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John Allen Paulos - Elogio de la irreligión

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John Allen Paulos Elogio de la irreligión
  • Libro:
    Elogio de la irreligión
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2009
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Elogio de la irreligión: resumen, descripción y anotación

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¿Existen razones lógicas para creer en la existencia de Dios? A lo largo de los siglos, la humanidad ha tratado de formular argumentos supuestamente basados en la razón para fundamentar la fe en un ser a primera vista todopoderoso, máximamente bondadoso y omnisciente. El matemático John Allen Paulos, que en anteriores ensayos ya nos había guiado por el insondable mundo del analfabetismo numérico, se propone desenmascarar ahora los argumentos de los teístas, desde los clásicos «de toda la vida»», basados en definiciones y primeras causas, hasta los que presentan un aspecto más moderno, centrados en la borrosa noción del «diseño inteligente». Pero ¿por qué las reflexiones de este tipo tienen que ser siempre tan solemnes y grandilocuentes? Allen Paulos no sólo tritura las trampas y errores de razonamiento que se ocultan tras estas «pruebas» de la existencia de Dios, sino que lo hace con una ironía y un humor auténticamente contagiosos que, sin embargo, no nos llevan a olvidar aquella sentencia de Voltaire que afirmaba que quien nos hace creer en cosas absurdas pronto nos hará cometer atrocidades.

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¿Existen razones lógicas para creer en la existencia de Dios? A lo largo de los siglos, la humanidad ha tratado de formular argumentos supuestamente basados en la razón para fundamentar la fe en un ser a primera vista todopoderoso, máximamente bondadoso y omnisciente. El matemático John Allen Paulos, que en anteriores ensayos ya nos había guiado por el insondable mundo del analfabetismo numérico, se propone desenmascarar ahora los argumentos de los teístas, desde los clásicos «de toda la vida», basados en definiciones y primeras causas, hasta los que presentan un aspecto más moderno, centrados en la borrosa noción del «diseño inteligente».

Pero ¿por qué las reflexiones de este tipo tienen que ser siempre tan solemnes y grandilocuentes? Allen Paulos no sólo tritura las trampas y errores de razonamiento que se ocultan tras estas «pruebas» de la existencia de Dios, sino que lo hace con una ironía y un humor auténticamente contagiosos que, sin embargo, no nos llevan a olvidar aquella sentencia de Voltaire que afirmaba que quien nos hace creer en cosas absurdas pronto nos hará cometer atrocidades.


John Allen Paulos

Elogio de la irreligión


Título original: Irreligion. A mathematician explains why the arguments for God just don’t add up.

John Allen Paulos, 2009.

Traducción: Ambrosio García Leal


Prefacio

¿Hay alguna razón lógica para creer en Dios? Miles de millones de personas durante miles de años han considerado esta cuestión y, desde luego, el tema no ha dejado de tener relevancia en el mundo de hoy. Los abismos que separan a creyentes literales, creyentes moderados y no creyentes son profundos. Muchos parecen dejarse impresionar por el argumento de que Dios existe tan sólo porque así lo afirma un tomo muy ensalzado supuestamente inspirado por Él. Muchos otros se adhieren con un grado de convicción variable a justificaciones más sofisticadas de la existencia de Dios, mientras que ateos y agnósticos no se sienten persuadidos por ninguno de tales argumentos.

Las cuestiones de la existencia y la fe, si no los argumentos formales mismos, siempre me han intrigado. Recuerdo que de niño les seguía la corriente a mis padres cuando me hablaban de Santa Claus. No quería delatar mi conocimiento de su inexistencia, así que me hacía el crédulo. Mi hermano, tres años menor que yo, era sólo un bebé, así que no era a él a quien yo no quería desilusionar. Mis cálculos cualitativos me habían convencido de que había demasiados niños expectantes en todo el mundo para que el señor Claus pudiera completar su ronda de Nochebuena a tiempo, aunque no hiciera una pausa ni para tomarse un chocolate caliente. Esto puede sonar jactancioso para el autor de un libro titulado El hombre anumérico , pero recuerdo haber hecho cálculos aproximados de «orden de magnitud» que me indicaban que la tarea de Santa Claus era inacabable.

