1. Introducción: el carácter único del trabajo
Trabajo: una perspectiva de la economía política
¿Qué es el trabajo y quién (o qué) trabaja? El trabajo es un tema especial en la economía política porque es esencial en la producción de bienes y servicios valiosos que todos utilizamos. Los productos del trabajo pueden redundar en bienes y servicios de utilidad social, como pueden ser unos alimentos gustosos y nutritivos y una mejor atención sanitaria. Por otra parte, el trabajo puede crear productos socialmente destructivos, como las armas de destrucción masiva. Aunque nos gustaría vivir en un mundo con más de lo primero y mucho menos, preferiblemente nada, de lo segundo, ambos requieren una inversión de esfuerzo. De la forma de organización del trabajo, de las características de los trabajadores y de la compensación que perciben por ir al trabajo es de lo que trata este libro. Como podrán imaginar, los economistas no se ponen de acuerdo sobre cuál es el aspecto más importante del trabajo, en qué hay que centrarse, qué se debe minimizar y cuál es la mejor manera de explicar algunas de las cuestiones más urgentes asociadas con el trabajo. Este libro ayudará a identificar debates importantes sobre la naturaleza del trabajo, abarcando desde los problemas de la creciente desigualdad salarial y la amenaza del desempleo tecnológico hasta el futuro del trabajo en un mundo poscapitalista.
Otro objetivo de este libro es explorar la naturaleza del trabajo desde la perspectiva de la economía política. El enfoque de la economía política –también conocida como economía heterodoxa– se identifica ampliamente por su compromiso con una visión del desarrollo económico que es progresista y se centra en el trabajador. Bebe de las tradiciones de Marx, Keynes, el feminismo y el institucionalismo, de acuerdo con las interpretaciones de teóricos económicos contemporáneos. El planteamiento de la economía política heterodoxa se contrapone a la economía neoclásica y neoliberal convencional que hallamos en la mayoría de los libros de texto y los llamamientos a las políticas económicas del libre mercado. La economía convencional neoclásica se funda en una visión de una economía ideal que se caracteriza por el interés individual, la maximización de los beneficios y la competencia despiadada. En contraste, el enfoque de la economía política entiende la experiencia vivida de los trabajadores en un régimen capitalista caracterizado por el conflicto, el poder y la desigualdad. Además, es importante reconocer que estas fuerzas están insertas en normas sociales –sobre los roles de género, por ejemplo– e instituciones –como el Estado– que influyen en la distribución de los trabajadores por empleos y en los salarios que perciben.
La economía política difiere de la economía convencional en muchos otros aspectos importantes. En primer lugar, es política en un doble sentido. Entiende que el acceso a y la distribución de los recursos económicos son el resultado de las luchas de poder, cuyos grupos partícipes se definen por la clase social, la raza, el género y la ubicación geográfica. Además, la economía política se asocia con valores y normas explícitas, como el control democrático de las instituciones, la justa distribución de los recursos económicos y la organización de una economía que satisfaga las necesidades humanas y desarrolle la capacidad de los individuos para tener una vida digna. También reconoce que todos los paradigmas económicos –las formas de entender el mundo– representan intereses y valores particulares. No existe una economía objetiva y exenta de valores (Stilwell, 2016). Otro elemento de la economía política que la distingue de la convencional es su foco en la evolución histórica de la vida económica contemporánea. Esto significa que no podemos entender dónde estamos sin analizar dónde hemos estado y qué fuerzas intervinieron para traernos a este punto. La historia es importante porque nos ayuda a valorar con una perspectiva crítica el presente y el futuro del trabajo. Además, el enfoque de la economía política es diverso, puesto que representa toda una serie de lentes que nos sirven para entender la economía. Como resultado, en contraste con el modelo de la competencia perfecta, donde el poder es una anomalía o un signo de imperfección del mercado, el enfoque de la economía política incorpora el poder, el conflicto, el control, la resistencia, la cooperación y la solidaridad al análisis del trabajo.
