Agradecimientos
ESTOY AGRADECIDO A LOS MUCHOS AMIGOS, colegas y familiares que han contribuido a este proyecto. En particular, doy gracias de modo especial a mis socios de Gotham Capital, Rob Goldstein y John Petry. No sólo son ellos los auténticos coautores del estudio de la fórmula mágica que aparece en este libro, sino que estar asociado con personas tan brillantes, talentosas y generosas es un auténtico privilegio. Sus contribuciones a este libro —y al éxito de Gotham Capital— no pueden ser exageradas y son más apreciadas de lo que ellos imaginan. También me gustaría agradecer especialmente a Edward Ramsden, de Caburn Capital, sus extraordinariamente perspicaces comentarios, sugerencias y su revisión; a Norbert Lou, de Punchcard Capital, especialmente su inspiración y sugerencias para el capítulo nueve; y a Patrick Ede, de Gotham Capital, su gran contribución al estudio de la fórmula mágica, sus inteligentes y útiles comentarios y su capacidad de revisión. Además, mi hermano, Richard Greenblatt, de America Capital, merece gran parte del mérito por ser mi editor de cabecera, por sus muchas buenas ideas, por sus numerosas aportaciones a cada capítulo y, especialmente, por su ánimo en este proyecto y a lo largo de mi vida.
También quiero agradecer las muchas y útiles aportaciones e inspiración de la doctora Sharon Curhan (mi hermana y artista favorita), el doctor Gary Curhan, Joshua Curhan, Justin Curhan, Linda Greenblatt Gordon de Saddle Rock Partners, Michael Gordon, Bryan Binder de Caxton Associates, doctora Susan Binder, Allan y Mickey Greenblatt (mis maravillosos padres), el doctor George y Cecile Teebor (los famosos suegros), Ezra Merkin de Gabriel Capital, Rod Moskowitz, John Scully, Marc Silbert, David Rabinowitz de Kirkwood Capital, Larry Balaban, Rabbi Label Lam, Eric Rosenfeld de Crescendo Partners, Robert Kushel (mi corredor de bolsa en Smith Barney), Dan Nir de Gracie Capital, Brian Gaines de Springhouse Capital, Bruce Newberg (que me hizo empezar), Matthew Newberg, Rich Pzena de Pzena Investment Management, y Adam Barth, David Pecora, y Yury Kholondyrev de Gotham Capital. Un agradecimiento especial a David Pugh, mi editor en John Wiley, y a Sandra Dijkstra, mi agente literaria, por su ánimo y apoyo entusiasta a este proyecto. Igualmente doy gracias a Andrew Tobias por su gentileza al escribir el prólogo y por ser un buen amigo.
También me gustaría dar las gracias a mis dos hijos mayores, Matthew y Rebecca Greenblatt, por ser buenos estudiantes y lectores (y por reírse con la mayoría de mis bromas). A mis tres hijos pequeños, Melissa, Jonathan y Jordan, gracias por vuestra inspiración. Y a todos mis hijos, gracias por la alegría que me proporcionáis cada día. Gracias también a mi hermosa esposa, Julie, por sus acertados consejos para este libro y, en la vida, por su amor y apoyo, y por cada precioso día juntos.
Apéndice
AVISO IMPORTANTE: No es necesario que este apéndice sea leído. Para utilizar la estrategia de la fórmula mágica con éxito solamente debes entender dos conceptos básicos. Primero, comprar buenas empresas a precios de ganga tiene sentido. En promedio, esto es lo que hace la fórmula mágica. Segundo, puede que a Mr. Market le lleve algunos años reconocer una ganga. Por lo tanto, la estrategia de la fórmula mágica requiere paciencia. La información que sigue en esta sección es simplemente un comentario adicional sobre estos dos puntos.
Este apéndice incluye antecedentes informativos sobre la fórmula mágica para aquellos que posean un nivel más alto de conocimientos financieros. También compara la lógica y los resultados de la estrategia de la fórmula mágica con otros estudios y métodos que han demostrado ser capaces de batir al mercado.
Joel Greenblatt es un administrador de fondos de cobertura estadounidense y fundador de Gotham Capital. También es académico y escritor. Es profesor adjunto en la Escuela de Negocios para Graduados de la Universidad de Columbia. Es el expresidente de la junta de Alliant Techsystems y fundador de New York Securities Auction Corporation.
