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Robert Toru Kiyosaki - Historias de éxito

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Robert Toru Kiyosaki Historias de éxito

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Nacido y criado en Hawái Robert es un estadounidense-japonés de cuarta - photo 1

Nacido y criado en Hawái, Robert es un estadounidense-japonés de cuarta generación. Proviene de una prominente familia de educadores. Su padre fue director de educación del Estado de Hawái. Después de la preparatoria, Robert fue educado en Nueva York y, tras su graduación, se unió al Cuerpo de Marines de Estados Unidos y viajó a Vietnam como oficial y piloto de un helicóptero de artillería.

Al regreso de la guerra comenzó su carrera de negocios. En 1977 fundó una compañía que introdujo al mercado las primeras carteras «de surfista» hechas de nylon y velcro, que se convirtieron en un producto de ventas multimillonarias en el mundo entero. Él y sus productos fueron presentados en las revistas Runner’s World, Gentleman’s Quarterly, Success Magazine, Newsweek, incluso en Playboy.

Al dejar el mundo de los negocios, fue cofundador, en 1985, de una compañía educativa internacional que operaba en siete países, enseñando negocios e inversión a decenas de miles de graduados.

Después de retirarse a la edad de 47 años, Robert hace lo que más disfruta… invierte. Preocupado por la creciente brecha entre los que tienen y los que no tienen, Robert creó un juego de mesa denominado CASHFLOW, que enseña el juego del dinero antes solo conocido por los ricos.

A pesar de que el negocio de Robert son los bienes raíces y el desarrollo de compañías de pequeña capitalización, su verdadero amor y pasión es la enseñanza. Ha compartido el escenario en conferencias con grandes como Og Mandino, Zig Ziglar y Anthony Robbins. El mensaje de Robert Kiyosaki es claro. «Asuma la responsabilidad por sus finanzas u obedezca órdenes toda su vida. Usted es el amo del dinero o su esclavo». Robert ofrece clases que duran entre una hora y tres días, para enseñar a la gente sobre los secretos de los ricos. Aunque sus materias van desde la inversión en pos de altos rendimientos y bajo riesgo, enseñar a sus hijos a ser ricos, fundar compañías y venderlas, tiene un sólido mensaje trepidante. Y ese mensaje es: «Despierte el genio financiero que lleva dentro. Su genio está esperando salir».

CAPÍTULO 1

El dinero sí importa

ED Y TERRY COLMAN

Venice, California

Si viéramos una película sobre librepensadores de los sesenta que se convierten en recolectores de rentas del siglo veintiuno lo tomaríamos como una fantasía hollywoodense. Pero esta historia es verdad. Hace tres años, Terry y yo comenzamos a comprar bienes raíces. Ahora tenemos ocho casas en tres estados que valen más de un millón de dólares.

Cómo y por qué cambiamos nuestra forma de pensar y pasamos del estancamiento fiscal a la acción financiera en una forma muy profunda, es la historia de muchos miembros de nuestra generación que han cambiado también.

Toma uno

Tal vez nuestra situación anterior a los bienes raíces no debió haber sido tan sorprendente. El dinero no había sido un tema de discusión en mi casa, así que no recibí ninguna información, menos aún, preparación al respecto. Mis padres pensaban que yo era irresponsable en lo correspondiente al dinero; tan pronto como lo recibía, lo gastaba. En contraste, mi hermana menor, la «responsable», siempre ahorraba su dinero.

La educación era considerada algo bueno, pero nunca me dijeron que necesitaba una buena educación que llevaría a un empleo sólido y que estaría hecho en la vida. Para ser una persona refinada, la educación era necesaria. Mi hermana se había graduado en la universidad, pero luego de tres años en Antioch College, yo dejé la escuela.

Mientras yo crecía en Los Ángeles, Terry estaba al otro extremo del país en Nueva York. Sin embargo, ella hizo dos años de universidad en California. Nos conocimos en 1980, nos casamos en 1987 y los dos permanecimos aferrados al modo hippie de los sesenta y los setenta.

Nos aferramos a la convicción de que el dinero, la moneda de los «inmundos puercos capitalistas», no era importante. Muchos miembros de nuestra generación abrazaron una estricta indignación en lo concerniente al dinero. Vivir de un cheque a otro parecía natural y la ambición de acumular mucho dinero nunca nos llegó. El «amor libre» era la moneda de nuestra generación. No sabíamos nada de finanzas y no nos sentíamos inclinados a aprender.

