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Bogotá D. C., diciembre de 2017
© 2015, Editorial Planeta Colombiana S. A.
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U N LECTOR DESPREVENIDO podría sentirse asombrado por la heterogeneidad de los ensayos que componen este volumen. Y legítimamente podría preguntarse entonces si existe, más allá de tal diversidad, una unidad.
Una característica importante de la obra de Zuleta tiene que ver con el hecho de que no era un «especialista», cuyos intereses se circunscribieran a un ámbito delimitado y preciso del saber, protegido del exterior por las normas convencionales de una profesión, aislado, «incontaminado» e ignorante de todo cuanto se saliera de sus límites. Muy por el contrario, Zuleta incursionaba en los más diversos ámbitos, y no es fácil encontrar una disciplina o un tema particular que le hayan sido ajenos.
La gran riqueza de sus aportes proviene precisamente de tomar como punto de partida la formulación de problemas generales, para desarrollar las posibilidades que se derivan del análisis de su propia lógica. Al leer sus libros o escuchar sus conferencias puede fácilmente percibirse cómo, al desarrollar un asunto determinado, establece relaciones libremente con múltiples enfoques, sin respetar necesariamente las barreras impuestas por los patrones de pensamiento de una disciplina particular o por el hecho de que una determinada esfera del saber reclame la exclusividad sobre ciertos problemas. De esta manera rompe los marcos delimitados de los saberes, y la construcción de una identidad de investigador alrededor de una disciplina pasa a un plano bastante secundario. Lo que prevalece en su reflexión es la búsqueda del sentido, no la afirmación de la pertenencia a una profesión, como es tan común en nuestro medio universitario.
En la búsqueda del sentido de cualquier forma de actividad humana de que se trate, lo primero, lo más importante, y lo más difícil, es saber formular una buena pregunta y seguir a fondo sus implicaciones, de manera relativamente independiente de las barreras convencionales de los saberes institucionalizados, o incluso, de las coordenadas de espacio y tiempo. No es extraño encontrar, por ejemplo, que una reflexión alrededor de un tema moderno como la ideología, se vea interrumpida para hacer una larga digresión sobre Platón, o para ir a la antropología y encontrar allí algunas ideas ilustrativas.
Su mundo estaba habitado por una multitud de «preguntas abiertas» que se investigaban no sólo por encima de las disciplinas particulares, sino también de las ideologías, de los dogmatismos de las escuelas y de los universos simbólicos de pensamiento. En esta dirección la literatura y el arte en general eran promovidos al rango de «método específico de investigación», cuyos resultados son tanto o más valiosos que los que se obtienen con los métodos de la investigación psicológica o sociológica. No es obviamente un descubrimiento novedoso, pero sí lo es en nuestro medio, donde la literatura es una ocupación para los ratos de ocio, cuando la inteligencia y el entendimiento están «de vacaciones».
No obstante la heterogeneidad de sus temas, podríamos afirmar, con todo el riesgo que una afirmación de esta naturaleza conlleva, que el centro de sus preocupaciones intelectuales podría reducirse a un único problema, que puede resumirse en unas pocas proposiciones: ¿Qué significa pensar? ¿En qué consiste el pensamiento? ¿Cuáles son las condiciones que lo hacen posible?
En un sentido de clara estirpe cartesiana, el pensamiento es para Zuleta, en su expresión más radical, una referencia que encuentra en su propia lógica un sentido: el punto de partida, la primera premisa, la única posibilidad de llegar a un fundamento sólido, y de construir un comienzo puro y absoluto, a partir del cual adquiere sentido la relación con el mundo externo. El pensamiento se convierte así en una medida de todas las cosas, en un imperativo categórico, en un valor en sí a partir del cual se definen los valores y las jerarquías, las semejanzas y las diferencias entre los seres del universo.
Esta preocupación central por el significado del pensamiento nos permite circunscribir uno de los más importantes elementos que da unidad a sus múltiples intereses intelectuales y explicar por qué se desmarcaba con tanta facilidad de un dominio del saber para pasar a otro. Para Zuleta el único «prerrequisito» necesario para consagrarse a cualquier tipo de estudio, y la única norma válida de método, era la exigencia de pensar por sí mismo.
Los ensayos recogidos en este libro reúnen, pues, algunas de las piezas más significativas del pensamiento de Zuleta.
A LBERTO V ALENCIA G UTIÉRREZ