Rupert Torne en «Dos Caras. Primera parte»
UN CORTE DE MANGAS
A LA HISTORIA
Introducción de Roy Tomas
Bill Finger. Apenas te conocí.
Ojalá te hubiera tratado más. No haberlo hecho me apena muchísimo.
Cuando llegué a Nueva York a finales de junio de 1965 para empezar mi carrera en el mundo del cómic (como ayudante de Mort Weisinger, editor de la línea de Superman en DC), su nombre ya me resultaba familiar. Aunque no tanto como debería.
Por aquel entonces, mi colección de cómics era abundante (¡algunos con más de veinticinco años a sus espaldas!) y sabía que él era guionista. Su firma había aparecido en las primeras historias de Wildcat y del Green Lantern de la Edad de Oro. Apenas unas semanas después de conocer a Finger, Bob Kane, el único autor acreditado de Batman, arremetió contra mi buen amigo, el Dr. Jerry G. Bails, por atreverse a sugerir en un artículo que Bill Finger se merecía el crédito de creador del Cruzado Enmascarado tanto como Kane.
Jerry conoció a Finger cuando visitó las oficinas de DC en Nueva York en febrero de 1961, durante el mismo viaje que lo llevó a abandonar la idea de publicar una JLA Newsletter para, en su lugar, lanzar un fanzine dedicado a los cómics de superhéroes llamado Alter Ego. Jerry consiguió (o, al menos, así lo entendió él) arrancarle a Bill la promesa de escribir una pequeña autobiografía para su fanzine. Aquella promesa, como tantas otras de Bill, cayó en saco roto, pero Jerry mantuvo su interés por la vida y la obra de Finger.
Unos años después, en julio de 1965, Bails volvió a viajar a Nueva York, esta vez con el propósito de asistir a una convención de cómics organizada por Dave Kaler. La tarde previa a la inauguración de la convención, Dave y yo (compañeros de piso por aquel entonces), y quizás alguien más que no recuerdo, acompañamos a Jerry hasta el piso de Bill Finger. Fue esa noche cuando Bill le enseñó a Jerry, y a todos nosotros, algunos de los objetos y referencias que conservaba de tiempos mejores; entre ellos, un trozo de papel de 1939 o 1940 donde tenía apuntados varios nombres para el ayudante en ciernes de Batman. Nombres como Tiger, Wildcat… o Robin.
Quizás esa fuera la noche en la que Jerry entrevistó a Bill para su artículo «Si la verdad se supiera», publicado ese verano en un número de CAPA-alpha, el fanzine colectivo del que él fue fundador y «centro neurálgico». O quizás ambos quedaran en algún momento durante el fin de semana de la convención, no lo recuerdo. Pero lo que es seguro es que, de esos dos o tres días, surgió el artículo de Jerry en el que, por primera vez, Bill Finger declaró ser el cocreador no reconocido de Batman.
Al día siguiente, cuando Bill llegó a la convención (tarde, como era habitual en él) para participar en la mesa redonda moderada por Jerry, junto a los guionistas de DC Gardner Fox y Otto Binder y el editor Mort Weisinger, ni Jerry ni Bill dijeron una sola palabra sobre la creación de Batman. Puede que fuera porque Jerry quería guardarse la noticia y reservarse la bomba informativa para cuando su artículo viera la luz; o porque Finger pidiera no pronunciarse públicamente al respecto; o porque Weisinger, editor de DC para el que Finger trabajaba a veces, estaba sentado a su lado… Fuera por el motivo que fuera, ninguno de nosotros conoce el origen de ese silencio. David Hernando profundizará en todos los detalles en las páginas que siguen, pero por ahora baste decir que, cuando Jerry publicó su artículo poco después de la convención, una copia llegó a las manos de Bob Kane, cuyo nombre siempre había sido el único impreso en cualquier historia de Batman. El texto le llegó a Kane, de hecho, a través de un amigo común que teníamos Jerry y yo, Biljo White, cuyo fanzine Batmania estaba dedicado a todo lo relacionado con Batman antes de que el Caballero Oscuro diera el salto a la pequeña pantalla y de que la palabra en sí («Batmania») se convirtiera en cliché.
El artículo de Jerry desató la furia de Bob Kane, quien escribió una carta de seis páginas, a espacio sencillo, en la que arremetía tanto contra el artículo como contra el hombre que lo había escrito (a quien se refería como «la autoproclamada autoridad en Batman»). Pedía a White que imprimiera toda la carta en Batmania, algo que cumplió poco después. Pese a dar a Finger algo de crédito por ser «una influencia al ayudarme a dar forma a la historia» e incluso por crear a «algunos personajes» (que no nombró), Kane negó que nadie salvo él mismo pudiera ser considerado creador de Batman.
¡Ay! Si hubiéramos sabido todo esto tan sólo unas semanas antes, durante la convención, la mesa redonda habría sido mucho más interesante, ¡más allá de lo fascinante e histórica que fue de por sí!
Por mi parte, después de aquella tarde en el piso de Finger y de pasarme por la convención, no volví a hablar nunca más con él. Tampoco recuerdo ninguna otra conversación que pudiéramos haber tenido en aquella semana de julio de 1965, lo que me lleva a pensar que Jerry y Bill fueron los que más hablaron durante el encuentro. El resto de nosotros nos contentamos con poder escucharlos y, quizás, aprender algo.
Un par de años después me apenó enterarme de que Bill fuese uno de los autores que DC dejó de lado en sus encargos mensuales, por haberse atrevido a pedirle a la editorial una serie de compensaciones a cambio de todas las historias que habían compuesto durante tantos años. Al final resultó que la mayor fantasía que habían creado era aquella en la que se creyeron que a alguien de la empresa le importaban algo sus contribuciones.
Tras todo aquello, la única vez que me encontré con Bill Finger fue cuando, en algún momento a finales de los años sesenta, se presentó un día en las oficinas de Marvel después de que DC lo «dejara ir» (si es que una compañía puede despedir a alguien que siempre ha trabajado para ella como externo). Intercambiamos un par de palabras amistosas en recepción, pero él en seguida se enclaustró con Stan Lee en su despacho. Salvo por el hecho de que Stan me contó luego que Bill había ido a pedir trabajo, no sé nada de lo que hablaron. No tengo ni idea de por qué Stan no le dio al menos una oportunidad para escribir algún guión, al igual que hizo con otros refugiados de DC como el guionista y editor Bob Kanigher. Por lo poco que sé, podría ser que Stan le hubiera solicitado ideas para algún personaje y que Bill, simplemente, no hubiera llegado a entregarlas. Era impropio de Stan no dar una oportunidad a un profesional consagrado, y gente como Kanigher, Gardner Fox o Jerry Siegel (por no mencionar a Bill Everett y Syd Shores) pudieron comprobarlo en su día.