Cubierta
Giorgio Nardone
NO HAY NOCHE QUE NO VEA EL DÍA
La terapia breve para los ataques de pánico
Traducción de
Jordi Bargalló Chaves
Revisión de
Adela Resurrección Castillo
Herder
www.herdereditorial.com
Portada
Título original: Non c'è notte che non veda il giorno
Traducción: Jordi Bargalló Chaves
Diseño de cubierta: Arianne Faber
Maquetación electrónica: Manuel Rodríguez
© 2003, Ponte alle Grazie srl, Milán
© 2004, Herder Editorial, S.L., Barcelona
© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-3114-2
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
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Créditos
Índice
Prólogo
Imagínense que están solos en medio de un gentío: de repente, como si se tratase de la emboscada de un acérrimo enemigo, sienten que su mente se escapa. El corazón enloquecido patalea como un caballo al galope. La garganta, llena de aire como un río desbordado, se ahoga. La cabeza, como al borde de un precipicio, se tambalea de vértigo. El miedo se extiende, quieren escaparse pero no se puede huir de uno mismo, de las propias sensaciones. El miedo les envuelve, les estrangula; intentan controlarlo, pero es él quien les controla. Se sienten enloquecer y morir al mismo tiempo. De repente, una mano amiga les toca en el hombro: «Hola cariño, discúlpame por el retraso». Como nubes atravesadas por el sol, el pánico se desvanece, pero aún el sudor gélido en la piel les recuerda que no se trataba sólo de una pesadilla.
Bienvenidos al mundo del pánico.
El miedo a este enemigo les acompañará de ahora en adelante como una sombra siniestra y, cuanto más intenten eliminarla, más se perderán dentro de ella.
He utilizado esta estratagema literaria para hacer entrar al lector en la dramática realidad de las personas que sufren ataques de pánico. Normalmente, el problema se minimiza: «No es nada, eres tú que lo creas todo. No es una enfermedad física, es solamente tu miedo». Esta afirmación de sentido común popular no tiene en cuenta el hecho de que un mal imaginario es peor que uno real y se puede convertir, en sus efectos, en más real que cualquier realidad.
El miedo, la más primitiva de nuestras emociones, cuando alcanza sus límites es la más concreta y real de nuestras sensaciones, e implica mente y cuerpo en una secuencia reactiva tan rápida que se anticipa a cualquier pensamiento. Precisamente por esto, cuando se está preso del pánico, como escribe Cioran, «los subterfugios de la esperanza son tan ineficaces como los argumentos de la razón».
El hecho de que esta expandida patología sea tan invasora y discriminante para la persona que la sufre no significa, sin embargo, que se trate de una condena de la cual es imposible liberarse. El objetivo de esta exposición es presentar al lector, de forma clara y accesible, los actuales conocimientos relativos al funcionamiento de las patologías del pánico y, sobre todo, la terapia que se ha demostrado claramente eficaz y rápida para su superación.
Mi experiencia personal en miles de casos de pánico, entre los que se hallan muchos pacientes con formas que han sido declaradas como «incurables», junto a los resultados de la investigación empírico-experimental y el hecho, después, de que los modelos de terapia breve de los trastornos de ansiedad, fobias y obsesiones, puestos a punto en el Centro de Terapia Estratégica de Arezzo, han sido utilizados desde hace años con éxito en todo el mundo, me empujan a escribir, una vez más, sobre el tema. El objetivo es explicar al gran público que, para resolver este dramático problema que a veces persiste mucho tiempo, no se necesitan costosas y prolongadas formas de terapia, sino que puede ser suficiente una intervención terapéutica tan rápida y estratégica que pueda parecer algo mágico. Por lo demás, en palabras de Arthur C. Clarke, «una tecnología muy avanzada en sus efectos no es diferente de la magia».
Capítulo 1
La mente que cae en su propia trampa: anatomía del pánico
«No puede vivir sin el temor
que es la causa de su temor.»
Epicuro , Escritos morales
«Negra utopía, la ansiedad solamente nos
proporciona «aclaraciones» sobre el porvenir.»
E. Cioran , Silogismos sobre la amargura
Psicofisiología del pánico
El pánico, en cuanto reacción psicofisiológica, puede definirse como la forma extrema del miedo. Se trata de una reacción iniciada por la percepción a través de nuestros sentidos o, algo que no hay que subestimar, por imágenes mentales de tipo realista o fantástico, que involucran a todo el organismo; desde las zonas más arcaicas de nuestro cerebro hasta los componentes más evolucionados de nuestra mente; de las partes más viscerales a las zonas más periféricas de nuestro cuerpo. Los parámetros generalmente utilizados para medir la activación del organismo –latido cardiaco, ritmo respiratorio, sudoración, reflejo psicogalvánicose van por las nubes. Precisamente esta rápida escalada de sucesos es la que lleva a la sensación de total pérdida de control. A esta experiencia, que como una cuchilla afilada causa un desgarro en la sensación de seguridad de la persona, se le asocia inmediatamente el miedo a morir o a enloquecer o, de todas formas, de ser poseído por una fuerza oscura que impulsa a hacer algo más allá de la propia voluntad. La combinación entre las sensaciones concretas propioceptivas y las atribuciones de sentido en su recíproca y circular interacción conduce, de forma gradual, a estructurar el círculo vicioso del miedo patológico. En otras palabras, las sensaciones de alteración que la persona experimenta activan pensamientos y convicciones amenazadores; éstos retroactúan provocando en el organismo las consiguientes reacciones de alarma que conducen a mayores alteraciones psicofisiológicas; estas últimas alimentan posteriormente las formas aterrorizadoras de atribución de significado a aquello que está sucediendo. Esta dinámica circular lleva al tilt mental y psicofisiológico que es el ataque de pánico.
Además de los puntuales relatos de los pacientes, que describen lúcidamente la escalada del miedo al pánico, recientemente este proceso de interacción entre la mente y las reacciones fisiológicas ha sido observado también gracias a las mediciones en el laboratorio de las actividades cerebrales sometidas a impulsos aterrorizadores.
El gráfico de Dennis S. Charney, investigador del National Institute of Mental Health, el centro que está a la vanguardia mundial del estudio de los fenómenos mentales, describe con claridad lo que sucede durante una manifestación de miedo intenso.
La anatomía del pánico
Desencadenante: Cuando los sentidos perciben un peligro –un ruido imprevisto, una imagen de miedo, una sensación desagradable– las informaciones toman dos caminos diferentes a través del cerebro:
A. El atajo: El cerebro activa automáticamente un dispositivo de emergencia, la amígdala. Una vez activada, ésta envía el equivalente a un mensaje que alerta a todas las otras estructuras cerebrales. El resultado es la clásica reacción de miedo: sudoración en las manos, taquicardia, aumento de la presión sanguínea y una descarga de adrenalina. Todo esto sucede antes de que la mente se dé cuenta de que ha notado o tocado algo. Antes de saber de qué tienes miedo, lo experimentas.
B. El camino principal: Solamente después de que la respuesta al miedo se ha activado, la mente consciente entra en funcionamiento. Algunas informaciones sensoriales, en vez de viajar directamente hacia la amígdala, toman un camino más circular, deteniéndose primero en el tálamo –el centro que elabora los síntomas sensoriales– y después en la corteza –la capa externa de las células cerebrales–. La corteza analiza los datos tal como entran a través de los sentidos y decide si requieren una respuesta de miedo. Si es así, la corteza envía una señal a la amígdala y el cuerpo es alertado.