¡HAZLO!
Seth Godin
Traducción de Olivia Llopart
Título original: Poke the box
Traducción: Olivia Llopart
1.ª edición: febrero 2012
© 2011 by Do You Zoom, Inc
© Ediciones B, S. A., 2012
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
Depósito Legal: B.8219-2012
ISBN EPUB: 978-84-15389-58-3
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El reto no consiste en alcanzar el statu quo; el reto consiste en inventarlo.
El iniciador
Annie Downs trabaja en el Mocha Club, una entidad sin fines de lucro de Nashville que recauda fondos para los países en vías de desarrollo con la colaboración de diversos grupos de música.
El año pasado Annie llamó a su jefe y dijo algo que nunca había dicho: «Tengo una idea, y mañana empezaré a trabajar en ella. No me tomará mucho tiempo ni costará mucho dinero, y creo que funcionará.»
Con esas dos frases Annie cambió el rumbo de su vida, el de su organización y el de las personas a las que va dirigida.
Probablemente te estés preguntando cuál fue su idea. Y puede que hasta te intrigue saber cómo la llevó a cabo.
Pero esa no es la cuestión.
Lo importante fue su cambio de actitud. Por primera vez desde que empezó a trabajar en el Mocha Club, Annie no esperaba instrucciones, ni seguía una lista de tareas pendientes, ni se dedicaba a hacer el trabajo que le llegaba. No esperaba a que alguien tomara la iniciativa, la tomó ella misma.
Ese día, Annie cruzó un puente. Se convirtió en alguien que empieza algo, en alguien que inicia, en alguien preparado para fracasar por el camino con tal de marcar la diferencia.
Tu turno
Imagina un mundo sin intermediarios, sin editores, sin jefes, sin responsables de recursos humanos, sin nadie que te diga lo que no puedes hacer.
Si vivieras en ese mundo, ¿qué harías?
Adelante. Hazlo.
En China hay una fábrica que produce los mismos chismes que tu empresa, por una décima parte del precio.
En tu misma calle, un poco más abajo, hay un restaurante que te ha copiado el menú y la carta de vinos, pero que cobra un 20 por ciento menos.
El último agente de viajes abandona la sala. Los editores de revistas perdieron todo su potencial de crecimiento frente a los bloggers . Wikipedia no tuvo que arrebatarle la autoridad a la Encyclopedia Britannica , sino que aparecieron colaboradores dispuestos a hacer el trabajo. Los de la Britannica se quedaron sentados y observaron.
Los intermediarios, los coordinadores y los inversores son menos importantes que nunca. El año pasado se fundaron en San Francisco y Nueva York sesenta y siete nuevas empresas web por lo mismo que le cuesta a Silicon Valley fundar un tercio de ese número.
De modo que si el dinero, el acceso a la información y la fuerza organizativa no son los cimientos de la economía conectada, ¿cuál es el gran pilar?
La iniciativa.
Lo importante es empezar
Empezar un proyecto, tomar la iniciativa, arriesgarse.
No sólo: «Le estoy empezando a dar vueltas», o «Quedaremos para hablar del tema», o incluso «He solicitado la patente...».
No, lo importante es empezar.
Superar el punto de no retorno.
Lanzarse.
Comprometerse.
Hacerlo realidad.
El séptimo imperativo
• | El primer imperativo es estar al tanto; al tanto del mercado, de las oportunidades y de quién eres. |
• | El segundo imperativo es estar preparados, para entender lo que sucede a tu alrededor. |
• | El tercer imperativo es estar conectado, para que confíen en ti. |
• | El cuarto imperativo es ser coherente, para que el sistema sepa qué esperar de ti. |
• | El quinto imperativo es crear un valor, para tener algo que vender. |
• | El sexto imperativo es ser productivo, para ofrecer un buen precio. |
No obstante, es posible que hagas todas estas cosas y aun así fracases. Un empleo no es suficiente, ni una fábrica, ni una industria. Solían serlo, pero ya no lo son.
El mundo está cambiando muy rápido, y sin la chispa de la iniciativa te limitas a reaccionar ante lo que te rodea. Asimismo, sin la capacidad de incitar y experimentar estás estancado, a la deriva, esperando el empujón...
Hay mil libros y un millón de memorandos sobre los primeros seis imperativos, los cuales nos fueron inculcados en innumerables ocasiones en el colegio; y seguro que encuentras un gran número de escuelas de posgrado y de jefes que estarán encantados de echarte una mano en relación con ellos. Pero en lo referente al séptimo imperativo, todo indica que tendrás que arreglártelas tú solo.
Este imperativo nos aterra y, en consecuencia, solemos pasarlo por alto o ignorarlo. El séptimo imperativo consiste en tener las agallas, el corazón y la pasión para lanzarse.
Un cambio de actitud
Lo que diferencia a los individuos exitosos de aquellos que languidecen es exactamente lo mismo que separa a las organizaciones innovadoras y en crecimiento de aquellas que se estancan y mueren.
Los ganadores han convertido la iniciativa en una pasión y en una práctica. Adelante, prepara una lista de las personas y organizaciones a las que admiras. Apuesto a que el séptimo imperativo es lo que las hace destacar.
Como ves, el reto no consiste en perfeccionar tu capacidad de saber cuándo empezar o cuándo mantenerte al margen, sino en adoptar la costumbre de empezar.
Craig Ventner y el Dr. Frankenstein
El hombre que secuenció el genoma humano ha hallado el modo de utilizar un ordenador para diseñar el código genético de un organismo. Él y su equipo pueden juguetear con los genes casi con la misma facilidad con que tú escribes un informe en Word.
Pero no es suficiente.
Una vez generada la cadena de código y convertida en materia orgánica en una placa de Petri, ahí se queda. No tiene vida.
La fuerza motriz, la chispa que lo trae a la vida, destaca por su ausencia. Así que para transformar el proyecto en algo más que una masa inerte de genes, Ventner todavía tiene que insertar algún tejido orgánico, algo vivo.
Y aunque parezca sorprendente, he aquí tu oportunidad.
No hablo de comprar una placa de Petri y un puñado de materiales orgánicos. No, la oportunidad es mucho mayor: consiste en ver que a tu alrededor hay plataformas, oportunidades y organizaciones enteras que cobrarán vida cuando tengas suficiente valor y empuje para aportar la iniciativa que les falta.
La caja de luz y sonido
Cuando nació mi sobrino, mi tío (doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts) fabricó una caja de luz y sonido. Era un pesado artilugio de metal que se enchufaba a la pared mediante un cable grueso y negro. Más que un juguete parecía algo sacado de una planta nuclear; pero eso no lo disuadió de meterlo en la cuna.
La caja tenía dos interruptores, algunas luces y un par de mandos. Si le dabas a un interruptor, se encendía una luz. Si pulsabas los dos interruptores, sonaba un timbre. Muy aterrador, por supuesto; a menos que seas un niño.
Cuando un niño ve la caja, empieza a explorarla. «Si hago esto, ¡pasa eso!», piensa.
Los matemáticos lo llaman «función». Si introduces una variable, obtendrás un resultado. Acción, reacción.
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