que dura toda la vida.
I NTRODUCCIÓN
A SÍ EMPEZÓ TODO
Para algunos el 2012 pasará a la historia como el año del «Gangnam Style», pero para nosotras fue el inicio de nuestro sueño.
Rebeca trabajaba en la gestoría como contable y estaba a punto de empezar su segundo máster de grafoanalista forense. Vivía alejada de Barcelona y el bullicio, realizando trabajos como maquilladora en videoclips y sesiones fotográficas.
Por lo que a mí respecta, después de unos años dedicada al mundo de la música y tras especializarme en marketing y comunicación en medios online , mi carrera como periodista empezaba a despegar en la capital, donde ejercía como directora de contenidos en una popular guía de ocio.
Tumblr empezaba a petarlo y cientos de norteamericanas se atrevían por primera vez a mostrar sus lorzas online . Algunas por puro exhibicionismo, otras como reivindicación, y unas cuantas, nuestras favoritas, porque querían demostrarle al mundo que la moda no se acaba en la talla 42. Delante de la pantalla del ordenador, ojipláticas, disfrutábamos de esta nueva tendencia que parecía empezar a calar hondo en Estados Unidos y con la que nos sentíamos totalmente identificadas. Era inevitable —y tan solo cuestión de tiempo— que nos entrase el gusanillo de introducirla en España.
Tantos años de currárselo para poder vestir a la moda, trucos para modernizar prendas de tallas grandes, investigación online y llantos en los probadores tendrían su fruto en los que fueron nuestros primeros hijos virtuales: «Dresstidos» y «Let me eat cookies». Blogs amateurs de estructura sencilla con el objetivo de dar visibilidad al mundo plus size y demostrar que en España también había gordas molonas. No teníamos tantas tiendas de tallas grandes ni tantos recursos como nuestras colegas yankees , pero nos sobraba imaginación.
Los inicios no fueron fáciles. Nuestro estilo, quizás demasiado «moderno» para lo que se llevaba en España por aquel entonces, no acababa de encajar; de modo que la mayoría de nuestros seguidores eran extranjeros. ¿Acaso nuestro país no estaba preparado para la revolución XL? ¿Por qué las gordas made in Spain se seguían empeñando en vestir todas iguales para no llamar la atención?
Yo, Elena, alentada por mi novio de entonces, seguí dedicando mi tiempo a Dresstidos a pesar de sentirme sola y hasta cierto punto incomprendida. Estaba apuntito de tirar la toalla ante el escaso feedback patrio cuando la vi a ella, Rebeca, tan guapa, con sus tatuajes de macarra, su maquillaje asquerosamente perfecto y su ropa cuquis .
Recuerdo perfectamente las tres cosas que se me vinieron a la cabeza cuando la descubrí: 1. No estoy sola; 2. ¿De dónde saca esa ropa tan mona?; 3. Quiero ser su amiga.
Amor virtual a primera vista, flechazo amistoso, media naranja bloguera, llámalo como quieras. Empecé a seguirla con la esperanza de que la admiración fuera mutua y le dejé un comentario que, sin ánimo de parecer pretenciosa, cambió nuestras vidas para siempre.
No podemos explicar bien con palabras la sensación de saber que has dado con alguien especial. Una persona que lleva casi 30 años viviendo una vida paralela a la tuya, solo que en otra ciudad y con otra gente. Esto es lo que nos pasó a nosotras, como en las películas moñas que tanto nos gustan, el flechazo amistoso fue mutuo y pronto empezamos a hablar cada día, a intercambiar confidencias y a darnos cuenta de lo importante que es tener en tu entorno una persona que haya tenido vivencias similares a las tuyas. Nadie mejor que una gorda para entender los problemas de otra. Más claro agua.
Tras varios meses de ciberamistad (soy consciente de lo «Diario de Patricia» que suena todo esto), fue Rebeca quien dio el paso que ambas llevábamos planteándonos y pronunció las palabras mágicas: «¿Y si…?».
¿Y si cerramos nuestros blogs y creamos algo nuevo? ¿Y si toda esta energía se traduce en un solo proyecto? ¿Y si solas no podíamos, pero juntas somos capaces de trazar algo grande? ¿Y si ha llegado el momento de darle a las tallas grandes el espacio que realmente se merecen en España?
¡Ay, qué importantes son los «Y si...»! Plantearlos en alto y sobre todo, ejecutarlos. Y como a nosotras no nos va mucho eso de la paciencia y las dudas, nos faltó tiempo para comprar un billete de AVE y vernos, esta vez sí frente a frente, en febrero de 2013.
