Rubén Sosa es fundador del proyecto Medita por el mundo, con el que suma 600.000 seguidores en las redes sociales, e instructor certificado de técnicas de respiración tanto por Yoga Alliance como por Oxygen Advantage.
Sin duda, es uno de los referentes en la materia gracias a su gran talento divulgativo, su profesionalidad y su generosidad en la transmisión de la información.
Respira, aquí y ahora es su primer libro.
Primera edición: noviembre de 2022
© 2022, Rubén Sosa
© 2022, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
Diseño de portada: Sophie Güet
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ISBN: 978-84-19248-36-7
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La respiración es el control remoto de tu cuerpo y la llave para regular tu sistema nervioso. Con esta guía aprenderás a respirar para cambiar tu vida.
Cómo respiras puede variar el estado de ánimo y aliviar los síntomas del estrés. Está comprobado que disminuir la frecuencia respiratoria propicia el estado de reposo del sistema nervioso parasimpático y que la respiración puede ayudarte a dormir mejor o llenarte de energía cuando la necesites. A cada estado de ánimo le corresponde un patrón de respiración.
La mejor forma de aprender, y así descubrir una de las principales herramientas para cuidar tu salud y bienestar, es la práctica.
Rubén Sosa nos ofrece, tras un recorrido por la historia y la teoría de la respiración basada en estudios científicos, un libro enfocado en la práctica, que propone ejercicios para activar, relajar o equilibrar el sistema nervioso, así como una serie de consejos y estrategias para combatir la ansiedad y lograr una vida más plena y feliz.
«Respirar es un arte; ¡seamos artistas de la respiración! Nuestro bienestar depende de ello, así que, querido ser humano, no te olvides de respirar bien, aquí y ahora».
Índice
INTRODUCCIÓN
La vida comienza con una inhalación y termina con una exhalación.
J OSEPH P ILATES
Parece casi ilógico que tengamos que volver a aprender algo que llevamos haciendo desde el instante en que nacemos, eso que estás haciendo justamente ahora y que posiblemente jamás te habías planteado siquiera que podías estar haciendo mal. El ser humano es la única especie animal que se olvida de cómo respirar correctamente a medida que se va desarrollando y va incorporando hábitos y rutinas nada saludables a su vida que acaban resultando sumamente importantes en su día a día. Y es que, como te comentaba hace un momento, y aunque suene casi absurdo, no hay que dar muchas vueltas para comprender en buena lógica que no puedes hacer bien lo que no conoces bien.
Respiras, alimentas tus células con oxígeno, expulsas el dióxido de carbono resultante y te mantienes vivo: es un acto de pura supervivencia. Pero ¿alguna vez has pensado que nadie te enseñó a respirar? Me atrevería a asegurar que prácticamente ninguna persona conserva en la memoria un recuerdo de la infancia asistiendo a clases de respiración en el colegio; simplemente lo dimos por aprendido, al fin y al cabo es algo que hacemos de forma automática, al igual que tu corazón late o tu estómago digiere la comida sin pensarlo siquiera, pero a diferencia de estos dos ejemplos —y por suerte— la respiración sí es algo que puedes controlar conscientemente.
Viajemos un poco hacia atrás, justamente al día de tu nacimiento, cuando inhalaste por primera vez y tus pulmones se expandieron dentro de tu pequeña caja torácica de neonato al sentir el frío del exterior en tu piel forzando a tu sistema respiratorio, aún por estrenar, a recoger aire y comenzar a inhalar y a exhalar de forma autónoma. Justo en ese momento es cuando se activan los receptores que estimulan el centro de la respiración, enviando las señales necesarias a los músculos respiratorios para iniciar su movimiento, especialmente el diafragma, que se contrae hacia abajo y crea un vacío que permite que el aire entre en los pequeños pulmones.
Y aunque esta primera respiración es uno de los momentos más importantes del parto, cuando los órganos respiratorios tienen que comenzar a desempeñar esta tarea tan primordial que une el interior de nuestro cuerpo con el exterior, una vez realizada, todos dieron por hecho que, si nada lo impedía, respirarías perfectamente entre veintiuna mil y veintitrés mil veces cada día el resto de tu vida y que pasarían por tus pulmones una media de ocho mil litros de aire diarios, más o menos.
Respirando tantas veces, cualquiera pensaría que somos expertos en el arte de respirar, pero, lamentablemente, la realidad es bien distinta. Se estima que un gran porcentaje de personas en edad adulta respira muy por debajo de su capacidad total, bastante más rápido de lo que deberían y además con las fosas nasales atrofiadas u obstruidas la mayoría del tiempo, lo que obliga al cuerpo no solo a hiperventilar, sino a verse irremediablemente sometido a una respiración bucal, que aunque consigue mantenerte con vida, no es nada aconsejable, pues desestabiliza el sistema nervioso, aumenta nuestro ritmo cardiaco y envía continuas señales de alerta a nuestro cerebro, por no hablar de todos los beneficios que pierdes al no recoger el aire a través de la nariz.
En el mundo hiperacelerado y lleno de estímulos en que vivimos hoy día, la llamada era del multitasking , nuestro organismo se encuentra en estado de alerta casi de forma permanente, es decir, con el sistema nervioso simpático activo en todo momento. Es como si tuviéramos que afrontar un peligro que pone en riesgo nuestra vida durante todo el día, como si una manada de leones nos acechara detrás de cada puerta, de cada semáforo, o nos estuviera vigilando al final de la larga lista de tareas diarias que nos quedan por hacer.
Por fortuna para nosotros, el cuerpo humano es extraordinario pues, aunque estemos en constante alerta, cuenta con una especie de interruptor que se encarga de regular este estado. Me refiero a nuestro sistema nervioso autónomo, que regula todas aquellas funciones que son necesarias para mantenernos con vida, pero que no requieren un control consciente por nuestra parte, entre ellas la regulación de la respiración, la digestión, el ritmo cardiaco o la temperatura corporal. Hay muchas formas de activar este interruptor de nuestro sistema nervioso autónomo, pero una de las más efectivas y sencillas es la respiración diafragmática.
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