INTRODUCCIÓN
TENGO LA IMPRESIÓN, MÁS BIEN LA SEGURIDAD, DE QUE ESTE LIBRO QUE AHORA COMIENZO LLEGA EN EL MOMENTO OPORTUNO
No sé si se convertirá en una declaración de intenciones, pero sí estoy segura de que formará parte de la aventura que decida vivir cada lector que lo tenga en sus manos. De pequeña leía muchos libros de aventuras en los que, en un determinado momento, el autor te hacía elegir entre varias opciones para continuar leyendo. Era fantástico sentir el poder que tenías en ese momento, porque sabías que continuar por un camino te permitiría vivir unas aventuras y no otras
Nuestra vida está llena de decisiones. Lo que no elegimos es la familia de la que vamos a formar parte, el colegio al que acudimos —lo deciden nuestros padres—, las clases extraescolares y otras muchas cosas. Sin embargo, hay decisiones que tomamos desde muy pequeños, como quiénes van a ser nuestros amigos, a qué jugamos en casa o en el parque, los regalos que deseamos recibir… Y así, poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos convertimos en los verdaderos protagonistas de nuestras decisiones, algunas de ellas frívolas y banales, y otras fundamentales para elegir nuestro destino.
Es curioso que, a pesar de que nuestra vida depende de lo que decidamos en ciertos momentos, a todos nos cuesta y nos asusta tomar decisiones. Surgen dudas, inseguridades, el temor a equivocarnos…
Es muy importante tener seguridad y confianza en uno mismo a la hora de elegir
Saber contar con nuestras fortalezas y, al mismo tiempo, escuchar nuestras emociones y aprender a manejarlas para que no nos secuestren
La toma de decisiones implica elegir entre dos opciones: decidir o no decidir. A veces nos sentimos responsables y capaces de afrontarlas, pero otras veces huimos de ellas. De lo que no hay duda es de que en la vida no es todo blanco o negro, sino que existen un sinfín de grises y términos medios. Es ese afán de búsqueda del término medio el que, en muchas ocasiones, nos lleva a equivocarnos. Los errores más frecuentes que aparecen en la toma de decisiones son los siguientes:
♦ Hacerlo fuera de tiempo.
♦ No tener en cuenta las consecuencias.
♦ Saltarse los pasos lógicos.
♦ Tomarla porque se acaba el tiempo.
♦ Sensación de parálisis.
Hay personas que consideran que nuestro destino está escrito —yo soy una de ellas— y que lo único que está en nuestras manos es elegir la ruta que vamos a seguir. Hace unos meses fui invitada por la librería Albareda de Zaragoza durante la Feria del Libro, y entre las maravillosas conversaciones que se crean en un ambiente confortable durante las horas de las firmas surgió la siguiente: recuerdo que Manuel, propietario de la librería, me decía que todos venimos al mundo con un papel y una función, y que nos desarrollamos durante ciclos que duran siete años, tras los cuales necesitamos realizar un cambio. «¡Qué tremendo!», pensé. Sobre todo por lo que a mi vida concernía. Me regaló un maravilloso libro titulado El plan de tu alma, con el que no coincido en todo debido a mis propias creencias religiosas, pero que, de alguna manera, me ha liberado de muchas ataduras y cargas que llevaba a mis espaldas. Cuando nos despedimos, Manuel me dijo: «Acepta todo lo que la vida te brinde». He de reconocer que se me formó un nudo en el estómago, porque a continuación pensé: «Tengo que abandonar mi papel de víctima, ya no puedo poner más excusas, porque soy responsable de aprender de cada una de las situaciones que me lleguen». Y entonces me pregunté: «¿Que me lleguen o que yo decida que me lleguen?»…
Esta pregunta puede abrir un gran debate que nunca terminaríamos, pero sí me reafirmé en la idea de que continuamente llegan a nuestras vidas decisiones que debemos tomar y que nos hacen pensar que estamos sometidos a una gran presión. Quizá por eso sentimos la necesidad de que los demás nos ayuden a decidir. En primer lugar, porque de ese modo nos parece que la responsabilidad de la elección recae en quien nos haya ayudado y tú solo te has dejado llevar. Con este razonamiento te quitas un gran peso de encima, pero es una posición egoísta donde las haya.
Tú eres el único responsable de las decisiones que tomas, desde el convencimiento de que con todas ellas aprenderás
De esto trataremos en las siguientes páginas, de cómo en muchas ocasiones nos parece que estamos en una encrucijada en la que experimentamos miedo, dudas, culpa, arrepentimiento… Nos sentimos tristes, e incluso enfadados, porque tenemos que decidir sobre nosotros mismos, con todo lo que eso implica. Además, nuestras decisiones tendrán consecuencias en las personas que nos rodean, seres a los que queremos y que, quizá, dependen de nosotros.
En cada una de las elecciones que tomes puedes presentarte como víctima o como responsable
Yo siempre apuesto por la segunda opción, porque hace bastante tiempo decidí equivocarme, o no, por mí misma
Se ha escrito mucho sobre la toma de decisiones y siempre se dice que es fundamental establecer un mapa de actuación. Las principales claves para acometer una toma de decisión son las siguientes:
♦ Identificar el problema o la situación.
♦ Generar soluciones.
♦ Evaluar alternativas.
♦ Seleccionar la mejor alternativa.
♦ Evaluar la decisión.
♦ Implantar la decisión.
Pero en la vida real no siempre es fácil establecer y aplicar este mapa de actuación, pues no solo entra en juego la razón, sino que también participan emociones y sentimientos. No se trata de tener dos opciones y elegir cuál es la correcta, sino de ver, en el momento en el que nos encontramos, qué es lo mejor para nosotros y para las personas que nos rodean.
Antes de comenzar a vivir tu propia aventura te explicaré cómo puedes pasar —si lo deseas— de víctima a protagonista; qué es el sentimiento de culpa y cómo puedes trabajarlo para que deje de ser una losa para ti, y qué ocurre con el arrepentimiento, qué nos dice una vez que hemos comenzado a transitar por la opción que habíamos elegido pero nos damos cuenta de que nos hemos equivocado.
A lo largo de las próximas páginas encontrarás nueve decisiones que quizá debas tomar a lo largo de tu vida. Da igual si eres hombre o mujer, si mantienes o no una relación, y si esta es heterosexual u homosexual, porque la toma de decisiones es universal. No se trata de valorar cuál es la opción buena y cuál la mala, sino de considerar todo lo que puedes experimentar en tu toma de decisiones. Tú puedes elegir tu propia aventura. Habrá veces en que el resultado sea el opuesto al imaginado; otras en las que te darás cuenta de que cualquier opción te habría llevado al mismo lugar y otras en las que verás con claridad que solo hay una verdadera opción.
Es importante que, además de plantearte los pros y los contras, te preguntes qué implican para ti las opciones que se te presentan y en qué momento ha llegado la necesidad de tomar una decisión.
Piensa que, hagas lo que hagas, has elegido bien, porque en ese preciso momento has decidido que así sea