Pablo Argente Ferrer - Kumbh Mela. Cuatro ciudades, cuatro gotas de néctar.

A Mary, a toda la gente que ha leído el manuscrito y me ha aconsejado, a mi familia Española y a mi familia India. Al pueblo de la India que tanto me ha dado y enseñado. Mil gracias a todas.

Pablo Argente, Julio de 2021.

NoEditor Ediciones, 2021

No consigo retener bien en mi memoria cuando fue la primera vez que tuve conocimiento del festival Kumbh Mela, que se celebra en las ciudades indias de Prayag (la ciudad ha recuperado su nombre original en el año 2018, tras varios siglos llamándose Allahabad, nombre otorgado a la ciudad por los invasores mogoles), Nasik-Trimbakeshwar, Haridwar y Ujjain. Seguramente las primeras impresiones de esta peculiar celebración me llegaron a través de una fotografía o de un breve vídeo en un noticiario. Seguramente esta imagen sería de una enorme multitud reunida para tomar el baño sagrado, o casi con más seguridad, sería de uno o varios Sadhu desnudos, cubiertos de cenizas y alzando un sable mientras se introducen enloquecidos en las aguas de los ríos sagrados. De lo que sí estoy seguro es de que esa imagen creó una profunda impresión en mí y despertó el deseo de ver con mis propios ojos esas multitudes infinitas reunidas en torno a un lugar sagrado y, sobre todo, el deseo de estar frente a frente con esos personajes casi mitológicos que son los hombres y mujeres santos de la India. Poco o nada sabía a cerca del festival, solamente tenía la información escasa y sesgada que transmitían las poderosas imágenes que había visto y la información superficial que aportaban los pobres reportajes que ofrecían estas imágenes. Una serie de datos anecdóticos y de eslóganes grandilocuentes del tipo “la celebración espiritual más grande del planeta”, “la mayor congregación humana”, “la más grande reunión de hombres santos de la India”, etc. Pese a la superficialidad con que se trataba el asunto en los medios de comunicación, el deseo de conocer de primera mano la Kumbh Mela permaneció latente en lo más profundo de mi mente.

En el año 2013 llegó finalmente la oportunidad de enfrentarme al desafío de viajar a la Kumbh Mela. Había planificado junto a mi compañera Mary un viaje a la India para hacer un voluntariado con una Ong local llamada Lokpanchayat, dedicada al empoderamiento y asistencia de mujeres maltratadas, en la localidad de Sangamner, en el estado de Maharastra, en pleno corazón de la India. Planificando el viaje resurgió de lo más profundo de mi memoria alguna de esas imágenes que un día llamó mi atención sobre la Kumbh Mela. Una rápida búsqueda en Google y me llevé la grata sorpresa de que el festival se celebraba en los meses de Enero y Febrero, después de doce años, en la localidad de Prayag, en el norte del país. Ya era inevitable, habíamos decidido viajar a la India y aprovechar la oportunidad para poder asistir a la Kumbh Mela era una parte inamovible del plan. Planificamos nuestra estancia de cuatro meses en el país y nuestro trabajo con la Ong teniendo muy en cuenta el viaje a Prayag.

A las pocas semanas de nuestra llegada a India llegó el momento de empezar un viaje incierto hacia el norte. Con un conocimiento muy sesgado a cerca de lo que nos íbamos a enfrentar, con solo un puñado de imágenes icónicas en nuestra memoria, una fecha marcada en el calendario (diez de Febrero, el día del baño principal), un montón de dudas, otro de incertidumbres, algunos miedos, una reserva en un tren sin confirmar, una mochila, un presupuesto escaso y con un sencillo equipo fotográfico, pusimos rumbo al norte una templada tarde de Febrero.

Llegamos a Prayag buscando un arquetipo ofrecido por los medios de comunicación. Buscábamos estar frente a frente con el exotismo que rezumaban las imágenes que nos habían llevado hacia allí. Buscábamos que esas imágenes formasen parte de nuestra memoria de primera mano, que esas fotos fijas se animasen ante nuestros ojos, consumir una experiencia exótica, poder alardear de ello, contar la batallita en un futuro a nuestro entorno y, por supuesto, capturar con mi cámara imágenes lo más parecidas a las que nos llevaron a este inesperado viaje. Imágenes que diesen testimonio de nuestra presencia en la Kumbh Mela. Y lo cierto es que la experiencia no defraudó.

