del todo con nada de lo que los demás hacen. No estamos aquí en modo alguno defendiendo, sin embargo, como alguien podría pensar por estas últimas afirmaciones, la negligencia o la falta de exigencia a la hora de hacer las cosas. Tan solo estamos afirmando que el orden se debe vivir con un poco de flexibilidad.
Lo esencial es plantearnos un por qué y un para qué del orden. La respuesta es que en el orden tenemos el hábito-base que hará posible que nuestros hijos se eduquen mejor. Por ello, nosotros educaremos a nuestros hijos en el orden por muchos motivos:
• Para que sean virtuosos.
• Para que el ambiente familiar sea agradable y se esté más a gusto.
• Para que sean eficaces en el estudio y, luego, también en su vida profesional.
• Para que sepan organizarse y marcarse objetivos en la vida.
• Para que sepan aprovechar mejor el tiempo y así puedan disfrutar más de la vida.
• Para que sepan lo que debe hacerse en cada momento.
• Para que sepan ser puntuales y cumplir con sus obligaciones.
• Para que sepan distinguir lo fundamental de lo importante, y lo importante de lo secundario.
• Para que sean disciplinados y pulcros, tanto externa como interiormente.
• Y…, sobre todo, para que sean felices y sepan dirigir su vida con coherencia.
La disposición de este libro estará dividida en tres grandes apartados:
1. El orden material de las cosas.
2. El orden y la eficacia: aprender a organizarse.
3. El orden y la felicidad.
Esta disposición creemos que tiene una razón fundada: pensamos que lo primero que debe aprender un niño es el orden material de las cosas; luego, este hábito le permitirá saber organizar su tiempo y ser por ello más eficaz; y, por último, estos hábitos de orden, probablemente, contribuirán a que su vida sea más fecunda y feliz.
Pretendemos recorrer de modo transversal la vida de una persona, comenzando por su más tierna infancia, y convencidos de que el orden (o el desorden) acompaña al hombre a lo largo de toda su existencia. Lo importante es que en sus primeros años haya adquirido este hábito como fruto de la educación recibida de sus padres.
PARTE PRIMERA “A”
«Nada hay más útil, mujer, ni más hermoso para los hombres que el orden».
Jenofonte, Económico, VIII, 2
E L ORDEN MATERIAL DE LAS COSAS
CAPÍTULO 1
La importancia del orden
Decíamos anteriormente que el orden es un hábito esencial que está en la base de otros muchos hábitos. Gracias a él somos capaces de organizarnos exterior e interiormente, y de este modo sacamos mayor partido a nuestra vida en todos sus ámbitos.
El orden empieza por la cabeza y es consecuencia de ella. Cuando una persona tiene bien ordenada su cabeza, también suele tener ordenados su tiempo, su armario, su cuarto y su mesa de trabajo. Muchas veces basta con echar un vistazo al cuaderno de un alumno para conocer cómo es ese chico, pues en el cuidado externo de las cosas reflejamos con frecuencia nuestro estado interior. De modo similar, a veces basta con mirar el armario de una persona para comprobar cómo anda su mundo interior.
Pero, cuando un niño es muy pequeño, lo que se le enseña es el orden exterior de las cosas. A partir de él se le quedará grabada la idea de que el orden es un bien necesario, a pesar de que, con frecuencia, implique un esfuerzo de la voluntad el vivirlo. Poco a poco, en la medida en que vaya progresando en los hábitos de orden, quedará un surco indeleble en su cerebro, y el orden pasará a ser algo inherente a su forma de obrar y actuar: el orden quedará fijado en su cabeza.
Página siguiente