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Giorgio Nardone - El arte de mentirse a sí mismo

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Giorgio Nardone El arte de mentirse a sí mismo
  • Libro:
    El arte de mentirse a sí mismo
  • Autor:
  • Editor:
    Herder Editorial
  • Genre:
  • Año:
    2016
  • Índice:
    4 / 5
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El arte de mentirse a sí mismo: resumen, descripción y anotación

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En este libro, Giorgio Nardone propone una actitud realista y pragmática, según la cual una mentira no debe evaluarse de forma absoluta, sino siempre a la luz de las circunstancias, las intenciones, los objetivos y los resultados. Cada uno de nosotros debería aprender el arte de la mentira y explorar estratagemas para emplearla de una manera sana y responsable: en primer lugar, para no ser víctimas inconscientes de ella y, en segundo lugar, para mejorar nuestra vida y la de los demás. Entonces sí podremos admitir serenamente, y en el sentido más auténtico de la expresión, que hemos dicho una mentira bien intencionada.

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G IORGIO N ARDONE

El arte
de mentirse a sí mismo
y de mentir a los demás

Traducción: A NTONI M ARTÍNEZ R IU

Herder

Título original: L’arte di mentire a se stessi e agli atri

Traducción: Antoni Martínez Riu

Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes

© 2014, Adriano Salani Editore s.u.r.l, Milán

© 2016, Herder Editorial S. L., Barcelona

1ª edición digital, 2016

ISBN: 978-84-254-3433-4

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra ( www.conlicencia.com ).

Producción digital: Digital Books

Herder

www.herdereditorial.com

Mentir es un juego de lenguaje que requiere ser aprendido como cualquier otro.

Ludwig Wittgenstein

( Investigaciones filosóficas , § 249)

Índice

¡Lector! Imagina que te despiertas después de un agradable sueño erótico en el que la protagonista femenina es tu ex novia: ¿contarías tu sueño a tu compañera actual o sería mejor no decirle nada de lo soñado?

¡Lectora! Imagina que vuelves en tu coche a casa durante un temporal y que encuentras a tu ex novio bajo la lluvia y sin paraguas, le invitas a subir y, después de saludaros, sientes una intensa nostalgia de su persona y de los momentos que vivisteis juntos; al llegar a tu casa, ¿contarías lo sucedido a tu marido?

¡Padres! Escuchad esta historia inventada: vuestro hijo veinteañero la emprende a puñetazos con un gamberro que ha molestado groseramente a su novia. Por desgracia el acosador es hijo de un cabecilla de los bajos fondos, que ahora persigue a vuestro hijo para vengarse. Por suerte, habéis podido esconderlo en un lugar secreto, pero los hampones os agreden y quieren saber dónde está escondido vuestro hijo. ¿Les diréis la verdad o mentiréis para protegerlo?

Jóvenes que estáis buscando trabajo: se acerca una prueba para un puesto de trabajo por el que habéis soñado largo tiempo; os disponéis a una dura secuencia de pruebas de aptitud y entrevistas de motivación, pero, metidos de lleno en la preparación final, descubrís que vuestra chica os traiciona con vuestro mejor amigo. ¿Confesaréis en las pruebas vuestro desconsuelo y el estado depresivo o de rabia en que os encontráis, o bien intentaréis fingir hallaros en perfecto equilibrio emocional?

1. Filosofía del mentir

Oscar Wilde define el mentir como el fundamento de la relación entre las personas, una postura indudablemente radical pero no muy alejada de la que proclama la moderna epistemología constructivista de von Foerster (1998) y von Glasersfeld (1995), que sostienen que la verdad es la mentira de un mentiroso, supuesto que contrasta con la tradición filosófica inaugurada por Kant, que define el mentir como un abuso, porque el lenguaje debería utilizarse solo para transmitir informaciones verdaderas. Este contraste entre quien considera que mentir es una característica ineludible de la comunicación y de las relaciones entre los seres vivos y quien, al contrario, lo considera un delito tiene raíces antiguas. Quien se emancipó de esta contraposición y definió el mentir de la manera más brillante es Agustín de Hipona: mentiroso no es quien dice lo falso, porque este tal podría equivocarse, hablar en broma o decir una falsedad para inducir a creer una verdad; mentiroso es el que tiene un corazón doble, el que quiere engañar expresando con las palabras algo distinto a lo que él cree que es la verdad, con la clara intención de hacer pasar por verdadero lo que es falso.