Capítulo uno
JASON ESTÁ EN SEXTO DE PRIMARIA y está ganando una fortuna. Mi hijo y yo le vemos casi cada día de camino a la escuela. Allí está Jason, en la parte de atrás de su limusina conducida por un chófer, vestido con ropa de marca y gafas de sol oscuras. ¡Ah, tener once años, ser rico y llevar ropa a la última! ¡Eso es vida! De acuerdo, quizás exagero un poco. Quiero decir: en realidad, no es una limusina, es más bien un patinete. Y en cuanto a la ropa y las gafas de sol, bueno, tampoco es totalmente cierto. Más bien la barriga le cae por fuera de los tejanos, no lleva gafas de sol y lleva restos del desayuno pegados todavía en la cara. Pero eso no es lo que me interesa. Jason hace negocios.
El suyo es un negocio sencillo, pero funciona. Jason compra chicles, cuatro o cinco paquetes cada día. Cada paquete le cuesta 25 centavos y tiene cinco chicles. Según mi hijo, una vez en el colegio, Jason se transforma en un superhéroe, por decirlo de algún modo. Llueva o nieve, los vigilantes del colegio no pueden evitar que Jason venda sus chicles. Supongo que a sus compradores les gusta comprarle a un superhéroe (o quizás es que están atrapados en el colegio), pero, haga lo que haga, Jason vende cada pastilla de chicle por 25 centavos. (Al parecer —en realidad nunca lo he visto personalmente—, Jason agita un paquete de chicles abierto ante el rostro del comprador potencial y repite: «¡Quieres uno, sabes que quieres uno!», hasta que el compañero se agobia o desembolsa la moneda).
Tal como mi hijo ha calculado, vendiendo esos cinco chicles a 25 centavos cada uno, Jason gana 1,25 dólares por cada paquete que vende. A un coste de 25 centavos por paquete, eso supone que Jason tiene 1 dólar de beneficio neto por cada paquete que puede colocar… Quiero decir, vender. ¡A cuatro o cinco paquetes cada día, eso es mucho dinero! Así que tras una de nuestras observaciones diarias de Jason, pregunté a mi hijo de sexto grado:
—¡Caramba! ¿Cuánto crees que Jason podrá haber ganado cuando termine el bachillerato?
Mi hijo —a quién llamaremos Ben (aunque en realidad se llama Matt)— se puso zumbando a hacer cálculos con toda su fuerza mental (y unos cuantos dedos).
—Veamos —respondió—. Pongamos que son cuatro paquetes al día, cinco días a la semana. Por tanto, 20 dólares por semana, 36 semanas por curso, eso da 720 dólares anuales. Si le faltan seis años para graduarse, eso hace suponer que cuando acabe el bachillerato habrá ganado unos 4000 dólares, además de lo que lleva hasta ahora.
Sin querer perder la oportunidad de enseñarle, le pregunté:
—Ben, si Jason te ofreciera la venta de la mitad de su negocio, ¿cuánto le pagarías? Quiero decir, él accede a compartir contigo los beneficios durante los próximos seis años hasta la graduación, pero quiere que le des dinero ahora. ¿Cuánto le darías?
—Bueno… —Vi cómo las ruedas de Ben empezaban a girar ahora que podía haber algún dinero real en el camino—, quizás Jason no vende cuatro o cinco paquetes cada día, pero tres seguro que sí. Quizás vende tres paquetes al día. Son 15 dólares en una semana de cinco días. Por tanto, 36 semanas de un año escolar hacen 36 veces 15 (aquí tuve que ayudarle un poco), lo que da un total de 500 dólares al año. ¡A Jason le quedan seis años de colegio, es decir 6 veces 500 dólares, que son 3000 dólares en el momento de graduarse!
—De acuerdo —dije—, supongo que a Jason le pagarías 1500 dólares por la mitad de estos beneficios, ¿no?
—Ni hablar —respondió Ben rápidamente—. Primero, ¿por qué debería pagarle 1500 dólares para obtener 1500 dólares? Esto no tiene sentido. Además, tardaría seis años en tener los 1500 dólares que me daría Jason. ¿Por qué darle 1500 dólares ahora para obtener 1500 dentro de seis años? Y puede que Jason lo haga mejor de lo que imagino y yo gane más de 1500, pero también podría hacerlo peor.