James Allen - El camino de la paz
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- Libro:El camino de la paz
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1901
- Índice:5 / 5
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El camino de la paz: resumen, descripción y anotación
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La meditación espiritual es el camino hacia la Divinidad. Es la escalera mística que lleva de la tierra al cielo, del error a la verdad, del dolor a la paz. Todos los santos la han escalado, todo pecador debe, antes o después, llegar a ella, y todo cansado peregrino que da la espalda a su yo y al mundo, y dirige su rostro con resolución hacia el Hogar del Padre, debe posar sus pies en sus escalones dorados. Sin su ayuda no puedes crecer hacia el estado divino, a parecerte a lo divino, hacia la divina paz, y las glorias inmutables y las alegrías impolutas de la Verdad se mantendrán escondidas de ti. La meditación, en el sentido espiritual, es el secreto de toda vida y todo conocimiento espiritual. Todos los profetas, sabios y salvadores se convierten en lo que son por el poder de la meditación. Buda meditó en la Verdad hasta que pudo decir: «Yo soy la Verdad». Jesús reflexionó sobre la Divina inmanencia hasta que por fin pudo declarar: «El Padre y yo somos Uno». La meditación centrada en las realidades divinas es la esencia misma y el alma de la oración. Es la extensión silenciosa del alma hacia lo Eterno. La mera oración petitoria, sin meditación, es un cuerpo sin alma, y no tiene poder para elevar la mente y el corazón por encima del pecado y de la aflicción.
James Allen
ePub r1.0
Castii114 09.12.15
Título original: The way of peace
James Allen, 1901
Traducción: Miguel Iribarren Berrade
Diseño: Castii114
Editor digital: Castii114
ePub base r1.2
Dime qué es aquello en lo que más frecuente e intensamente piensas, aquello hacia lo que, en tus horas silenciosas, tu alma se dirige de manera natural, y yo te diré hacia qué lugar de dolor o de paz te encaminas, y si vas hacia lo divino o hacia lo bestial.
Hay una tendencia inevitable a convertirse, literalmente, en la encarnación de aquella cualidad en la que uno piensa más constantemente.
EL PODER DE LA MEDITACIÓN
L a meditación espiritual es el camino hacia la Divinidad, la escalera mística que lleva de la tierra al cielo, del error a la Verdad, del dolor a la paz. Todos los santos la han escalado; todo pecador debe, antes o después, llegar a ella, y todo cansado peregrino que da la espalda a su yo y al mundo, y dirige su rostro con resolución hacia el Hogar del Padre, debe plantar los pies en sus escalones dorados. Sin su ayuda no puedes crecer hacia el estado divino —ni parecerte a lo divino—, hacia la divina paz, y las glorias inmutables y las alegrías impolutas de la Verdad se mantendrán escondidas de ti.
Meditar es habitar intensamente, en pensamiento, en una idea o tema, con el objetivo de comprenderlo por completo, y no solo llegarás a entender aquello en lo que meditas constantemente, sino que cada vez te harás más parecido a ello, porque se incorporará a tu propio ser. Por lo tanto, si moras perpetuamente en el egoísmo y en la corrupción, al final llegarás a ser egoísta y corrupto. Sin embargo, si piensas incesantemente en lo que es puro y libre de egoísmo, sin duda te harás puro y desinteresado.
Dime en qué piensas más frecuente e intensamente, eso hacia lo que, en tus horas silenciosas, tu alma se dirige de manera natural, y yo te diré qué camino de dolor o de paz estás recorriendo, y si te estás acercando a lo divino o a lo bestial.
Hay una tendencia inevitable a convertirse, literalmente, en la encarnación de aquella cualidad en la que uno piensa más constantemente. Haz, por tanto, que el objeto de tu meditación esté arriba y no abajo, de modo que cada vez que te dirijas a él con el pensamiento, te sientas elevado; deja que sea puro y no lo mezcles con ningún elemento egoísta: así tu corazón se purificará y se acercará a la Verdad, sin dejarse engañar ni ser arrastrado desesperadamente hacia el error.
La meditación, en el sentido espiritual en el que ahora uso la palabra, es el secreto de toda vida y conocimiento espiritual. Todos los profetas, sabios y salvadores se convierten en lo que son por el poder de la meditación. Buda meditó sobre la Verdad hasta que pudo decir: «Yo soy la Verdad». Jesús reflexionó sobre la Divina inmanencia hasta que por fin pudo declarar: «El Padre y yo somos Uno».
La meditación centrada en las realidades divinas es la esencia misma y el alma de la oración, la extensión silenciosa del alma hacia lo Eterno. La mera oración petitoria, sin meditación, es un cuerpo sin alma, y no tiene poder para elevar la mente y el corazón por encima del pecado y de la aflicción. Si rezas diariamente pidiendo sabiduría, paz, una pureza más elevada y una más plena realización de la Verdad, y eso por lo que rezas sigue estando lejos de ti, significa que estás pidiendo una cosa en tu oración, mientras que en el pensamiento y en el acto estás viviendo otra. Si abandonas esa obstinación y alejas tu mente de aquello a lo que se apegan los egoístas, que te aleja de la posesión de las realidades inmaculadas por las que rezas; si dejas de pedir a Dios que te conceda lo que no mereces, o que te conceda ese amor y compasión que tú no das a otros, y estás dispuesto a comenzar a pensar y a actuar en el espíritu de la Verdad, irás creciendo día a día hacia esas realidades, hasta que en último término serás uno con ellas.
Quien quiera asegurarse cualquier ventaja en el mundo debe estar dispuesto a trabajar vigorosamente por ella, y es necio quien espera que le lleguen por el mero hecho de pedirlas, mientras se queda esperando cruzado de brazos. Por tanto, no imagines que puedes alcanzar las posesiones divinas sin esfuerzo. Solo cuando comiences a trabajar con seriedad en el Reino de la Verdad se te permitirá participar en el Aliento de Vida, y cuando te hayas ganado, por el esfuerzo paciente y sin queja, el salario espiritual que pides, no te será negado.
Si realmente buscas la Verdad y no solo tu propia gratificación; si la amas por encima de todos los placeres y ganancias mundanos, más aún que la felicidad misma, estarás dispuesto a hacer el esfuerzo necesario para conseguirla.
Para liberarte del pecado y del dolor, para saborear la pureza inmaculada por la que suspiras y oras, para alcanzar la sabiduría y el conocimiento y entrar en posesión de una paz profunda y duradera, ven ahora y entra en el camino de la meditación, en la que el objeto supremo sea la Verdad.
Al principio es necesario distinguir la meditación del «ensoñamiento ocioso». No hay nada soñador ni impráctico en ella. Es un «proceso de búsqueda y de pensamiento sin concesiones que solo permite permanecer a la Verdad simple y desnuda». Meditando así ya no lucharás por fortalecerte en tus prejuicios, sino que, olvidándote de ti mismo, solo recordarás que estás buscando la Verdad. Y así retirarás, uno a uno, todos los errores que en el pasado construiste a tu alrededor, y esperarás con paciencia la revelación de la Verdad que llega cuando has eliminado suficientes errores. En la silenciosa humildad de tu corazón te darás cuenta de que:
Hay un centro interno en todos nosotros donde la Verdad habita en su plenitud, y a su alrededor, pared sobre pared, la burda carne la encierra.
Esta percepción clara y perfecta que es la Verdad está rodeada por una malla de carne que la pervierte y confunde, cegándola, y siendo la causa de todo error. Y el conocimiento consiste más bien en abrir un camino por el que el esplendor aprisionado pueda escapar que en permitir la entrada de una luz que supuestamente estaba fuera.
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