Categoría: Directivos y líderes | Colección: Biblioteca Enric Lladó
Título original: El equipo habla.
Libera el potencial de tu equipo a través de la conversación
Primera edición: Octubre 2021
© 2021 Editorial Kolima, Madrid
www.editorialkolima.com
Autor: Enric Lladó Micheli
Dirección editorial: Marta Prieto Asirón
Maquetación de cubierta: Sergio Santos Palmero
Maquetación: Carolina Hernández Alarcón
ISBN: 978-84-18811-34-0
Depósito legal: M-27307-2021
Impreso en España
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Pocas experiencias profesionales son tan gratificantes como participar en un verdadero equipo.
Desde el minuto cero te sientes en un lugar especial, importante. Donde vale la pena estar y donde apetece contribuir. Hay una energía inusual flotando en el ambiente, una especie de magia, que aporta un gran sentido.
Pero no un sentido racional o intelectual. Es más bien una sensación de certeza, de estar en el lugar correcto haciendo lo que realmente quieres hacer en ese momento. La realización es total. Por eso quien lo prueba siempre quiere más.
Y si no lo encuentra, tarde o temprano acaba inmerso en el gran misterio: ¿Cuál es el secreto de esa magia? ¿Cómo invocarla?
Las técnicas más sofisticadas y los hechizos más complejos son siempre los más llamativos y por eso los más vendidos.
Pero al final del camino, la gran sorpresa es descubrir que lo verdaderamente mágico acaba siendo siempre lo más sencillo.
Cambio de paradigma
Me contrata una empresa multinacional para un proyecto de desarrollo de su Comité de Dirección.
Tras varios meses trabajando en la visión del equipo, su misión, sus objetivos, sus roles, sus procesos…, me doy cuenta de que todo ese trabajo queda muy bien en PowerPoint… pero que en esencia el equipo ha cambiado poco.
Su día a día sigue siendo bastante parecido al que tenía antes de iniciar el costoso proceso. Sinceramente, mis expectativas eran otras. Yo andaba buscando algo más.
Lo intento de nuevo con otro equipo. Procuro hacerlo aún mejor. Sigo el método a rajatabla. Pero continúo obteniendo un resultado parecido.
Trato de explicarme a mí mismo el porqué, pero me doy cuenta de que solo me auto-engaño con excusas.
Ellos no son el problema; el problema soy yo.
La farra
Me llaman de una empresa para que lleve a cabo unas actividades de «teambuiding» con algunos de sus equipos.
–Pero es importante que sea muy divertido y que se lo pasen muy bien. A nuestros empleados no les gustan las teorías, ya me entiendes… –me dice la responsable de Recursos Humanos.
Le remito amablemente a una agencia que organiza conferencias, espectáculos de magia para empresas, shows de animación para residencias de ancianos…
Se lo cuento a mi mujer un poco frustrado.
–En realidad no creen en esto. Y así se marcan una buena juerga, se lo pasan bien y de paso cubren el expediente –me responde.
En el fondo tienen razón.
Nuestros métodos convencionales no acaban de funcionar y por eso no convencen.
Superstición
El brujo del poblado advierte que para que vuelva la lluvia es necesario echar sal en la entrada de las chozas.
Al cabo de unos días, el jefe de la tribu se queja de que sigue sin llover.
–No estáis echando suficiente sal, echad más –es la respuesta del mago.
Los modelos convencionales de desarrollo de equipos operan bajo el paradigma del pensamiento supersticioso: si todo el mundo lo hace así debe ser porque es lo correcto.
Y si no da el resultado que esperaba, quizás es que no lo estoy haciendo suficientemente bien o con la intensidad necesaria.
Contrariamente a lo que solemos pensar, las empresas son muy dadas a los comportamientos supersticiosos.
Y para los brujos y los consultores, la superstición es un negocio excelente.
Artesanía
¿Cómo podemos hacer que nuestro país tenga un sistema educativo mejor?
Si les hacemos esta pregunta a los que de verdad saben del tema, es decir, a los maestros, la respuesta siempre es unánime: bajen ustedes la ratio.
Cada alumno tiene necesidades diferentes, y si queremos ayudarles a sacar su máximo potencial, no les podemos tratar a todos por igual. Por eso hacen falta clases reducidas y dedicación personalizada.
La educación no es un trabajo en serie como fabricar coches, sino un trabajo artesanal, como pintar un cuadro o cultivar un jardín. Cada niño es un proyecto especial y diferente.
Pues bien, la consultoría convencional de equipos de alto rendimiento peca de un enfoque industrial que trata a todos los equipos por igual y ofrece las mismas recetas para todos.
El objetivo es producir equipos de alto rendimiento en serie, como churros, lo cual es en sí mismo una contradicción.
El trabajo con equipos de alto rendimiento es artesanal. Cada equipo tiene potenciales y necesidades diferentes que además van cambiando con el tiempo.
Si aplicamos el mismo modelo para todos obtendremos un cierto rendimiento, pero ni nos acercaremos al máximo desempeño posible.
A nadie le pasaría por la cabeza emplear el mismo método para entrenar a Messi que a Cristiano Ronaldo. Entonces, ¿por qué lo hacemos con nuestros equipos?
Quizás porque en el fondo todavía no creemos en su verdadero potencial.
Y así es como los líderes y los consultores nos convertimos en el mayor freno de todos.
Espontaneidad
Los seres humanos aprendemos a hablar de manera natural sin necesidad de métodos ni instrucciones.
Pero el lingüista describe las reglas que se esconden en nuestro idioma y pretende que los estudiantes lo aprendan enseñándoles gramática.
No es el mejor método.
–¡Pero acaban aprendiendo, oiga! –dice el lingüista.
Y es cierto, acaban aprendiendo… a pesar del método.
Cuando el equipo directivo de una empresa destaca consiguiendo resultados fuera de lo común, entonces aparecemos los consultores para estudiar cómo lo hacen.
Creamos un modelo y se lo enseñamos a otros para que puedan replicar su éxito. Para que puedan copiarles, vamos.
No es el mejor método.
–¡Pero mejoran algo, oiga!
Sí, es cierto… a pesar del método.
La cruda realidad es que el exitoso equipo al que intentamos copiar nunca tuvo un consultor que le dijera qué hacer.
Menos mal.
Así pudieron actuar de forma espontánea, haciendo lo que sentían de acuerdo con su inteligencia y sus instintos de equipo.
Instinto
Las manadas de lobos saben aprovechar muy bien sus diferencias físicas.
Cuando cazan grandes presas, las hembras, que son mucho más ligeras, dirigen la estampida. Mientras que los machos, que son más pesados, suelen ser los que atacan a los animales que han quedado separados del rebaño.