Béatrice Copper-Royer
Catherine Firmin-Didot
DEJA UN RATO
EL ORDENADOR
Cómo poner límites
EDITORIAL DE VECCHI
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Colección dirigida por Bernadette Costa-Prades.
Traducción de Noemí Rubio Martínez.
Ilustración de Jesús Gracia.
Titulo original: Lâche un peu ton ordinateur!
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-659-5
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
«Si me quitan Internet,
nada merece la pena».
Javi, 16 años
Índice
Introducción
Ordenador, impresora, banda ancha… aquí tiene las armas del cibernauta consumado. Como los 13,8 millones de cibernautas españoles. Una cifra que seguirá incrementándose (ya en el momento en que usted lea este libro habrá aumentado), puesto que España está experimentando un alto crecimiento por lo que respecta a conexiones a Internet.
El gasto le pareció la mejor de las inversiones. Y tiene razón porque, en la actualidad, todos los sectores necesitan su web: desde los entretenimientos hasta la información, pasando por los transportes, la comunicación, la economía, la investigación y muchos otros ámbitos.
Usted creyó, de nuevo acertadamente, que sería mejor que sus hijos se sumergieran en esta «poción» ya desde pequeños. Mantenerlos apartados de estas tecnologías los haría débiles frente al mundo de mañana. E incluso frente al de hoy, porque podrían encontrarse con dificultades para realizar sus trabajos escolares. Probablemente ellos mismos le han dado estas razones llevándolas al extremo y argumentando que los profesores exigen constantemente que se busquen textos e imágenes como complemento a las clases, que una buena exposición requiere documentarse detalladamente… y que, por supuesto, esta documentación no se puede encontrar en la biblioteca… Que, en esa asignatura, hay mucha competencia entre los alumnos… Quizá han sabido tocarle la fibra sensible y hacerle sentir un poco de culpabilidad, dándole a entender que, de todas maneras, usted no tiene ni el tiempo ni las competencias suficientes para poder ayudarles en ese trabajo escolar.
Como consecuencia de todos estos argumentos imparables, usted ha optado por comprar el mejor de los equipos. Y con ello le ha dado la impresión de estar ofreciéndole a su progenie una gigantesca enciclopedia, dotada además de un superdocumentalista capaz de encontrar cualquier tipo de información en un tiempo récord, precisamente sobre aquellos temas en los que sus conocimientos flaquean un poco. Es evidente que todos hemos pensado que este soporte lograría que nuestros hijos se desenvolvieran muy bien, y que además lo conseguirían de una manera más rápida y mejor que nosotros. ¡La ilusión secreta de muchos padres! Así pues, estas consideraciones han resultado ser decisivas, porque hoy en día somos muy sensibles a las promesas de precocidad y habilidad, que se van acentuando en una sociedad que desarrolla cada día más nuestro sentido de la competición.
Luego, con el transcurso del tiempo, quizá se encuentre desconcertado: desde luego, sus hijos se han sumergido fervorosamente en esta «superenciclopedia». Incluso han llegado a ser los más expertos de la familia a la hora de manejar la máquina. Pero esta asiduidad excesiva le deja perplejo. Internet ha llegado a ser la primera ocupación de los niños de 10 a 15 años, desbancando a la televisión. Incluso se llevan la palma en Europa por lo que respecta a tiempo pasado delante del ordenador. En el 2004, ya el 61% de los jóvenes de 15 a 25 años preferían Internet a la televisión. Hay que rendirse a la evidencia: la pasión con que se dedican a Internet no es, desde luego, para usar esta herramienta como preveíamos al principio. ¡No es que los resultados escolares hayan variado mucho ni que las exposiciones sean ahora brillantes!
Pero entonces, ¿qué hacen tan concentrados delante de la pantalla? A veces buscan un poco de documentación, pero sobre todo se dedican a las comunicaciones de todo tipo (chats, blogs, mails), gran cantidad de juegos, bastantes descargas de música y películas… En realidad, nosotros solo tenemos una idea bastante vaga del tema, y además los adolescentes son muy hábiles escondiendo pistas. ¡Qué chollo para ellos el poder disfrutar de sus pasatiempos favoritos disimuladamente, sentados como niños buenos delante del escritorio en la posición de un trabajador concentrado! Quizá no se imagina usted hasta qué punto llegan a ser expertos en la presión infinitesimal del índice sobre el ratón, con tal de hacer desaparecer instantáneamente, sin que lo parezca, una «ventana» demasiado lúdica y colocar en su lugar una «página» más seria.
Frente a esto, nos sentimos un poco ignorantes y desconcertados. Los argumentos empleados miles de veces para separarlos de la televisión no se adaptan a esta situación. Y sus hijos lo han comprendido y le llevan la contraria. No, no se volverán lelos… No, no se lo tragan todo pasivamente… No, nadie va a verter mediocridades en sus espíritus ingenuos… Se trata de algo diferente.
Aunque podríamos estar todos de acuerdo en considerar que la fascinación de nuestros hijos por la pantalla del ordenador podría, en altas dosis, llegar a ser una epidemia, lo que no podemos hacer es tener una opinión tan unívoca como esta sobre Internet. Porque tiene múltiples facetas: tanto buenas como malas. Esta herramienta que, con razón, goza de una buena reputación, posee también muchos escollos: no nos vendemos los ojos para no verlos.
Nuestro propósito no es el de demonizar Internet, sino el de intentar utilizarlo mejor. Para que este avance tecnológico no llegue a ser un suplemento añadido de sufrimiento, abuso y desbordamiento, los padres necesitamos establecer referencias más claras y mejor adaptadas; tenemos que inventar nuevas reglas.
Nos proponemos sugerirle algunas, ayudarle a establecer algunos principios de regulación, control y diálogo, porque sabemos que no se puede hacer nada manteniéndose a distancia de esta nueva herramienta. Para comprender por qué fascina tanto a nuestros hijos, para saber cómo intervenir antes de que el exceso se convierta en patología, hay que estar al corriente de cómo funciona: comprender las sutilezas y las posibilidades de Internet, no ignorar más la diferencia entre chat y MSN, conocer la existencia de páginas indeseables, el contenido de los videojuegos, las disposiciones jurídicas por lo que respecta al pirateo… La calidad del diálogo que entablará con sus hijos depende de ello. Vamos a intentar guiarlo en esta nebulosa lo más claramente posible.
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