Como he escrito en otra parte, si existe una predisposición innata al materialismo (en el sentido de que «la materia y el movimiento son la base de todo», no en el sentido de «quiero más coches y casas»), entonces sospecho que he nacido con ella. A riesgo de resultar un tanto empalagoso, recuerdo otro indicador temprano de mi psicología adulta. Hacia los diez años de edad, durante una de mis peleas con mi hermano, tuve la revelación de que el material de nuestras dos cabezas no era esencialmente distinto del de la rasposa alfombra en la que yo acababa de dejar parte de la piel de mi codo o el de la silla en la que él acababa de estampar su hombro. La constatación de que en última instancia todo estaba hecho de la misma materia, de que no había una diferencia esencial entre las composiciones materiales de mi yo y del no yo, fue neta, clara y tonificante.

Mi materialismo infantil pronto evolucionó hacia un escepticismo adolescente, desdeñoso de los «cuentos de así fue» sin evidencia alguna. A mis ojos, la ausencia de respuesta a la pregunta «¿Qué causó, precedió o creó a Dios?» convertía la existencia de éste en un misterio antecedente innecesario. ¿Por qué introducir una divinidad? ¿Por qué postular una perplejidad añadida, sin contenido explicativo alguno, para explicar nuestro ya más que desconcertante y bello mundo? O, si uno estaba comprometido con dicho misterio innecesario, ¿por qué no introducir aún más antecedentes, como el Creador del Creador, o su Tío Abuelo?

Esta disposición mental vagamente cuantitativa y lógica sin duda me predispuso a escoger la carrera que he seguido (soy un matemático reconvertido en escritor) y a ver el mundo tal como lo veo. Es lo que me ha animado a escribir los libros y artículos que he escrito, en algunos de los cuales he tocado lo que llamo irreligión: temas, argumentos y cuestiones que se derivan de una incredulidad no sólo hacia la religión, sino hacia la credulidad de los otros. Como sugieren las anécdotas anteriores, los diversos argumentos en defensa de la existencia de Dios siempre me han parecido defectuosos. Todos estos argumentos adolecen de una falta de lógica inherente que nunca he examinado a fondo. En este libro me he animado a hacerlo.

El enfoque que he adoptado es informal y ágil (al menos espero que lo sea), no ceremonioso ni farragoso (al menos espero que no lo sea). Entre argumento y argumento se intercalarán numerosas digresiones sobre una variedad de temas irreligiosos que van desde la naturaleza de los milagros hasta la probabilidad de las ilusiones cognitivas postuladas por los creacionistas o las apuestas prudenciales. En la mayoría de capítulos partiré de una presentación esquemática de un argumento y, tras examinarlo brevemente, expondré lo que he pretendido que sea un desmantelamiento sucinto. Los argumentos considerados van desde lo que podríamos llamar las viejas glorias del pensamiento religioso hasta los que tienen un aire más contemporáneo. La lista incluye el argumento de la causa primera, el argumento del designio, el argumento ontológico, los argumentos de la fe y los criptogramas bíblicos, el argumento del principio antrópico, el argumento de la universalidad moral y otros. Estos argumentos se solapan en mayor o menor medida, pero los he clasificado en un orden que puede parecer natural.

Los lectores cuyas habilidades matemáticas estén oxidadas, o incluso perdidas del todo, no deben preocuparse. Aunque soy matemático, no he incluido una sola fórmula en el libro. Esto no significa que las matemáticas tengan poco que ver con lo que sigue. Para empezar, por todo el libro invoco elementos de lógica y probabilidad, siempre esforzándome en exponerlos sin necesidad de fórmulas, ecuaciones, cálculos complicados o jerga técnica. En segundo lugar, y lo que es más significativo, la matemática, o al menos mi sensibilidad matemática, se manifiesta en el enfoque analítico, en la elección de ejemplos y en la aversión por lo superfluo. (Los matemáticos son un poco como el lacónico habitante de Vermont, a quien una vez le preguntaron si había vivido toda su vida en su lugar de residencia, y respondió: «Aún no»).

La discusión a fondo de las justificaciones de la existencia de Dios y su refutación, junto con los montones y montones de comentarios y metacomentarios que continúan generando, me trae a la mente el apuro de Tristram Shandy, el personaje de ficción que tardó dos años en escribir la historia de los dos primeros días de su vida. En un intento de eludir el destino de Shandy y no perder de vista el bosque entre los árboles, en este libro (que tiene más de manual o compendio que de tratado) he procurado sintetizar con un toque ligeramente herético sólo las refutaciones más incisivas de la existencia de Dios. Esto es, sólo la esencia, con algo de irreverencia. Estas refutaciones (algunas nuevas y propias, y otras que se remontan a siglos o incluso milenios atrás) ya no son tan ampliamente conocidas como lo han sido en algún momento, por lo que creo que vale la pena reunirías todas en una misma obra (de ahí que haya adaptado algunas secciones de otros escritos anteriores sobre el tema).

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