A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.
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Introducción
Este libro pretende acercar a los padres y a los docentes al mundo de los comportamientos y de las actitudes de los niños en edad preescolar y escolar.
Se han recogido las preguntas más frecuentes que se suelen hacer al psicólogo y al psicoterapeuta y se ha contestado a cada tema de forma sencilla y familiar. De esta manera hemos hecho asequible a quienes lo deseen el universo que configura la psicología evolutiva, la cual se enriquece día a día con nuevas observaciones y teorías.
Hemos intentado explicar «por qué» ocurren determinados hechos o se producen ciertos comportamientos que a simple vista pueden parecer extraños.
No se ha privilegiado ningún enfoque particular de lo que es la psicología del niño, ya que el autor se ha enfrentado a los distintos problemas a partir de un criterio que tuviera en cuenta, por un lado, las teorías más eficaces actualmente disponibles y, por otro, la experiencia de veinticinco años de actividad con padres y niños que planteaban distintos problemas, habituales o no, de la vida familiar y escolar. Para facilitar la lectura hemos dividido los temas en cuatro grupos:
«Hablemos con los padres»: se tratan cuestiones generales que se deberían discutir en familia, como viajes, separaciones, etc.
«Con referencia a la escuela»: nos enfrentamos a los problemas que tienen que ver con el entorno escolar y la educación.
«¿Y el tiempo libre?»: se discuten temas referentes al deporte, vida social, intereses, etc.
«Otros problemas de quien está creciendo»: reflexiones sobre temas concretos, como hacerse pis en la cama, travesuras, palabrotas, mentiras, etc.
Una última observación: es lógico que ningún libro, por mucho que se proponga orientar al adulto que quiere aprender a escuchar verdaderamente a los niños, pueda sustituir el papel de una persona experta y, sobre todo, el tiempo que hay que dedicar a los niños. El hecho de que usted esté leyendo estas páginas significa simplemente que quiere e intenta ocuparse conscientemente de los «pequeños». Buena lectura.
H ABLEMOS
CON LOS PADRES
Cómo hay que contestar a sus preguntas
Buscar juntos la respuesta es divertido y, sobre todo, ayuda al niño a desarrollar una capacidad importantísima: la de aprender. |
Desde que el niño nace hasta la edad de los «por qué» (aproximadamente a los 3 o 4 años de edad), los padres y las personas que están próximas ofrecen constantemente al niño explicaciones sobre el cómo y el porqué de las cosas que suceden en su entorno. Estas explicaciones se producen de modo espontáneo en las conversaciones habituales que mantiene el adulto con el niño.
La necesidad de tener respuestas
El bebé, inconscientemente, muestra expresiones con el rostro y con todo su cuerpo que indican con claridad la exigencia de información y la necesidad de recibir respuestas. Los padres, antes de que el niño haya aprendido a hablar, se comunican y se relacionan con él respondiéndole a las demandas que hace a través del cuerpo, los movimientos, los gestos, el tono de la voz, etc.
La razón de los por qué
A veces el niño necesita la confirmación, por parte de algo o alguien, que le asegure que el mundo exterior no es peligroso, o que él es un buen niño, y que, por lo tanto, es querido y aceptado. Otras veces querrá mostrar su apego a una persona o a un objeto; en otras ocasiones querrá saber más sobre la calidad y las funciones de algo que ha despertado su interés. La edad de los «por qué» es una etapa necesaria para el niño. Hay que considerar que, en edad preescolar, muchas veces un «por qué» de un niño es en realidad un «cómo», es decir, una demanda de explicaciones no sólo formales, sino también prácticas. Esto se puede observar cuando el niño no da muestras de satisfacción al recibir la respuesta a algún «por qué» que ha planteado, ya que él, en realidad, quiere entender el procedimiento de las cosas, quiere conocer los pasos que determinan un hecho: partiendo de una determinada condición, ¿cómo se genera un fenómeno?
El papel del entorno
El niño, desde que es un bebé, vive en un entorno saturado de estímulos; en la sociedad de hoy en día, a medida que va creciendo, va comprendiendo la realidad a través de un considerable número de preguntas. Consecuentemente, el adulto puede encontrarse en la situación de no poder dar una respuesta inmediata y satisfactoria a lo que el niño le pregunta.
En una situación ideal, el niño debería recibir estímulos (a partir de los cuales fuese capaz de formular preguntas) en presencia de los padres, hermanos mayores, profesores, etc., de tal modo que se le facilite la respuesta, o bien, poderle ofrecer respuestas articuladas y amplias, dispensándole, así, de una red más amplia de significados y explicaciones.
Las respuestas que el niño espera
A veces, para que el niño conteste satisfactoriamente a su pregunta, el adulto sólo debe proporcionarle un dato.
Esto ocurre cuando en relación a un evento o una experiencia, hay que contestar a preguntas (las denominadas «secuenciales») del tipo: «cuándo», «cuánto», «dónde», «¿y después?».
Otras veces, sin embargo, el niño pregunta también: «¿por qué?», «¿cómo?» y «¿y si fuera...?», es decir, que hace sus hipótesis con la pregunta o la respuesta proporcionadas.
En esta situación es necesario reflexionar sobre los tipos de respuestas que se quieren dar al niño.
De hecho, si el niño no estuviera satisfecho de la respuesta, volvería a preguntar; él recuerda la explicación que se le dio, y si una respuesta era incompleta intentará extraer más información, lo que demuestra que está creciendo y entiende cosas nuevas.
El niño espera de forma natural que el adulto sepa contestarle con rapidez y, sobre todo, satisfacerle todas sus necesidades de información. Hay que tener en cuenta que el niño queda intensamente influenciado por la actitud que el adulto tome con él.