Según Agustín, por tanto, mentir solo es reprochable cuando hay clara intención y voluntad de engañar al otro. Por consiguiente, las mentiras dichas sin este propósito explícito y consciente no son condenables, porque su finalidad podría ser, voluntaria o involuntariamente, benéfica. Incluso Kant, muchos siglos después, reconocerá que hay mentiras maquiavélicas que por su propósito bienintencionado y estratégico no pueden ser condenadas. Y no nos detengamos aquí: entre los siglos IV y V d.C., cuando Agustín presentaba sus discursos sobre la mentira en De mendacio (395), el Patriarca de Constantinopla, Crisóstomo, fue mucho más allá de sus afirmaciones, declarando que lo que permitía hacer un juicio moral sobre el hecho de mentir no podía achacarse a la personalidad del mentiroso, sino, sobre todo, al deseo y a la necesidad del destinatario. Esto, que a primera vista parece solo una estratagema de tipo ético-intelectual, contiene una sutil observación: para la mujer enamorada, sentir que su amante le dice que su amor es único y que supera toda realidad, cuando este último, no obstante, sigue viviendo con su esposa y sus hijos, forma parte del impulso amoroso, una «mentira piadosa» compartida para no hacer frente a una mala verdad, a saber, que aquel hombre probablemente no dejará nunca a su familia.

Una vez más, Oscar Wilde subraya que la verdad no es más que la última mentira considerada verdadera. La oposición maniquea entre decir la verdad y mentir salta por los aires en la realidad de los hechos: podemos decir la verdad mintiendo, porque estamos convencidos de sensaciones y recuerdos que nos engañan; podemos mentir diciendo la verdad al declarar algo que para nosotros es falso, pero que, de hecho, es verdadero. Esto es también lo que expresa Agustín en sus obras sobre la mentira y el mentir. Wittgenstein, en el siglo XX , en sus Investigaciones filosóficas (1953), afirma que «mentir es un juego de lenguaje que requiere ser aprendido como cualquier otro», ante todo para no padecerlo, y que, en todo caso, eleva la capacidad del individuo.

Como muy bien puede comprender el lector, no se puede liquidar el mentir simplemente recurriendo a una perspectiva moral, como desgraciadamente ha hecho demasiada filosofía a lo largo de los siglos, y además porque, precisamente recurriendo a los razonamientos de la moral, al analizar la dinámica de la mentira surgen distinciones evidentes que se deben:

• al hecho de que la mentira puede ser consciente o inconsciente;

• a la voluntad y a la finalidad del mentir;

• al contexto de la relación dentro de la cual se desarrolla el acto;

• al hecho de que el mentir sea compartido o una manera solapada de actuar.

El análisis tiene que distanciarse de toda postura ideológica para poder observar científicamente el hecho de mentir.

Según muchos estudios comparados, cerca del 61,5% de las comunicaciones entre individuos es falso (Anolli, 2002), dato indudablemente desalentador para los defensores de la verdad a toda costa, aunque debería hacernos entrar todavía más en crisis saber que esta cifra se refiere solo y únicamente al mentir interpersonal. Si añadimos a esto el mentirse a sí mismo, el efecto para quien sitúa la oposición entre verdad y mentira en la esfera moral es todavía más desalentador porque, como veremos en detalle en las páginas que siguen, nuestra misma naturaleza nos lleva al engaño de los sentidos, a los recuerdos distorsionados, al conocimiento ilusorio y a la acción incongruente. En esto se basa propiamente el enfoque de los estudios modernos sobre el autoengaño, como fenómeno perceptivo y emocional, cognitivo y comportamental, ámbito de investigación vivido por la ortodoxia académica como un verdadero demonio, porque no es reducible a razonamientos filosóficos y no es cuantificable mediante estudios empíricos.

La observación del mundo animal nos ayuda aún más a poner de relieve que mentir es un acto inevitable, que constituye la base misma de la relación entre depredadores y presas, y que se observa en las especies animales más evolucionadas, como los primates. Basta recordar al gorila del zoológico de Nueva York que, después de haber roto un lavabo, ante la llegada del encargado, señaló al gato, compañero de jaula. ¡Lástima que nadie iba a creer que el gato fuera capaz de realizar semejante hazaña!

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