Pero antes de saltar a la exploración de la economía política del trabajo necesitamos establecer algunos límites sobre qué tipo de trabajo vamos a analizar. En principio, esto podrá parecer un asunto sencillo. Vamos a analizar mi trabajo, su trabajo, el trabajo de los humanos en circunstancias históricas particulares, ¿cierto? Veamos: si el trabajo es la inversión de esfuerzo productivo, ¿deberíamos incluir a trabajadores que no son humanos en el debate? Los animales se han usado como trabajadores durante siglos, no solo en la agricultura –bueyes o mulas para arar los campos–, sino también en la manufactura –caballos usados en la industria textil para activar máquinas hiladoras– y en los servicios –paseos en coche, vehículos de transporte masivo tirado por caballos del siglo XIX, el ómnibus (véase recuadro 1.1)–. En el otro extremo del espectro tenemos trabajadores no humanos actualmente recorriendo a toda mecha los pasillos de los almacenes de Amazon para mover contenedores de mercancías. Asimismo, en algunas fábricas se emplean «cobots» (robots colaborativos) que trabajan junto a sus homólogos humanos. De modo que si lo concebimos con amplitud, el trabajo incluye más que a los agentes humanos. Sin embargo, restringiremos nuestra discusión a los trabajadores humanos, dejando abierta la posibilidad de que, en el futuro, el análisis de estos debates puede que necesite incluir a los trabajadores no humanos.
Recuadro 1.1. ¿Son los animales parte de la clase trabajadora? ¿Resisten los peces?
Existe una animada discusión, completamente ajena a los debates en economía política, sobre las fronteras que dibujamos entre los participantes humanos y no humanos de la economía. Jason Hribal afirma de manera provocadora que los animales han participado íntimamente en la creación de la economía capitalista. Caballos y bueyes hacían funcionar máquinas hiladoras y muelas. Los caballos son trabajadores, pero ¿son comparables a los trabajadores humanos? Ciertamente, sus esfuerzos producen valor para sus empleadores, pero ¿tienen lo que los científicos sociales llaman «agencia», la capacidad de actuar intencionadamente, de planificar, de elegir, de resistir? En su historia de la contribución del caballo a la industrialización, Ann Norton Greene cree que no: «Claramente, es inapropiado imponer un modelo de agencia humana a otras especies, de cuya cognición y conciencia inevitablemente entendemos muy poco» (2008, 8). Y, sin embargo, en su relato se refiere sistemáticamente a los caballos como trabajadores.
Marx distinguía a los animales de los seres humanos señalando que los animales se centran instintivamente en su supervivencia inmediata, mientras que los humanos pueden planear y crear futuros alternativos con su trabajo. Esto relega a los animales al terreno de los recursos naturales que deben utilizarse según sus dueños crean conveniente. Pero ¿pueden negarse los animales a su destino? Historiadores y sociólogos de los estudios animalistas piensan que pueden. De hecho, hay rastros de resistencia animal en las mismas tecnologías desplegadas para capturarlos y controlarlos: se crearon dóciles bichos agrícolas para que fueran sumisos, se hicieron inversiones en tecnología para impedir que las criaturas huyeran de su destino como mercancías que eran atrapadas, compradas, vendidas y consumidas (Hribal, 2003; Wadiwel, 2016). Las razas de perros de trabajo son ejemplos de animales específicamente criados para pastorear, transportar y proteger. Como pastores, por ejemplo, estos perros eran «biotecnologías en un sistema de agricultura de mercado que se transformó en una agroindustria contemporánea que exige grandes inversiones de capital» (Haraway, 2007, 56). Por lo tanto, si bien el grueso de la investigación en la economía política del trabajo se centra en agentes humanos, deberíamos reconocer igualmente el valor económico que generan nuestros encuentros con seres que no son humanos (Haraway, 2007).