LAS ONDAS
Podemos afirmar que prácticamente todo el mundo, en algún momento de su vida, se ha dado cuenta de que ciertos comportamientos del ser humano son de índole puramente animal, mientras que otros parecen tener una naturaleza bien distinta, una naturaleza que podríamos calificar como «más humana». Y es que, todos podemos ver claramente que la necesidad de satisfacer el hambre, el sexo por instinto más que por amor, el sentido de territorialidad u otros mecanismos de supervivencia, tienen en su esencia un origen animal, pues las bestias también lo poseen. Sin embargo, los seres humanos no nos comportamos exactamente como ellas, pues somos capaces de controlar nuestra voracidad, nuestros impulsos y de razonar un tanto más allá que los animales. Es por ello que todas las disciplinas espirituales siempre han considerado al ser humano como poseedor de distintos niveles espirituales de conciencia.
Profundizando en las enseñanzas de la Magna Presencia Yo Soy, aprendemos que hay una parte en todo ser humano que es espiritual y divina, es la presencia de Dios actuando en nosotros mismos. Sin embargo, no todo el mundo es consciente de la existencia de la misma, porque no todo el mundo está dispuesto a escucharla. De igual manera, muchos se muestran incapaces de negarse ante un plato apetitoso, aun sabiendo que no les conviene y obviando las explicaciones de la razón. Por ello, el camino de la espiritualidad y la mística ha seguido siempre la vía de la «autodisciplina» y el «autoconocimiento».
Yo Soy el poder
No podemos engañar a nadie.
Tu Onda personal siempre emitirá hacia los demás tu verdadero estado espiritual.
Pero estas partes, a las que identificamos, para entendernos, como perfil «animal», y las otras más refinadas o sutiles que llamamos «humana» o «espiritual», no sólo las tenemos, sino que también podemos transmitirlas a los demás de forma voluntaria o involuntaria, o podemos percibirlas en otras personas que, a su vez, también pueden percibirlas en nosotros. Llega un momento en que una persona, sea porque se ha iniciado en alguna escuela mística, sea debido a que ha recibido una excelente educación, o porque ha conseguido autoformarse de una manera más elevada y correcta, empieza a experimentar y hacerse consciente de lo que nosotros llamamos «las ondas».
En el mundo del espíritu, todo es energía y, en consecuencia, todo emite ondas. Un movimiento de «algo» energético que se desplaza y que situaremos en un plano intermedio entre lo espiritual y lo físico. Estas ondas se atraen por afinidad y se repelen por su opuesto.
La vibración espiritual que emitimos es la que nos dice cómo está nuestro nivel de consciencia. La generamos con nuestros pensamientos, nuestras emociones e intenciones internas.
Cuando una persona se acerca a otra y siente un rechazo interior, las ondas le acaban de advertir que no están en sintonía. Esta advertencia es un aviso divino y debemos aprender a escucharlo para no equivocarnos. Sin embargo, muchas veces, el ser humano no quiere escuchar esos avisos o piensa que son erróneos, pues quiere creer que esa persona sí que le conviene. Es entonces cuando entra en acción el instinto del mal, que también actúa sobre todos nosotros, se crea la duda y empiezan los engaños.
Tu huella personal
Te lo digo de otra forma: tus pensamientos y tus emociones emiten un tipo de onda que descubre tu opinión interna acerca de ti y de los demás. Aunque quieras disimular, te sale –por decirlo así– un determinado tipo de onda «musical» de tu canal personal, y esa música que proyectas es la que los demás van a percibir. Si tú emites ilusión y armonía, lo que van a captar será tu «música», tu onda de ilusión y armonía; si emites positividad, los demás captarán esa positividad.
Yo Soy el poder
Cuidado con lo que piensas y con lo que sientes porque tus ondas revelarán quién eres.
Y pasará lo mismo con los sentimientos negativos. Nuestros miedos, nuestras frustraciones, nuestras carencias, nuestros temores y egoísmos están «impresos», de alguna forma, en las ondas que enviamos y los demás pueden captar de nosotros nuestra negatividad personal a través de ellas. ¿Cuántas veces hemos intentado tener un trato agradable con una persona pero no lo hemos conseguido porque esa persona, sin saber el porqué se sentía incómoda con nosotros? Si estamos todo el día recreándonos con pensamientos negativos, aunque queramos dar una imagen agradable y sonriente a las personas del exterior, nuestra onda hablará por nosotros, de nuestra verdadera naturaleza espiritual de ese momento. No podremos engañar a nadie que realmente esté atento.