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Konstantin Stanislavski - El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación

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Konstantin Stanislavski El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación
  • Libro:
    El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación
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    1951
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El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación: resumen, descripción y anotación

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Anexos

SOBRE LOS EXÁMENES FINALES

—Para concluir el curso es preciso efectuar unos exámenes finales. Por eso van ustedes a repetir el espectáculo que tuvo lugar al comienzo de la temporada pasada. Vamos a comparar cómo estaban ustedes entonces y cómo están ahora; comprobaremos en su trabajo lo que han asimilado el pasado año y éste y cómo han aplicado a la práctica lo aprendido en la teoría.

—¿Es que no vamos a tener exámenes de otras materias? —preguntó uno de los alumnos.

—Habrá exámenes de otras materias, pero no serán como se los imaginan.

—¿Cómo, cómo serán? —insistieron los alumnos.

—En el de historia del traje mostrarán el traje confeccionado por cada uno de ustedes a lo largo del año, ofrecerán una explicación sobre cualquier otro de los trajes confeccionado por uno de sus compañeros y contarán todo lo que saben de esa época.

—Pero es que ya lo hemos cosido, ¿y no es malo que hayamos cosido sólo un traje, estudiando sólo una época cada uno de nosotros? —preguntaron los alumnos.

—¡Claro que no, es bastante! —dijo Arkadi Nikoláievich—. Diez alumnos, haciendo un traje cada uno, con sus comentarios, suman diez épocas. Para el primer año es suficiente.

—Pero ¡es que cada uno ha estudiado sólo su época! —dijeron preocupados los alumnos.

—Y junto con ella han escuchado las explicaciones expuestas por los otros sobre las diez épocas —añadió Tortsov.

—¿Cómo? ¿Y todo ello debemos saberlo? —preguntamos alarmados.

—¡Naturalmente! ¿Para qué se lo han explicado todo? ¿Acaso no les han hablado de ello? —preguntó Arkadi Nikoláievich.

—Nos han hablado… Pero… pensábamos… —titubeaban los alumnos, preocupados por las palabras de Tortsov.

—¿Y qué más exámenes tendremos?

—De arquitectura. Lo mismo que con los trajes, ustedes mostrarán una maqueta a escala y también contarán todo lo que sepan sobre el trabajo de otro alumno —explicó Arkadi Nikoláievich.

—Pero es que la mayoría de nosotros no sabe hacer una maqueta —se justificaron por adelantado los alumnos.

—Con el tiempo aprenderán. Por ahora lo importante es comprobar los conocimientos que han adquirido en el trabajo práctico —continuó Arkadi Nikoláievich.

—¿Y qué más exámenes? ¿De dicción, de colocación de la voz? —decían los alumnos, tratando de sonsacar información.

—Eso son cosas que se comprobarán en la función de examen.

—¿Y de danza, de gimnasia, de esgrima?

—Eso también quedará claro en la función. Será una auténtica comprobación de todo aquello en lo que ustedes han tenido que trabajar corporalmente.

—¿Y la teoría?

—Por ahora no hace falta examinar de teoría. Cuando la práctica esté superada podremos hablar de teoría. De otro modo sucederá lo que siempre sucede: los alumnos saben hasta la última palabra, pero prueben a trasladarlo a la práctica, que no saldrá nada. Aprendan primero a actuar bien y a sentir en escena, que de la terminología y la teoría nos ocuparemos más tarde, con recursos concretos de la psicotécnica.

»Comprender significa sentir, sentir significa hacer, tener destreza. Demuestren, pues, lo que ustedes saben hacer. Ya decidiremos nosotros qué hacer con ustedes en adelante.

PRUEBA DE ACTITUD PERSONAL ESCÉNICA

Hoy hemos tenido una prueba de «actitud escénica».

Arkadi Nikoláievich ha pedido a Govorkov que interprete cualquier cosa. Naturalmente, se lo ordenó también a Veliamínova.

Nuestros chapuceros amigos tienen su repertorio particular, que nadie conoce y que está formado por obras de segunda categoría, carentes de gusto y calidad.

Govorkov interpreta a un fiscal que interroga a una bella criminal de la que está enamorado y a la que presiona hasta que acepta entregarse a él.

Éstas son las palabras del torpe autor que pronuncia Govorkov: «Desde las ardientes entrañas del pueblo, por medio de mi poder represor, millones de ciudadanos hambrientos y amotinados escupen maldiciones contra usted».