Hace quince años, cuando teníamos treinta y tantos años, trabajábamos en el negocio de la producción de películas. Yo era un asistente de camarógrafo que cayó de buenas a primeras en la industria. Mi padre, camarógrafo y director independiente, me había preguntado si quería hacer un intento en el trabajo. Mis antecedentes estaban en las artes gráficas y la fotografía y como en ese momento no estaba haciendo nada permanente dije que claro que sí. No vi esto como una oportunidad especialmente buena ni como un paso en el camino hacia una carrera muy deseada. Trabajo simplemente significaba dinero.

Un día Terry fue al set donde yo estaba trabajando y notó los esfuerzos de los especialistas en maquillaje. La habilidad le interesaba y se convirtió en maquillista, al igual que en modelo de manos.

Nos contrataron para hacer muchos comerciales, que incluían el viaje y los hoteles, así como un estilo de vida bastante glamouroso. Claro, trabajábamos de un empleo a otro e invertíamos quince horas diarias, diez o veinte días al mes, pero el resto del tiempo era nuestro. Íbamos a la playa y cuando queríamos jugar tenis lo hacíamos. Gastar dinero era la meta. Nos divertimos mucho viviendo en el día a día.

En la superficie, ésta era una forma de vivir muy «libre» y muy padre, pero la realidad cambió en el momento en que nació nuestro hijo, Jake, hace casi catorce años. Su llegada fue una fuerte llamada que indicaba que debíamos despertar. Sin ningún plan para el futuro, nunca pensamos en lo que nos pasaría a nosotros —mucho menos a nuestro hijo— diez o veinte años después. Teníamos una deuda de más de 10 000 dólares con la tarjeta de crédito y contábamos con menos de 500 dólares en nuestra cuenta de ahorros. No teníamos metas, ni activos, ni inversiones ni ninguna forma de salir de la terrible situación en la que nos encontrábamos. «¿Y ahora, qué hacemos?», nos preguntamos.

Terry se quedó en casa con Jake mientras yo salía a trabajar. Desafortunadamente mi horario era una locura. Algunas veces me iba durante semanas. Para la época en que Jake tenía edad suficiente para notar mi ausencia en la casa y preguntaba «¿dónde está papá?», nos sentíamos atrapados. No podía dejar la industria fílmica. Era lo que conocía y no podía imaginarme trabajando en otro campo aun si alguien me contrataba. Sabíamos que teníamos que hacer cambios, pero ¿por dónde empezar?

Era momento de crecer.

Toma dos

Déjenme pintarles la escena. Para 1992, Terry y yo, listos para actuar en nuestro futuro financiero, estábamos dispuestos a probar algo diferente. Una mañana californiana soleada, yo estaba en un parque, meciendo a Jake en un columpio. Otro padre estaba haciendo lo mismo. Ya había algo inusual en ese día, pues dos padres jugando con sus hijos en un parque en miércoles era inusual.

Comenzamos a hablar y el hombre me dijo que estaba en la industria de Amway, que se encarga de mercadotecnia en red. Resultó que su patrocinio estaba en Hawái, un lugar que nos encantaba tanto a Terry como a mí. Cuando Terry lo conoció y escuchó sobre la conexión en Hawái su respuesta fue completamente emocional. Ahí estaba la posibilidad de que regresáramos a Hawái. Hicimos mucho más que eso.

Comenzamos a crear nuestra propia organización, pero no creamos una gran pirámide, es decir, no patrocinamos a otras personas en la organización. Pero de esta empresa salió algo muy valioso. Justo cuando estábamos listos para ello, aprendimos cómo hacer negocios. Los seminarios de preparación de procedimientos, las instrucciones sobre cómo presentar un plan, el entrenamiento en el área de ventas y leer listas que contenían desarrollo profesional y libros sobre principios de éxito nos proporcionaron una maravillosa experiencia de aprendizaje y desencadenaron un crecimiento personal inmenso. Comenzamos a asociarnos con personas exitosas de las que podíamos aprender. Mezclarnos con millonarios que compartían su sabiduría abrió nuestras mentes y derribó nuestra estrecha visión sobre las finanzas. Aprender la forma en que podía usarse el dinero, además de la forma en que funcionaba el mundo del dinero, fue una experiencia que expandió nuestras mentes.

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