Lola Ortiz - Aquí y ahora: La vida está para vivirla

A mi amigo Pine,

por hacerme mejor persona y

por dejar una huella imborrable.

«Vivir y morir en este día.»

Escribo

E scribo para expresar lo que siento. Lo que me sale del corazón y lo que realmente llevo dentro. Escribo para desahogarme, para intentar ordenar las ideas de mi cabeza. Para animarme, consolarme o apoyarme. Escribo para mí, pero también para ti. Porque quizá alguna de estas cosas que he vivido, sentido o visto también las vivas, sientas o veas tú alguna vez en tu vida. Quizá pases por alguna de las situaciones por las que he pasado yo. Escribo para mí, pero también para ti, con la esperanza de que te sirvan mis palabras y consigas ver la vida, y ese momento concreto, de otra manera.

Escribo. Escribo cada día: cuando lo siento, cuando me sale y cuando me apetece. Nunca sin querer, ni por obligación. Escribo, y cada texto tiene un significado, una sensación y un nombre. Cada texto ha surgido de algo, por alguien. Cada texto se une al siguiente y termina por formar este libro.

Sí, este, este que tienes entre tus manos.

No voy a decirte lo que vas a encontrar en él, porque prefiero que lo hagas por ti mismo, pero puedo decirte que vas a encontrar mucho de mí y, en parte, también de ti. Porque, como ya te he dicho, quizá llegues a vivir o a entender todo esto algún día, cuando estés en el mismo momento en el que estaba yo cuando lo escribí.

Ojalá te sientas identificado con alguna página, algún texto o, aunque sea, alguna frase. Ojalá la más mínima palabra aporte algo a tu día a día. Ojalá te ayude a seguir, a avanzar, a levantarte del suelo. Ojalá sonrías más fuerte o consigas dejar de llorar. Ojalá tantas letras y tanto esfuerzo hayan servido de algo. Ojalá escribir tenga una utilidad más allá de hacerme sentir mejor.

Escribo, escribo mucho y, con tanto, he cumplido mi tercer sueño. Ahora te toca a ti poner de tu parte, leerlo y perderte en él. Este es mi libro, pero también es tuyo.

Por eso, disfrútalo.

Aquí y ahora

N o esperes a que sea tarde. No te quedes ahí quieto ni empieces a preocuparte por alguien solo cuando ya no esté. No dejes pasar los minutos sin aprovechar lo verdaderamente importante. No lo hagas. La cosa va más rápido de lo que crees. No esperes a mañana para dar un beso, un abrazo o para decir algo bonito. Ni siquiera para tumbarte en el sofá al lado de esa persona que te llena el corazón. No dejes escapar los pequeños instantes. No te quedes quieto. No lo hagas. No dejes de tener detalles, de regalar momentos y de construir recuerdos. No esperes a echar de menos para acercarte. Te aseguro que eso te pone un nudo en el estómago muy feo. No te pierdas el ahora. No lo hagas. En serio, es más increíble de lo que piensas. No esperes a que se acabe para ponerte a hacer algo, para querer de verdad o para demostrar lo que sientes. El mañana ya llegará, y puede que lo haga más pronto de lo que crees. No te quedes mirando cómo pasa todo, y vive. Vive aquí y ahora. Y de verdad.

Hoy y siempre

P ara empezar, me gustaría daros ánimos.

A veces ocurre lo que menos nos imaginamos, aquello que jamás nos hemos planteado y que, por supuesto, nunca quisimos que pasara. Pero pasa. Y todo se nos viene encima. El mundo se para, el dolor es más fuerte de lo que hubieras podido imaginar y las fuerzas flaquean. Casi no puedes seguir. Parece que ya nada tiene sentido, que ya nada merece la pena.

Y, lo sé, todo eso es una mierda.

Pero en este momento, desde aquí, desde mi habitación, sentada frente al ordenador con el teclado bajo mis dedos, os quiero escribir para deciros algo.

Quizá mis palabras no sirvan para nada, quizá en esos instantes nada ni nadie pueda sanaros ni salvaros. Pero quién sabe si mis palabras os podrán ayudar en otra ocasión o de una manera inesperada. Si no es hoy, quizá mañana sí.

