Lula Gómez nació en Buenos Aires pero hace muchos años que vive en Barcelona. Es realizadora y animadora de stop motion y ha trabajado para productoras y agencias nacionales e internacionales. Junto con Jordi Piulachs fundó La Academia de Animación. Sus trabajos en publicidad y en La Academia han cosechado premios en festivales de todo el mundo. Uniendo su profesión y su conciencia feminista, en octubre de 2017 creó la serie Eres una caca, compuesta de capítulos animados en los que pretende apropiarse del humor para sobrellevar el día a día en este mundo machista, para despertar alguna que otra conciencia y para repartir, al menos en la ficción, un poco de algo que escasea desde hace miles de años: justicia feminista.
INTRODUCCIÓN
Crecemos creyendo que lo que nos sucede es culpa nuestra. Nos sentimos avergonzadas y solas. Vivimos incómodas, con la sospecha de que algo va mal, de que no es justo que se nos trate de forma diferente que a los varones que nos rodean. Y en muchos, muchísimos casos no nos queda más remedio que ocultar, naturalizar y hasta olvidar durante años el maltrato y los abusos sufridos, para poder seguir viviendo.
Hasta que llega el feminismo.
Hacernos feministas
Me gusta mucho escuchar historias. Mi abuela Delia me contaba los mejores cuentos del mundo, con muchas onomatopeyas, canciones improvisadas y cambios de voces, y me gusta pensar que de ella aprendí a escuchar historias, y a contarlas.
Me apasiona la Historia, con mayúscula, la de la humanidad. La primera de las cuatro carreras que comencé y abandoné demasiado pronto como para siquiera mencionarlas fue la de Historia.
Habrás escuchado miles de veces que la historia sirve para aprender de los errores cometidos y no repetirlos. Las filósofas, las antropólogas, las sociólogas y las historiadoras revisan la historia constantemente buscando causas, definiciones, mentiras y verdades, para acercarse a la comprensión y explicación de nuestro presente. Y esto funciona con la historia que se aprende en la universidad, pero también con nuestras propias historias.
Muchas de nosotras hemos llegado al feminismo sin haberlo buscado. Es más, el feminismo ha venido a cachetearnos la cara, porque o lo rechazábamos creyéndolo cosa de locas, o directamente lo ignorábamos. Pero una vez que comprendemos que el feminismo sí tiene que ver con nosotras, y que sí lo necesitamos, comienza en nuestra vida una revolución que ni las hormonas de la adolescencia pueden igualar. Nuestra mirada cambia para siempre. Cambia absolutamente todo lo que nos rodea. Nuestra familia, nuestros amigos, nuestras amigas, nuestras parejas, nuestros amantes, nuestros hijos e hijas, nuestros profesores, jefes, compañeros de trabajo, vecinos, políticos, actores, músicos, escritores… Desde nuestra nueva mirada feminista, detrás de nuestras recién estrenadas, lustrosas y excitantes GAFAS VIOLETAS, nada es igual y nada se salva de ser cuestionado, preguntado, criticado, peleado. Nuestra propia historia es una fuente inagotable de revisiones y aprendizajes… «Entonces, aquellas cosquillas extrañas que me hacía mi tío de niña… Aquella vez que en el patio del cole me regañaron por pegar como un varón… Aquel profesor que me decía que por ser mujer no esperaba mucho de mí… Aquel exnovio que me llamaba cada cinco minutos cuando no estaba con él… Aquel día en que yo no quería y él insistió… Aquel empujón que me dio cuando le dije que parara…». Todo cobra un nuevo sentido cuando comenzamos a entender que nuestras experiencias, pasadas y presentes, no son solamente casualidades, mala suerte o malas elecciones. El feminismo viene a echarnos un cubo de agua fría sobre la cabeza y a gritarnos:
«¡DESPIERTA! ¡NOS ESTÁN SOMETIENDO, NOS ESTÁN PEGANDO, NOS ESTÁN VIOLANDO, NOS ESTÁN VENDIENDO Y NOS ESTÁN MATANDO, Y NO SON CASOS AISLADOS! ¡PIENSA, LEE, APRENDE, CAMBIA TÚ Y CAMBIA TU ENTORNO!».