—Escucha —susurró Tortsov a Iván Platónovich— cómo pronuncia ese chabacano conjunto de palabras. Casi todas las chisporroteantes palabras y frases, tomadas aisladamente, están subrayadas por medio de acentos. Pero la palabra más importante, en virtud de la cual se ha escrito toda la tirada, no tiene ningún acento.

—¿Qué palabra? ¿Cuál es la palabra? —preguntaba insistentemente Iván Platónovich.

—Por supuesto, la palabra «usted». Todo el asunto se basa en que el pueblo escupe maldiciones precisamente contra usted.

»Resulta que Govorkov no tiene ni idea de leyes verbales. ¿Qué está haciendo el profesor? Hay que prestar seriamente atención a esta asignatura. Es una de las más, más importantes. Si el profesor no es el más adecuado, hay que cambiarlo cuanto antes. ¡No se puede hablar así!

»¡Dios mío, qué disparate! —exclamó Tortsov, sufriendo por Govorkov—. Es mejor no profundizar y limitarse a escuchar la voz —con eso trataba de consolarse—. Es buena, sonora, sin tensiones, expresiva, bien colocada. El sonido está bien apoyado, tiene una tesitura suficientemente amplia.

»Pero escucha cómo pronuncia las consonantes: “ArrrdientessS… entrrrañasss… delll… pueblo, porrr… medio de mi poderrrr… rrreprrresorrr”. ¿Crees que hace eso como ejercicio para las consonantes? Nada de eso. Piensa que con la multiplicación de las vocales la voz queda más bonita. Pero, si se elimina esa estupidez y la afectación de la pronunciación, en los demás aspectos la voz es totalmente correcta.

»¿Qué puedo decir de esas dotes? Si yo fuera un extranjero que no entiende nada de ruso, aplaudiría por ese gesto de la mano que termina con la palma abierta y todos los dedos extendidos. Incluso la voz ha acompañado al gesto, bajando hasta las notas más bajas al tiempo que dejaba caer la mano.

»Si estuviese hablando de un aeroplano tomando tierra, le perdonaría su afectación y su teatralidad. Pero el asunto del que está hablando no es de un vuelo ni un aterrizaje, sino de que va a bajar a la sala donde se celebra un juicio. Y está hablando para asustar a su pobre víctima para, mediante el miedo, obligarla a aceptar la proposición del inquisidor.

»Yo noto que la primera vez que Govorkov leyó esta estúpida obra ya se estaba imaginando los bellos gestos, las dos o tres entonaciones efectistas de su declamación. Seguro que durante mucho tiempo lo ha estado ensayando en silencio en su camerino. Eso es a lo que él llama trabajo sobre el papel. Para mostrar con brillantez al público esas poses y entonaciones es para lo que ha estudiado y ensayado esa obra tan vulgar.

»¡Dios, qué disparate!

»Bueno, pues ya has visto de qué se preocupa. ¿De qué elementos estará formada su actitud personal? Una torpe forma de hablar, más el aeroplano aterrizando, más las “arrrdientesss entrrrañasss”. ¡Súmalo todo! Prueba a ver qué sale. ¡Una ensalada!

»Pero pregúntale a Govorkov, que él jurará que precisamente esto es la “actitud escénica” y que no hay nadie que sienta mejor que él el escenario, que eso que él ha hecho es un elevado estilo interpretativo, alejado del vulgar naturalismo.

—¡Pues échalos! ¡A los dos juntos! —azuzaba Iván Platónovich—. ¡Y con ellos a Puschin y Veselovski! ¡No necesitamos a personas que no creen en lo que decimos!

—¿Crees que no sirven para hacer nada en teatro? —preguntó desafiante Tortsov a Rajmánov.

—¡Estoy convencido! —respondió éste.

—Vamos a ver —dijo Arkadi Nikoláievich, se levantó y se dirigió al escenario, de forma que nuestros representantes terminaron su escena.

Arkadi Nikoláievich le pidió a Govorkov que contase pormenorizadamente cómo entiende el papel, en qué consiste el contenido de la escena, etcétera.

Lo que ocurrió fue increíble.

Ni él ni ella sabían qué es lo más esencial de la escena, para qué ha sido escrita. Para contar el contenido de la escena primero tuvieron que pronunciar entre dientes el texto, profundizar en la idea y explicar su contenido con sus propias palabras.

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