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PRÓLOGO
Hay padres que adquieren libros de temática similar a la de este con la sana intención de conseguir el mejor «desarrollo intelectual» para su hijo. No faltan en el mercado libros con métodos para lograr que nuestros niños sean más listos, más precoces, más inteligentes, en lo general, o mejores músicos, matemáticos, deportistas o lo que sea, en lo particular.
No obstante, y sin entrar a valorar la dudosa eficacia de muchos de estos métodos (y mucho menos su bondad), no estaría de más que los padres se plantearan antes unas preguntas sencillas. ¿Ser más listo hará que mi hijo sea más feliz? ¿El que consigamos que sea un poco más inteligente es sinónimo de que llegará a desarrollar todo su potencial en las diferentes áreas de la vida? ¿Será mejor persona por tener más conocimientos? E inclusive: ¿son inocuos todos estos métodos para mejorar la inteligencia?
Es posible que no tengamos respuestas para todas estas preguntas, pero el mero hecho de planteárnoslas ya apunta a que este libro no es un simple método para mejorar el desarrollo intelectual, sino que tiene otros objetivos.
Cuando pregunto a los padres qué es lo que desean para sus hijos en lo que concierne a su formación como futuros adultos (y más allá del consabido brindis: salud, dinero y amor), la mayoría no saben describirlo con palabras o resumirlo en una sola frase. La respuesta suele ser: «Queremos lo mejor para ellos». Está claro que quieren lo mejor para ellos. Pero… ¿qué significa «lo mejor»? La idea que subyace es que hay que prepararlos para este mundo tan complicado y dotarlos de los recursos para vencer los problemas que se les puedan presentar. Sin embargo, y con demasiada frecuencia, estos problemas se observan únicamente en clave académica y por eso también la solución que se busca es generalmente académica. Esto supone facilitarles conocimientos: que aprendan música, refuerzos de matemáticas, idiomas, por supuesto, y algún deporte.
Sin embargo, si insistimos preguntando a los padres, confirmaremos que desean que sus hijos tengan también otras cualidades sumamente útiles para la vida adulta, como lo son la seguridad en sí mismos, la resiliencia, la empatía, la capacidad de disfrutar, el respeto a los demás y tantas otras cosas que no se obtienen mediante la asimilación indiscriminada de conocimientos. Por el contrario, muchas de estas cualidades se pueden resentir si se lleva a cabo una mala educación de los niños a nivel intelectual, en un sistema competitivo que no deja margen a su creatividad, lo que los torna inseguros y sumisos, y a veces incluso acaban odiando lo que aprenden. Esa carrera contra reloj, intentando que asimilen lo que por su edad aún no están capacitados para aprender, y especialmente privándolos de cosas que necesitan para su correcto desarrollo en todas las esferas (como el acompañamiento afectivo y físico), va a ir en detrimento de la adquisición de esas cualidades que los padres desean para sus hijos y que van mucho más allá de las académicas.
Así pues, el objetivo principal de este libro no es hacer que nuestros niños sean más listos, sino hacer que sean más felices, que puedan desarrollar todo su potencial y convertirse en mejores personas. |
¿Cuál es el camino para conseguirlo?
Evidentemente, el método debería ser diferente si los objetivos son diferentes. No se trata de estimular el cerebro del niño de una forma fría para incrementar en él conocimientos y procedimientos, sino de comprender el funcionamiento de su psiquismo para que nosotros, los padres, podamos interaccionar de una forma más eficiente con ellos y lograr no solo que se sientan más comprendidos y felices, sino también que puedan desarrollar todo lo que sean capaces de dar de sí.
Para ello hemos desarrollado esta obra en cuatro partes.
En la primera se aborda la evolución del cerebro del niño desde el punto de vista anatómico y fisiológico. Veremos cómo desde la concepción se va desarrollando esta magnífica estructura que es el cerebro, dentro del cual ocurre el milagro de la conciencia y el conocimiento. Por sus características es la parte que incluye el mayor número de términos técnicos y científicos, y la más teórica en un libro que pretende ser muy práctico. Pero la considero imprescindible por las múltiples referencias que posteriormente, a lo largo del libro, se hacen a términos explicados en esta primera parte, y porque permite entender qué nos diferencia de las otras especies animales.
En la segunda parte se hace un repaso de todas las etapas del desarrollo psicológico desde el nacimiento hasta pasados los diez años. Aquí se comenta qué sucede en cada etapa, de dónde se parte, qué procesos se van desarrollando y dónde culminan. Esto permite a los padres ponerse en el lugar de sus hijos y entender sus sentimientos, sus motivaciones y, por ende, sus actitudes. Así, por ejemplo, entenderemos por qué los niños que habían aprendido a guardar sus juguetes a los tres años lo «desaprenden» al crecer, o por qué hay etapas del crecimiento en las que resulta tan útil la psicología inversa. Estos conocimientos también nos permiten actuar para mejorar de una forma efectiva, y no meramente superficial, las aptitudes de nuestros hijos. Tener claro cuál es el mejor momento para hacer una intervención nos asegura una mayor tasa de éxito y, especialmente, evita que nos convirtamos en un disco rayado.
La tercera parte es similar a la segunda, solo que está enfocada claramente en el mundo educativo. Sienta las bases para que, desde la escuela, se realice una intervención acorde con la etapa de desarrollo del niño. ¿Qué duda cabe de que en la escuela se actúa directamente sobre la capacidad intelectual y sobre muchos otros aspectos relacionados con la infancia? Este libro ayuda a evitar muchos problemas en las aulas y también permite a los padres poder establecer unas directrices conjuntas con la escuela en el momento de actuar sobre problemas concretos, que pueden ir desde la retirada del pañal a cómo evitar conductas conflictivas en la escuela y fuera de ella.
En la cuarta y última parte se abordan de forma explícita los elementos que pueden actuar de manera negativa en el desarrollo intelectual y emocional de los niños. En ocasiones estos factores son inevitables, como cuando sufrimos experiencias traumáticas como accidentes, muertes de familiares, etc., pero incluso en estos casos ayudará mucho el saber reconocerlos para poder actuar sobre ellos y minimizar sus efectos negativos. Sin embargo, a menudo son totalmente evitables, ya que los genera el propio cuidador: unas ideas erróneas sobre la motivación y la educación pueden incrementar el estrés en los niños y tener efectos negativos superiores a los positivos que se pretendían. El estrés y el trauma son actualmente los dos enemigos más poderosos que el correcto desarrollo cerebral de su hijo va a tener.