Me gusta decir que el feminismo te arruina la vida, porque es verdad. Nada vuelve a ser como antes y la explicación es que, en realidad, la que ha cambiado eres tú. Has comenzado a comprender lo injusto que es que se nos trate como a seres humanos de segunda, que por el solo hecho de ser mujeres se nos impida el acceso a puestos de importancia y de poder, a la vida pública, al gobierno, a la propiedad. Que haya tareas a las que no podamos siquiera aspirar por ser mujeres, que se nos considere propiedad de los hombres y que se comercie impunemente con nuestro cuerpo.
El feminismo te cambia y habrá cosas que ya no podrás soportar. Habrá chistes de los que no volverás a reírte, y no solo eso, además te empezará a parecer un cretino el amigo que los cuenta. Habrá canciones, libros o películas que te parecerán insoportables, y tus ídolos irán cayendo uno a uno como moscas.
Pero justo antes de que te sumerjas en la más terrible angustia y desazón, el feminismo te trae algunas grandes noticias que hacen que todo valga la pena: las amigas feministas, las viejas amigas que crecen contigo y las nuevas, las que antes veías como competencia y el feminismo las ha transformado en hermanas; los proyectos que surgen incontenibles porque el feminismo nos empuja, nos patea, nos mueve desde dentro hacia fuera a hacer cosas, a hablar, a gritar, a contar nuestra experiencia y a enseñarnos el camino entre nosotras; la historia feminista, la que nunca nos contaron en la escuela ni en la universidad, el orgullo que da descubrir que no estamos improvisando, sino que caminamos seguras sobre las baldosas que han puesto para nosotras cientos de mujeres durante los últimos trescientos años, luchando por nuestros derechos, tejiendo nuestra épica, la ÉPICA DE LAS MUJERES que nos propone Amelia Valcárcel, que si no la contamos nosotras, si no la ponderamos, no existe, y que, como dice la gran filósofa Ana de Miguel, es necesaria porque nos enseña cómo nuestras antecesoras consiguieron derechos que parecían imposibles, y porque nos marca el camino para nuestras propias metas actuales y futuras.
En mi caso fue mi amiga Zaida la que me habló de feminismo y de sororidad por primera vez. Y es con mi amiga María con quien vamos codo con codo aprendiendo como locas, y con mi amiga Laura con quien rememoramos tanta historia juntas y resignificamos todo con nuestra nueva conciencia.
¿Y tú? ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Quién te ha dado las gafas violetas? ¿Quién te ha enseñado lo que es realmente el feminismo?
Es emocionante ver que vamos llegando tantas, que cada día somos más, que llenamos cursos, auditorios, plazas, que ocupamos la calle gritando por nuestros derechos. Es motivo más que suficiente para celebrar y para sentirnos esperanzadas.
Pero esta lucha es dura y habrá que enfrentarse con momentos difíciles, en lo privado y en lo público, reveses para los que tenemos que estar preparadas.
Estoy convencida de que la mejor herramienta con la que contamos es, definitivamente, el saber. Saber de dónde viene nuestra opresión, cómo se ha fortalecido tanto, cómo ha logrado enquistarse y perpetuarse durante tantos años. Saber qué han dicho y qué han hecho nuestras compañeras durante la historia, qué han investigado, a qué conclusiones han llegado. Entender por qué tu cuñado, tan buen tipo, tan simpático y tan amigo de sus amigos, el sábado pasado le tocó el culo a una desconocida en la discoteca, usa a su madre como una verdadera sirvienta y, de vez en cuando, se va de putas con sus amigos.