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Dedico este libro a mis propias pérdidas, a los tránsitos dolorosos de mi vida que han sido, sin duda, los momentos en que más he aprendido de lo que estoy hecha y en donde ha aflorado mi vocación de ser feliz.
Honro la presencia en mi vida de mi familia y amigos; los mejores que alguien pudiera tener. Gracias por acompañarme a cada paso del camino.
Y a Luis, mi cómplice de vida, maestro en paciencia y tolerancia: Quiero seguir aprendiendo de ti.
Antes que todo, agradezco enormemente a Gaby por darme la oportunidad de escribir el prólogo para este libro, cuyo título, Elige no tener miedo , es ya una invitación a la superación y al conocimiento de las situaciones a las cuales, con mayor frecuencia, les tememos.
Al explorarlo, el miedo mismo se desvanece para que triunfe la lógica, la razón y la verdad, ya que muchos temores están mal infundados, carecen de sustento o son tan añejos que desconocemos su origen.
A lo largo de esta obra, Gaby proporciona varias definiciones y descripciones del miedo, pero la que más me agrada porque más se acerca a la connotación del término —lo he podido constatar con mis pacientes— es la que lo califica como “falta de fe y la ausencia de amor”, ya que para todos los que cuentan con una gran fortaleza de fe y una buena dosis de amor no hay miedos ni temores difíciles de vencer.
Cuando Gaby habla sobre el miedo a la muerte, nos introduce en el camino de la reflexión respecto de lo que podemos considerar como no realizado, y por ende la muerte sería una frustración, al imposibilitarnos concretar nuestros deseos del futuro.
Sigmund Freud aseguraba que las personas no podemos tener miedo a la muerte por el simple hecho de que es un concepto abstracto que no hemos conocido; por tal razón, lo que sería correcto decir es que se tiene un miedo a la propia idea sobre la muerte.
Y la muerte en este texto se diversifica en varios tipos de pérdidas; es decir, refiere duelos para los cuales no estamos preparados. La angustia puede apoderarse de nosotros tan solo de pensar en nuestra muerte, en la de los demás, así como en sus efectos.
Gaby señala diversas formas de muerte: desde la propia, pasando por la de los padres y los hijos, hasta las trágicas y sorpresivas como el homicidio y el suicidio; todas con un elemento común: no son deseadas. Pero como bien lo describe Gaby, evadirlas no es la solución.
El capítulo que especialmente llamó mi atención, por la experiencia de 25 años como investigador de esa conducta, es el que aborda el tema del suicidio, pues considero un acierto de la autora mencionarlo con tanta claridad y certeza. La frase “El suicidio no se contagia, se aprende” es una realidad que he podido constatar a través de algunas familias en las cuales se presenta con frecuencia hasta por generaciones.
La definición es necesaria para entender que es un acto autogestivo, y las opiniones y los juicios que las personas pudieran externar sobran porque no son acertadas y tampoco sirven de bálsamo para el profundo dolor de perder a un ser querido por esa circunstancia.
El suicidio es un fenómeno complejo y multicausal. Con cifras, la autora nos muestra la terrible realidad por la enorme incidencia de suicidios en nuestros jóvenes, lo cual ya constituye la segunda causa de muerte en este sector poblacional en México. También el mal manejo de esta muerte autoinfligida lleva al desconcierto, la confusión y, sobre todo, a que se alargue el dolor por la pérdida.
Lo que más agradezco de Gaby es haber incluido las preguntas clave que debemos hacer a alguien que sospechamos ha pensado en quitarse la vida. Esta pequeña guía será muy útil a los lectores, pues —como lo menciono en todas mis conferencias— “nadie es inmune al suicidio”, y saber cómo reaccionar ante esta inquietud puede salvar una vida.
El lector encontrará un nuevo término que hábilmente nos describe la autora: suicidología , ciencia referida a comportamientos y sentimientos autodestructivos. Además, nos regala los diez elementos para el trabajo con los pacientes suicidas, y por ser esta una nueva disciplina, hay mucho por investigar y descubrir. El trabajo directo que realizó con sus pacientes es el camino que le permitió conocer la importancia de la labor suicidológic a.
Finalmente, Gaby Pérez Islas menciona el tan temido acto del secuestro, que por desgracia se ha incrementado en las últimas décadas, y se ha sumado a los miedos de la gente, pues se siente vulnerable y susceptible de convertirse en víctima de este delito, el cual cada vez es más frecuente y se ha diversificado en modalidades como secuestro exprés.
El resultado de un plagio puede ser la muerte, la desaparición o la incertidumbre, y en cualquiera de esas circunstancias representa una muerte temporal, por la angustia y la impotencia que experimentan quienes lo han sufrido. Como lo mencionan muchos otros especialistas, el secuestrado no es la única persona privada de su libertad, también la familia, los seres queridos y los amigos padecen este atroz cautiverio. Y por supuesto toda la población, que indignada escucha y conoce que los secuestros cada vez son más frecuentes y se realizan con mayor impunidad.
Gaby nos comparte de manera magistral casos que ha tratado en su noble labor como tanatóloga; eso facilita la comprensión de nuestros miedos.
D R. ALEJANDRO ÁGUILA TEJEDA
DIRECTOR GENERAL DEL INSTITUTO HISPANOAMERICANO
DE SUICIDOLOGÍA, A.C.
www.suicidologia.com.mx
No se puede edificar una vida con los ladrillos
que no están, el día a día se construye con presencias.
Me acompaña tu recuerdo,
pero no vivo desde tu ausencia.
GPI
Aun en las situaciones más extremas,
la vida merece la pena y se puede mantener
la dignidad personal.
V IKTOR E. FRANKL
La vida es maravillosa, tal vez no es justa, pero es maravillosa. Esto puede sonarte a campana rota en este momento de tu vida, pero entender premisas básicas como la que nos daba Harold Kushner, que “a la gente buena también pueden pasarle cosas malas”, nos ayuda a salirnos de la victimización y movernos dentro del marco de la responsabilidad.
Hay situaciones en la vida que solo de visualizarlas nos ponen la piel de gallina. Las consideramos las peores pesadillas imaginables y pensar en ellas hace que nos sintamos vulnerables y expuestos.
Como todo en nuestra existencia, estos miedos están más en nuestra cabeza que en la realidad, pero cuando por algún motivo se tornan verdaderos y tangibles no es momento de paralizarnos ni caer desplomados. Debemos tomar una decisión; esto no me va a destruir . Por el contrario, me va a construir como una mejor persona.
Viktor E. Frankl —psiquiatra judío, padre de la logoterapia, quien fue aprehendido y recluido en un campo de concentración— señalaba que había que decirle sí a la vida bajo cualquier circunstancia, y que tener un para qué te hacía soportar casi cualquier cómo .
El miedo ocupa un lugar que en realidad debería pertenecer a la fe y al amor.
Lo que sea que estemos viviendo en determinados momentos debemos afrontarlo como nuestro muy personal campo de concentración y decidir que saldremos vivos de él: vivos y fortalecidos, más empáticos, más asertivos y sabios. No escogimos que nos pasara esto y seguramente tampoco es justo, pero ya pasó y ahora solo podemos ejercer nuestro derecho a la última de las libertades humanas: la actitud con la que nos enfrentamos a lo ocurrido.
De esta manera, elige no tener miedo , elige enfrentar lo que te pasa con absoluto protagonismo y responsabilidad, elige vivir y esas serán tus elecciones más importantes ante lo dado no pedido.
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