Fui a buscarla a Nuevos Ministerios con mis mejores galas y el eyeliner torcido. Ella todavía no me había enseñado a hacérmelo como una auténtica diva. ¿Suena muy boller si os digo que las dos estábamos nerviosas y locas por vernos? Pues que suene, porque así era. Nos abrazamos tan fuerte que cualquiera diría que Paco Lobatón acababa de juntar a dos hermanas tras 25 años sin verse. Y en realidad, algo así era. Dos hermanas que no tenían la misma sangre, pero con tantas cosas en común que daba miedo. Aquel fin de semana sentó las bases de nuestra amistad y puso los cimientos de un proyecto que siempre supimos que podía ser grande, pero del que a día de hoy todavía nos sorprenden sus dimensiones.
«WeLoversize», así decidimos llamarlo. Salimos online al poco tiempo con la intención de ser las primeras en llamar a las cosas por su nombre y, sobre todo, de poder echar una mano a todas esas chicas que por su talla lo habían tenido siempre complicado a la hora de vestir a la moda. Siempre quisimos ir un paso más allá de lo que ya existía en Internet por aquel entonces y, además de mostrar nuestros propios outfits , empezamos a publicar posts específicos que aportaban soluciones sencillas a dramas que una chica grande tiene a diario. La baza de la naturalidad jugó a nuestro favor desde el principio. Por supuesto nuestras fotos estaban curradas y tenían apariencia profesional, pero los textos desprendían algo que enganchó al público desde el primer momento. Parecía que lo de unir fuerzas estaba funcionando y en cuestión de meses WeLoversize fue considerado por la prensa como un imprescindible de la moda XL.
Todo iba genial, compatibilizábamos nuestros trabajos oficiales con el blog al que dedicábamos los ratos libres, y la audiencia seguía subiendo poco a poco. Sin embargo, tanto para Rebeca como para mí había algo que no acababa de cuajar. De nada servía decir dónde nos habíamos comprado las prendas si después recibíamos mensajes del tipo: «Me encanta cómo te queda, pero yo no me atrevería a ponérmelo». Había llegado el momento de crecer y, si queríamos transmitir todo nuestro potencial, WeLoversize tenía que dejar de ser cosa de dos. De modo que lo convertimos poco a poco en una comunidad y abrimos la puerta a nuevos colaboradores. Aumentamos las categorías y la autoestima se convirtió en el eje central del proyecto. Ahora ya no solo te decimos cómo mejorar tu armario, sino que también te damos las claves para llevar ese vestido de volantes con la cabeza bien alta.
Nos gusta pensar que WeLoversize fue transformándose con el tiempo en todo lo que a nosotras nos gustaría haber leído cuando éramos más jóvenes, pero que nadie se atrevió a contarnos. Esa sinceridad a la hora de tratar el sexo, los tabúes y el sobrepeso como algo normal se tradujo en virales masivos que nos dieron a conocer a gran escala en muy pocos meses. Con la positividad en una mano y la ironía en la otra, empezamos a llegar a los rincones más insospechados y a los lectores más reacios. WeLoversize ya no era solo un blog de moda para tallas grandes. Ahora la gente empezaba a decir: «Ojo con esas gordis que están empezando a cambiar las cosas». ¡Cambiar las cosas! ¡¿Nosotras?! ¡Así es!
Cuando superamos el millón de visitas mensuales, la cosa se puso seria. Nuestros ratitos de ocio ya no bastaban para mantener una web que exigía horas y horas de trabajo. Era obvio que había que dar el siguiente paso, pero no nos atrevíamos a dar el salto al vacío. Por aquel entonces yo dirigía una guía de ocio online y mi jefe, al tanto del éxito de WeLoversize, no tardó en darse cuenta de que mi cabeza ya estaba en otro sitio. Lejos de cabrearse, su estrategia pasó por ofrecerse como socio capitalista para convertir un blog amateur con muchas visitas en una empresa solvente. De modo que dejé mi trabajo para dedicarle todo mi tiempo y energía a mi hijo favorito. Y en esas nos encontramos actualmente. Rebeca, por su parte, trabaja en una gestoría como contable mientras espera el salto mortal que le permita subirse al carro conmigo y dedicarse full time a nuestro retoño. Tenemos la suerte de que nuestro pequeño no solo crece, sino que encima nos reporta las mayores alegrías que alguien pueda tener. Estar escribiendo este libro es una de ellas, pero, sin duda, lo que nos hace dormir mejor por la noche son los cientos de emails que recibimos cada semana en los que nos agradecéis lo mucho que WeLoversize ha mejorado vuestras vidas. Ahora ya no es solo un refugio para chicas de talla grande que no encuentran su lugar, sino para todas aquellas mujeres (y cada vez más hombres) que alguna vez se han sentido acomplejados o inferiores, para todas las personas ansiosas por convertir antiguos complejos en nuevas fórmulas para reírse de sí mismos. WeLoversize es ya para todos, y solo por eso esta aventura ya ha merecido la pena… ¡y lo que nos queda!