Esto no es un libro. Es un interruptor. Un dispositivo que corta la corriente. Y que a la vez permite que algo se ponga en marcha, que algo se encienda. Me gustaría que la lectura de este libro supusiera un «clic», un chispazo que interrumpiera una cadencia de mierda, una bajada de tensión en el movimiento LGTBQ que debe terminar cuanto antes. Y que se encendiera otra forma de hacer las cosas y de comportarnos como maricas, lesbianas y trans frente a la sociedad y las propias tendencias involucionistas que anidan entre nosotros. Si esto no pasa, este libro no habrá funcionado. Habrá que encontrar otro interruptor que sí funcione y lleve a cabo su cometido correctamente poniendo en marcha nuevas sensibilidades y actitudes, otras formas de hacer política y de comprometernos solidariamente en la lucha contra la homofobia y contra los homófobos.
Escribo en primera persona, desde una situación subjetiva y de discurso bastante problemática, múltiple, contradictoria, singular, sin hacerme portavoz de nadie. Como marica me resulta muy difícil hablar en nombre de otros maricas, mucho más aún en nombre de las lesbianas, de los transexuales, porque estoy convencido de que no se nos puede meter a todos en un mismo saco, ya que nuestras situaciones de opresión y discriminación social son muy diferentes. Hasta el último momento he dudado en bautizar este libro como Etica LGTBQ, pero finalmente he respetado mi impulso inicial de escribir una Etica Marica, dejando LGTBQ en el subtítulo. Retomo así unos apuntes míos que llevaban cogiendo polvo en el disco duro del ordenador más de diez años, cuando los abandoné para embarcarme en el proyecto de Homografías.
Quiero desde un principio dejar claro que no pretendo usurpar la voz de nadie en nombre de una ética de corte universalista, ni anular los rasgos diferenciales de la dominación y la injuria que cada cual soporta y que le llevan a actuar como mejor le parece en un marco de opresión jerarquizado, en el que es mucho más jodido ser trans que marica, incluso sigue siendo mucho más jodido ser lesbiana que maricón. A veces, cuando hablo de maribollos, maritrans, transhomofobia, puede parecer que me limito a repetir una coletilla en la que quepamos todas, pero que la voz cantante la llevan las maricas y a las demás se las incluye en plan buen rollito generoso pero sin mucho convencimiento. Justamente es todo lo contrario, creo que todo el discurso teórico sobre el que me apoyo y el trasfondo revolucionario sobre el que se asienta el movimiento LGTBQ proceden casi exclusivamente de las trans y de las lesbianas. Las maricas hemos contribuido escasamente a la teoría y la praxis revolucionaria y cuando lo hemos hecho ha sido para marginar, excluir y silenciar a lesbianas y trans, apoderándonos de los aparatos de poder, de los micrófonos, megáfonos, cámaras y de todo cuanto los machos ibéricos, sodomitas incluidos, consideran que les sigue perteneciendo por derecho propio.
Si finalmente me he atrevido a ampliar el ámbito de mi enunciación más allá de las maricas, habrá sido siguiendo las pautas de una solidaridad LGTBQ con la que intento ajustar cuentas en el último capítulo y que, desde luego, necesita ser depurada de cualquier rastro de machismo, heterosexismo, lesbofobia, misoginia o transfobia que pueda seguir albergando. Valga esta explicación para pedir disculpas de antemano. No pretendo excusarme ni justificarme con ella, sino aceptar de entrada las susceptibilidades que pueda generar el no haberme limitado a hablar exclusivamente en primera persona, o como marica. No tengo prisa en convertirme en un sujeto rizomático, múltiple, en decir que yo soy muchas, ni en monsergas por el estilo que mudan la buena intención en un elemento de represión más.
He escrito este libro en menos de tres semanas. Esto quiere decir que a lo mejor debería no haberlo publicado y pensarme las cosas un poco más. Pero si ha llegado hasta ti es que a alguien más que a mí, incluidos la editorial y unos cuantos amigos que suelen aconsejarme bien, les habrá parecido interesante, divertido, oportuno o que merece la pena por algún motivo que a mí se me escapa. En ocasiones creo que estas líneas son demasiado privadas, que no pasan de un cabreo mío, de un desahogo ante la que está cayendo sin el mayor interés teórico, como no sea la necesidad que pueda haber en el movimiento LGTBQ de compartir frustraciones, iras, odios, la necesidad de hacer algo urgentemente, la sensación de agotamiento de nuestros colectivos, de los dirigentes y de las tesis oficialistas, el convencimiento de que llevamos mucho tiempo tocando fondo y de que los cambios legales que se han producido en nuestro país van a sepultar, paralizar y dejar en dique seco nuestra lucha en vez de potenciarla y reactivarla.
