SINOPSIS
Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías esperando encontrar la gran felicidad.
Mitad género narrativo, mitad género de autoayuda, este libro descubrirá al lector, mediante capítulos cortos a modo de cartas, cómo centrarse en aquello que es realmente importante en la vida y cómo superar la adversidad y la tristeza. Con múltiples ideas y referencias a investigaciones que invitan a la reflexión, el libro también propone ejercicios al final de cada capítulo para que el lector pueda aplicar los consejos propuestos en su vida diaria.
Cuando te sientas feliz, mira al fondo de tu corazón, y verás que lo mismo que te dio dolor, te está dando alegría. Cuando te sientas triste, mira otra vez dentro de tu corazón, y verás que en verdad estás llorando por aquello que te había dado placer.
K AHLIL G IBRAN
LA TRISTEZA:
UN MURO ENTRE DOS JARDINES
La tristeza:
un muro entre dos jardines
Mi querido amigo,
Hoy he decidido escribirte porque he sabido que te encuentras mal, y aunque desconozco las causas de ese mal, me han hecho saber que necesitas estar en soledad para reflexionar. Así que he pensado que una manera de estar cerca de ti en estos momentos difíciles era escribirte como se hacía antes, a través de cartas en papel sin acuse de recibo.
Me han dicho que te acompaña la tristeza. Por ese motivo intentaré que mis cartas sean breves. No quiero atosigarte, pero sí recordar nuestras conversaciones de antaño, esas que manteníamos con un café o un té y un libro sobre la mesa.
Deseo hablarte en todas ellas de la alegría para ver si, de este modo, hay algo que resuene en ti y te permita, a tu ritmo y a tu manera, recuperar ese don que, a mi modo de ver, es mucho más que una simple emoción.
Y quiero comenzar recordando aquí y ahora a José Agustín Goytisolo y su poema «Palabras para Julia», dedicado a su hija. Es uno de los poemas más bellos que he leído, del cual hay también una preciosa versión cantada por Paco Ibáñez. Estos son algunos de los versos que nunca me canso de escuchar y releer:
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso [...]
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Aquello que vivimos no siempre es de nuestro agrado. La existencia es como un restaurante en el que a veces no nos sirven el plato que deseamos, pero está en nuestras manos elegir el aderezo, corregir los sabores, hasta convertir lo agrio y amargo en un delicioso descubrimiento. En todo caso, pase lo que pase, es provisional como la vida misma.
Supongo que conoces el cuento de aquel rey al que grabaron un mensaje en un anillo para cuando se encontrara en una situación difícil y sin salida. En la inscripción ponía: «ESTO TAMBIÉN PASARÁ».
Tus dificultades pasarán, querido amigo, y un día echarás la vista atrás y entenderás que el sufrimiento actual es un aprendizaje para la vida. El dolor nos puede llevar a la consciencia, y la consciencia nos permite vivir con más lucidez, viendo y aceptando lo que es.
Si fuéramos siempre felices, seríamos incapaces de entender los matices del alma humana. No podríamos tener empatía con quien está desahuciado, con quien sufre mal de amores o con quien llora la pérdida de un familiar o de un amigo. Podemos latir con ellos justamente porque hemos vivido su dolor y eso ha ampliado nuestro horizonte de sensibilidad y humanidad.
El dolor puede hacernos sabios, lo cual no significa que debamos quedarnos en él. Como decía Buda, toda enseñanza es como una barca para pasar a la otra orilla. Una vez que la alcanzamos, no tiene sentido seguir cargando con la barca. Hay que seguir andando.
Justamente Buda, cuando era un príncipe consentido que solo había conocido los placeres de palacio, empezó su camino al despertar cuando encontró en un sendero a un enfermo, a un anciano y, finalmente, a un cadáver. Por primera vez tomó conciencia de que el sufrimiento forma parte de la existencia, y decidió pasar el resto de su vida indagando sobre cómo vencer el dolor.
Llevaría mucho tiempo explicar los descubrimientos que hizo el príncipe Siddharta, pero ya te hablaré de ello en otra ocasión. No quiero aburrirte filosofando demasiado, amigo mío.
Antes de terminar, permíteme que comparta contigo algunas cosas que creo haber aprendido, por si, perdido en el bosque de la fatalidad, has llegado a creer que no hay salida:
1. La tristeza tiene una duración determinada, un principio y un fin. Insisto: esto también pasará. Saldrás de ella con más sabiduría, más consciente y deseando saborear los regalos de la vida, porque solo quien ha vivido en las catacumbas del dolor puede bailar luego bajo el sol.
2. La tristeza está ahí por algo; tiene una función esencial: informarnos de que algo va mal. Como una fiebre que depura el cuerpo para liberarlo de toxinas, lo que estás viviendo te permitirá drenar las emociones negativas para regresar al mundo más ligero y libre.
3. La tristeza es solo el reverso de la alegría. Del mismo modo que seríamos incapaces de ver un cuadrado blanco sobre un fondo blanco, el dolor es necesario para que luego podamos celebrar la dicha de vivir. Sin ese contraste, viviríamos en una apatía parecida a la muerte.