A las pocas horas de poner los pies en Prayag ya estábamos fascinados ante la siempre poderosa presencia de los hombres santos de la India, sobrecogidos por las dimensiones de una enorme ciudad efímera de tiendas de campaña y deseosos de entregarnos a una experiencia que sabíamos que no nos iba a dejar indiferentes. De pronto estábamos sumergidos de lleno dentro de una de esas fotografías que nos habían fascinado tiempo atrás, ahora esas imágenes cobraban vida ante nuestros ojos. Decidimos dejarnos llevar y abrirnos a todas las experiencias que se nos presentasen durante nuestra breve estancia de seis días en la Mela que teníamos por delante.

Nuestro tiempo en la Mela pasó rápido, demasiado quizás para asimilar la intensidad de todo lo vivido. Conocimos a gente increíble, tuvimos la ansiada interacción con los Sadhu, nos diluimos en la mayor congregación humana que jamás habíamos visto, presenciamos las procesiones y nos bañamos en las aguas sagradas del Sangam en el momento más auspicioso para hacerlo.

Habíamos conseguido nuestro objetivo inicial, habíamos partido buscando un arquetipo y lo habíamos encontrado. Pero la experiencia estuvo lejos de saciarme, aunque me marcó profundamente. Ante mí se abría ahora un abismo de interrogantes y de dudas. Había vivido algo que sabía que era extraordinario, grandioso, pero que sin embargo solo comprendía a duras penas. Me empeñé en explicarme a mí mismo, en profundidad, más allá de los lugares comunes, lo que había vivido en las arenas del Sangam. Ese vacío que se abrió en mi mente tras el impacto de mi primera experiencia en una Kumbh Mela fue el inicio de miles de lecturas para tratar de comprender la religión, la filosofía, la historia y la sociedad de la India, un país que me fascina cada vez más.

El viaje a India despertó algo que había permanecido latente en mí, mi pasión por la fotografía, por tratar de comprender el mundo a través de una cámara de fotos y transmitir mis sensaciones a los demás, despertó mi pasión por el fotoperiodismo que había sido mi oficio unos años antes de que la terrible crisis económica pasase como una apisonadora y me obligase a buscarme la vida lejos de las cámaras. En estos dos hechos: la curiosidad para llenar un vacío de conocimiento y mi renovada pasión por el fotoperiodismo está, con toda seguridad, el germen de este trabajo.

Pero el proyecto “Cuatro gotas de néctar” toma su forma definitiva y dibuja un horizonte claro cuando en el año 2015 se me ofrece de nuevo la oportunidad de vivir una Kumbh Mela, en este caso la celebrada en Nasik-Trimbakeshwar, a escasos kilómetros de Sangamner, sede de la Ong con la que colaboro asiduamente y que ya considero mi hogar indio. Esta vez planifiqué perfectamente mi estancia de varias semanas en la Mela. Mi objetivo era documentar el festival y alcanzar una comprensión profunda del mismo. La suerte me sonrío de nuevo y en el año 2016 se presentó la oportunidad de hacer un nuevo viaje a India para cerrar el círculo, pues ese año se celebraban casi simultáneamente la Ardh Kumbh Mela de Haridwar y la Simhastha Kumbh Mela de Ujjain.

Mi acercamiento a la Kumbh Mela ha sido desde diversos ángulos, desde diversas perspectivas, desde distintos puntos de mira. Fruto de esta visión múltiple es el peculiar carácter de este libro. Básicamente se trata de un ensayo fruto de una profunda investigación, pero no es un ensayo en sentido estricto, porque se desarrolla también en este trabajo el diario personal. Un papel destacado lo ocupa el género del fotoperiodismo, pues el origen de este trabajo es un reportaje fotográfico. Además tiene algo de guía en la que se pretende ofrecer al lector las claves para descifrar los códigos que rigen la Kumbh Mela. El texto pretende ofrecer a aquel que quiera visitar el festival, o se interese por él, el máximo de información útil a su disposición y que mi propia experiencia personal, basada en miles de errores y en muchas vivencias, le sea de utilidad al viajero a la hora de enfrentarse a esta bendita locura.