Tirso de Andrés Argente - Homo Cybersapiens. La inteligencia artificial y la humana
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- Libro:Homo Cybersapiens. La inteligencia artificial y la humana
- Autor:
- Editor:EUNSA
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- Año:2002
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Homo Cybersapiens. La inteligencia artificial y la humana: resumen, descripción y anotación
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Homo Cybersapiens
La inteligencia artificial y la humana
Tirso de Andrés Argente
Primera edición: Mayo 2002
© 2002: Tirso de Andrés Argente
Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España
Teléfono: +34 948 25 68 50 - Fax: 34 948 25 68 54
e-mail: eunsa@cin.es
ISBN: 84-313-1982-8
Depósito legal: NA 1.276-2002
Diseño de la cubierta: Stock Photos. C/B Productions
Composición: PRETEXTO. Pamplona
Imprime: GRÁFICAS ALZATE, S.L.
Pol. Ipertegui II. Orcoyen (Navarra)
Printed in Spain - Impreso en España
"El ser que posee la razón y que, de una parte, la obedece; y, de otra, la domina y la piensa".
(Aristóteles, Ética a Nicómaco, lib. I, cap. 7).
ÍNDICE
De acuerdo con un criterio biológico, el hombre es un animal superior. Más exactamente, es un vertebrado, mamífero, placentario, primate, cuya característica más destacada puede ser el gran desarrollo del neoencéfalo. Su origen, el de la especie Homo sapiens sapiens, cada vez puede establecerse con más precisión. Desde que surgió, la especie humana se ha extendido por la práctica totalidad del planeta, colonizando los rincones más insospechados. Todo el globo parece ser su posible hábitat.
Según otros puntos de vista se ha definido al hombre como bípedo implume, mono desnudo, caña pensante, imposible metafísico, pasión inútil, necedad atareada, ser de fronteras, animal perverso, un espíritu en el mundo, cisma evolutivo, soledad incomunicable, animal capaz de prometer, elemento anónimo de una estructura, ordenador superprogramado, error cósmico... En el fondo sigue siendo un desconocido.
Clásicamente la primera diferencia fundamental entre el hombre y el resto de los animales se ha cifrado en su inteligencia, de manera que por ella se definía al hombre: era un animal racional. La racionalidad, hasta ahora, parecía un refugio seguro para señalar la diferencia y la supremacía del hombre. Sin embargo, los últimos tiempos han visto esta ciudadela atacada, al surgir la denominada Inteligencia Artificial. No faltan voces abundantes que señalan que el oficio de pensar ya no es exclusivo de los humanos.
La pregunta: ¿piensan los ordenadores?, cada día resulta menos una lejana interrogación teórica, y más una cercana y vital cuestión práctica. Ya no se trata de discusiones hipotéticas, como en la cuestión que el matemático Euler se propusiera dilucidar en el siglo XVIII. En muchos laboratorios, y en algunas aplicaciones técnicas muy desarrolladas, los ordenadores están realizando cosas extraordinariamente cercanas a las que el hombre es capaz de hacer, y de una manera muy semejante. La pregunta sobre si cabe llamar pensamiento a lo que hace el ordenador no se plantea en cerrados cenáculos filosóficos, sino que está al orden del día en publicaciones especializadas o en otras de gran difusión, incluso en los medios de comunicación de masas, también en el cine. Igualmente sucede con la cuestión acerca de qué significa pensar en el caso del hombre, y qué similitudes y diferencias existen entre lo que hace el hombre y lo que hacen algunos ordenadores.
Esas cuestiones son fáciles de resolver con los ordenadores cuyo uso está más difundido, pues no dejan de ser máquinas muy rápidas, pero también bastante «tontas». Sin embargo, no es nada fácil llegar a una conclusión tan clara en el caso de algunas realizaciones especializadas existentes; más aún si se consideran las posibilidades por desarrollar de las que parecen capaces. Los esfuerzos del hombre por fabricar máquinas que imiten su propia forma de pensar han alcanzado unos éxitos que parecían inconcebibles. Hasta tal punto es así, que existe una fuerte corriente de investigadores que consideran inexistente la diferencia entre la mente humana y la Inteligencia Artificial. Sostienen, en síntesis, que las máquinas piensan, de modo pleno y con todas sus consecuencias. Este numeroso grupo -denominado partidario de la Inteligencia Artificial fuerte- no carece de argumentos de peso. Estos autores tienen bastantes realizaciones prácticas que mostrar, que son las mejores razones y las más insoslayables.
