Con Filosófica abrimos un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de universidades e instituciones públicas, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando sus resultados se comparten con la comunidad.
Esta colección ofrece al lector de habla hispana trabajos originales de investigadores y académicos contemporáneos –así como textos de autores clásicos– cuyas reflexiones buscan dilucidar aquellos temas que conforman los mundos del pensamiento filosófico.
Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.
Primera edición, 2013
De la presente edición:
D.R. © 2013, Pilar Gilardi.
© Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2014
Cerro Tres Marías número 354
Col. Campestre Churubusco, C.P. 04200
México, D. F.
www.libreriabonilla.com.mx
ISBN edición impresa: 978-607-8348-046
ISBN ePub: 978-607-8348-16-9
Cuidado de la edición: Marisol Pons Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love Ilustración de portada: Nicolás Mutchinick
Hecho en México
Para Arturo Leyte
Primera parte
Consideraciones Preliminares
Segunda parte
Befindlichkeit y Stimmung
Tercera parte
La cuestión de la metafísica y los estados de ánimo fundamentales ( Grundstimmung )
Agradecimientos
El presente libro es resultado, primero de los años de investigación que se iniciaron en la Sorbona, en París I, bajo la guía de Monsieur le Professeur Michel Haar y después del trabajo doctoral en la Univesidad Nacional Autónoma de México dirigido por el doctor Ángel Xolocotzi.
A Ángel Xolocotzi agradezco profundamente su generosidad de amigo y maestro, en todos estos años de recorrido heideggeriano, sin su apoyo este trabajo no hubiera sido posible.
La versión final de este texto vio la luz gracias a la lectura, atinada, profunda y detallada de especialistas del pensamiento, no sólo heideggeriano. Agradezco la influencia y guía del profesor Arturo Leyte. Así como los fundamentales comentarios a este trabajo del profesor Alejandro Vigo, que seguramente no logré del todo integrar.
También doy las gracias a mis amigos y colegas: Tatiana Aguilar Álvarez-Bay, Jeannet Ugalde, Consuelo González, Carlos Gutiérrez y Laura Pérez por sus buenas ideas y el dedicado impulso infundido en nuestras conversaciones.
Agradezco particularmente la revisión de este libro a Miguel de la Torre Yarza y a Jimena Clavel Vázquez.
Y en todo este camino y como siempre, a los que ya no están… y a los que entrañablemente me acompañan: Gabriela, Mónica, Manuel, Cristóbal, Diego, Tomás, Juan, Ale y Rossana.
Introducción El ejercicio del pensar concebido como destrucción ( Destruktion ) o desmontaje ( Abbau ) implica una revisón histórica de los conceptos fundamentales de la filosofía y como resultado de ésta el “reacomodo” de ciertas nociones que en otros momentos de esta historia no tenían un lugar privilegiado.
La reflexión de los estados de ánimo ( Stimmung ) en la filosofía heideggeriana ocupará ese lugar, que en otros pensadores sólo lo hacía de manera relativa, esto es, siempre en relación con la razón y la voluntad, como las facultades determinantes del alma humana. En efecto, la definición del hombre como animal racional , propuesta por la tradición, reconoce como esenciales estas dos facultades que abarcan de una manera u otra todos los fenómenos que constituyen al hombre. Se ha reconocido a la razón como la facultad capaz de captar la inteligibilidad de lo real, y la voluntad como la facultad que expresa la capacidad de querer y a la cual, a pesar de estar vinculada a la razón, se le ha reconocido una peculiar independencia, ya que es un hecho innegable que no todo lo que queremos o dejamos de querer tiene como origen, o es resultado de un proceso racional. El reconocimiento del carácter autónomo de la voluntad ha dado lugar a distintas posiciones que privilegian ya sea a la razón sobre la voluntad, o a la voluntad sobre la razón.
En la definición del hombre como animal racional se expresa también su “animalidad” constitutiva, la cual se hace patente a través del cuerpo. Un cuerpo que si bien es material, no lo es al modo de lo meramente mineral, y que si bien es sensible, tampoco lo es al modo del animal, ya que la corporeidad del hombre está, por decirlo de alguna manera, permeada por la razón, aunque no pueda reducirse a ella. De tal manera, para la tradición filosófica, la forma de acceso del hombre al mundo queda explicada grosso modo a partir de las instancias señaladas: porque el hombre tiene cuerpo hay lugar para el conocimiento sensible, como tiene razón es capaz de conocimiento abstracto y articulado, como tiene voluntad puede querer esto o aquello y, por lo tanto, está continuamente en acción.
Pero, desde este esquema ¿qué sucede con la afectividad ? Expuesto así el panorama, el fenómeno de la afectividad viene a ser algo difícil de determinar. En efecto, no puede identificarse con aquello que compete a la razón, ya que los estados de ánimo son de naturaleza distinta a la del pensamiento. No podríamos decir que es lo mismo pensar la alegría que estar alegres. Tampoco puede decirse que sean como el querer: podemos querer firmemente estar en determinado estado de ánimo y esa firmeza de la voluntad no garantiza que surja en nosotros el estado de ánimo buscado; además, la búsqueda de un estado de ánimo determinado está ya condicionada por un estado de ánimo “anterior”. Y, finalmente, tampoco pueden reducirse a lo que comúnmente denominamos sensaciones. El dolor que sentimos por una quemadura, no es el mismo que aquel que sentimos frente a una pérdida. En efecto, cuando ésta sobreviene podemos decir que el cuerpo no es ajeno a este dolor. Los estados de ánimo hacen patente la irrebasable unión de lo que, desde la filosofía clásica, es considerada la unión de cuerpo y alma, pero esta unión no permite reducción alguna.
Al retrotraer la filosofía al ámbito de lo más originario, Heidegger logrará situar el estudio de la afectividad en el centro de la cuestión metafísica por excelencia. No se trata pues de privilegiar la afectividad respecto de la razón, sino de situarla en el ámbito de lo ontológico, en este sentido, el pensamiento de Heidegger posee una radicalidad que no encontramos en la historia de la filosofía. Del mismo modo que la filosofía heideggeriana puede considerarse una rehabilitación de la filosofía práctica, En efecto, en el ámbito de la filosofía práctica, no se trata de una valoración de la praxis frente a la teoría, sino de la consideración de un modo de ser. El pensamiento de la afectividad tampoco sugiere una importancia mayor de los afectos frente a la razón sino la estimación del carácter previo de la afectividad frente a toda operación de carácter facultativo.
El hilo conductor de la crítica heideggeriana a la noción de hombre comprendido como animal racional se encuentra en la noción de sujeto. Heidegger señala que la idea de “sujeto” comporta la significación de sustrato o hypokeímenon. Así comprendido, el sujeto constituye el punto de partida de la relación con el mundo, aquello más atrás de lo cual no se puede ir. Esta certeza se hace patente a partir del acto de pensar, propio del comportamiento teórico. En definitiva, el pensamiento es la base de este punto de partida. Pero del pensamiento es propia la actualidad, actualidad en la que el tiempo queda excluido. La pregunta por lo más originario no puede dejar de lado dicha cuestión.
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