Tengo muy mala relación con este libro, que es más bien un panfleto radical, un fanzine libertario, porque pienso que es una pataleta, una rabieta, la necesidad de vomitar mierda ante la constatación de la ausencia de un proyecto ilusionante ajeno y propio. Si lo he escrito es tal vez para pedir auxilio. No tengo nada que ofrecer, no tengo nada que proponer, estoy vacío. No veo a nadie, a ningún grupo dentro del movimiento LGTBQ capaz de «salvarnos», en quien podamos depositar alguna esperanza, en quien delegar la gestión e invención de un futuro para las maricas. Tampoco es que necesitemos redentores ni iluminados para llevar a cabo una tarea que sólo puede ser colectiva. Pero, es patente que la supuesta intelligentzia marica no tiene nada que enseñarnos, ni menos aún puede guiar a nadie. Que nadie se lea estas páginas buscando un plan rector, una hoja de ruta. Soy incapaz. Tan sólo me gustaría que sirviera para movilizar a la gente, removerla del sofá, hacerle cambiar de postura, aunque sea cruzar la pierna, toser, ahuecar los cojines, algo, un mínimo movimiento capaz de sacarnos de la inercia o hacernos conscientes de ella.
No he querido hacer un tratado complicado, farragoso, ilegible, académico. No he querido hacer teoría queer para especialistas. Paso de escribir un tocho sesudo que se le caiga de las manos a la gente y que a la postre no valga para nada. Para chuparnos las pollas cuatro listillas, dicho a lo bruto. Este libro es muy bestia, no he pulido mucho mi lenguaje, hablo como me sale del coño, digo lo que me da la gana, lo que se me ocurre, no me paro a tachar nada, no borro nada, no me releo. Ya me arrepentiré. He pasado de poner citas, notas a pie de página ni referencias bibliográficas. Me apetecía contar cómo me siento, cómo nos sentimos unas cuantas, y decirlo como hablo yo normalmente, como hablo con quienes me conocen, para que se me entienda, para poder expresarme. Paso de teoría queer ni hostias, eso no pone de acuerdo a nadie, a mí ha dejado de satisfacerme políticamente, se ha convertido en trampolín de ganapanes universitarios que se sacan las lentejas como pueden; no dudo de su eficacia hasta cierto punto y está bien que se haga, pero se encuentra ya a tanta distancia de la gente que a mí me aburre muchísimo, por no hablar de la indignación que me produce verlo convertirse en un coto de cuatro elitistas que venden recetas de libertad por precios muy poco módicos. O de la reapropiación espuria del término por parte de los sodomitas de derechas. Lo que me apetecía era decir huevón de burradas sin tino, que todo el mundo comprenda, que despierten desprecio o solidaridad, identificación o vómito. Sin argumentarlas mucho tampoco, aptas para todos los públicos, sin ropajes de sabidurías importadas, recuperando el buen sentido de la gente de la calle, mi buen sentido cuando no me pongo estupendo o me da por hacer el imbécil o hablar para dármelas de sabihondo.
He hecho un libro para compartir, también para sentirme arropado, a veces me siento muy solo, y muchos como yo se sienten igualmente perdidos en medio de un desierto político rosa. Sería flipante que quien lea esto sonriera, se riera mucho, a carcajadas, que le hiciera mucho bien para la salud ver puestos en mis labios sus propios insultos, su ira, su indignación, su mal rollo, sus ganas de pegarle dos hostias a unos cuantos, de quemar con los ojos mientras lee mucha basura fascista que ni te crees que se puedan decir esas sandeces revisionistas y quedarse tan ancho. Sé que esto a veces se parecerá mucho a un puto panfleto borroka, que retomará discursos radikales, de fanzine, demagógicos incluso, facilones, llenos de mala leche, desengaño, asco. Lo bueno es que nadie se va a estrellar leyéndolo porque no me entienda. A lo mejor se aburrirá, le parecerá una mierda, sin nivel ninguno, falto de ideas, vacío, absurdo, movidas personales mías que a nadie afectan, que nadie comparte. No lo sé. Lo que sí sé es que he escrito un libro para hacer amigos y para cagarme en mis enemigos, que ya tenía ganas. Poner verde a toda esa gentuza conservadora y fascista que no soporto, dentro y fuera del movimiento gay, no cortarme un pelo en llamarlos cabrones, hijos de perra, sodomitas neocons, perrillos falderos, traidores, kapos, quintacolumnistas de mierda.
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