Si hubiera de creer a los medios de comunicación, la victoria definitiva de la máquina pensante sobre el hombre se ha dado ya, fue a finales del pasado milenio, en mayo de 1997. Ese mes el mundo entero pudo enterarse de que una máquina denominada Deep Blue había vencido en torneo a Kasparov, entonces campeón del mundo de ajedrez. El resultado (3,5 para Deep Blue; 2,5 para Kasparov) consumaba la victoria de la rápida inteligencia electrónica, frente a la inimaginable cantidad de lentas neuronas humanas. Los comentarios fueron abundantes y variados. La publicidad para la empresa de informática que hizo la máquina también fue grande.
Al margen de montajes publicitarios, lo cierto es que la abundancia de resultados constituye el mejor argumento de los que igualan la Inteligencia Artificial a la humana. Los frutos que rinde la investigación se multiplican y abarcan un número cada vez mayor de operaciones consideradas inteligentes, exclusivas y propias del hombre hasta el momento. Por ello se ha podido escribir: "En todas las frases del tipo «es imposible que un autómata lleve a cabo X», se puede sustituir la palabra «autómata» por la palabra «hombre». Hasta ahora la búsqueda de la superioridad experimental psicológica del hombre por encima de las posibilidades que tienen en principio los autómatas no ha dado resultado. Por tanto, aún no se ha conseguido encontrar alguna función que el hombre pueda realizar pero que no pueda realizar un autómata suficientemente complicado".
He de avisar que, en gran parte, estoy de acuerdo con la anterior afirmación: son muchas las operaciones que hasta ahora atribuíamos en exclusiva a nuestra inteligencia que las máquinas son capaces de hacer. Por lo tanto, no trataré de negarlo, para hacer una inoperante defensa de la inteligencia humana. Habrá que ver si hacemos alguna operación que podamos llamar inteligente, como algo exclusivo del Homo sapiens sapiens. Puede que incluso nos sirva para aprender la mejor forma de llegar a ser verdaderamente inteligentes, si ello es posible. Pero sigamos.
Los resultados obtenidos en Inteligencia Artificial, con ser abundantes, no constituyen sin embargo lo principal. Más importantes que los productos son los sueños: las expectativas, esperanzas e ilusiones que despierta. Mueven más las utopías que los hechos. Con la Informática y la Inteligencia Artificial hay todo un continente recién descubierto; una tierra virgen por hollar. Se avizoran panoramas inmensos, en los que hay que abrir los nuevos caminos. Con la informática, y las máquinas racionales, comienza una nueva revolución industrial, que cambiará nuestra forma de vivir, de estar en el mundo. Surgen quimeras, criaturas nunca vistas que habitan las nuevas tierras. Renace el espíritu del pionero, del conquistador, en un nuevo mundo que estamos inventando. Es la nueva frontera.
Es tal el entusiasmo que suscita en muchos la Inteligencia Artificial, que se discute seriamente si los artefactos que poseen propiedades inteligentes antes atribuidas al hombre deben ser considerados personas o no, con tratamiento y derechos equivalentes. También se ha propuesto considerar a las máquinas racionales como una suerte de hermanos.
A bote pronto, estas afirmaciones pueden parecer exageradas; lo más sensato quizá sea rechazarlas sin más consideraciones. Sin embargo, el problema sigue consistiendo en ver si tienen base firme sobre la que apoyarse; y el caso es que la poseen. Insisto en que las realizaciones de la Informática y de la Inteligencia Artificial son notables. De ninguna manera pueden ser ignoradas. Por eso me parece que no es un problema -el de si las máquinas piensan- que quepa resolver de un plumazo con la simple negativa. No cabe tampoco un planteamiento superficial y como de pasada, que concluya asimismo por negar el pensamiento a las máquinas. Ciertamente, esta postura brindaría la solución más fácil y cómoda para salvaguardar la singularidad humana -la racionalidad- que las máquinas amenazan. Sin embargo, tiene el inconveniente de ser una solución falsa, de las que acaban produciendo dos bandos enfrentados de forma más o menos visceral. El problema no se resuelve, la pregunta queda sin respuesta, y sólo quedan dos posturas radicalmente contrapuestas en un continuo diálogo de sordos.
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