Quiero deciros: «Ánimo». A veces hay cosas que pasan simplemente para que recordemos de qué estamos hechos, para hacernos más fuertes. Y ojalá hubiese otras maneras de saberlo, y no de esta, pero a veces parece que la vida no se piensa mucho las pruebas que decide ponernos. Y tenemos que seguir. Agarrarnos a lo que podamos, y seguir. Incluso si parece imposible.

Tenéis que ser fuertes. Tenéis que ponerle coraje. Tenéis que vivir, y ahora por partida doble: por vosotros y por los de allí arriba, porque ellos así lo querrían. Porque no estáis solos. Y nunca lo estaréis. Tenéis que sonreír, todo lo que podáis, poco a poco. Y recordar, porque hay momentos y recuerdos que nos hacen más fuertes y nos ayudan a continuar. Agarraos a eso. Tenéis que luchar, y que levantaros cada mañana, aunque os cueste. Tenéis que hacerlo por el simple hecho de que podéis hacerlo.

Y yo estaré aquí, igual que muchas otras personas en vuestra vida, para que el día de mañana o, mejor dicho, de hoy —que ya sabéis que es mucho más importante— sea menos duro. Para que la cuesta sea menos empinada, para que sonreír no sea tan difícil, y para que las lágrimas no sean tan amargas. Para que tengáis un hombro en el que apoyaros y una mano a la que agarraros. Y ya sabéis que no será una, sino varias. Para que el vacío sea menos vacío, y para que el amor siempre esté presente. Para que recordar siempre sea bonito. Y para que mirar al cielo sea sin dolor, y con una sonrisa. Porque los de allí arriba no se merecen lágrimas, ni soledad, ni nada del estilo; estoy segura de que no es lo que les gusta.

Por eso, en estas páginas solo quiero daros ánimos y fuerza, toda la necesaria para estos momentos. Y recordaros que estoy aquí. Hoy, y siempre.

Aun con todo

M e preguntan muchas veces por el amor, y de repente se me viene su nombre a mi cabeza, pero no me salen las palabras por la boca. Ni siquiera para escribirlas. No sé, me imagino que a veces un sentimiento es inefable. Y no hay más.

Él me ha conocido, y me conoce, como nadie. Se sabe todas mis virtudes: las ha ido descubriendo una a una; las ha vivido, disfrutado y compartido. Sabe de mis miedos, de mis sueños y de mi manera de luchar por cada uno de ellos. Conoce mis manías y los gustos que tengo para cada cosa. Se sabe todos mis defectos, aunque en realidad estoy segura de que le quedan muchos más por conocer. Y, aun así, se ha quedado, con todos. Se ha quedado para ayudarme a superarlos, a mejorarlos y a ser mejor que ayer. Se ha quedado para limarlos conmigo y para comprenderme, animarme y quererme así, con todo. Y supongo que al final el amor es eso: conocerlo todo de la otra persona y aun así seguir a su lado.

Creo que no hay nada más bonito que eso.

Por todo ello hoy, desde aquí, le doy las gracias. Te doy las gracias a ti, mi amor, que sé que estás leyendo esto. Gracias por formar parte de mi vida, por aparecer ese día de casualidad, aunque yo lo estuviera deseando. Por quedarte, por ser y no solo estar. Gracias por hacer que cada día sea mejor, por crecer conmigo y por convertirte en mi mejor compañero de vida. Gracias por tus maneras de ser conmigo, y también por tus maneras de ser contigo. Por ser tú. Siempre. Y por dejarme a mí también ser yo. Gracias por llegar sin saber muy bien qué iba a pasar, ni el porqué ni el cómo, por aparecer sin tener ni idea de hasta dónde íbamos a llegar. Por estar hoy aquí y poder mirar conmigo hacia atrás y sonreír ante todo lo que hemos vivido. Y sonreír de nuevo por lo que nos queda por vivir, que estoy segura de que será mucho. Gracias por ser mi pasado, mi presente y por querer ser mi futuro. Gracias por ser tú, conmigo.