© P. Paladines
Por su labor, Carl Safina ha obtenido las becas MacArthur, Pew y Guggenheim, y por sus obras, ha sido galardonado con los premios literarios Orion, Lannan y National Academies, así como con las medallas John Burroughs, James Beard y George Raab. Es doctor en Ecología por la Universidad Rutgers. Safina es el primer titular de la cátedra de Naturaleza y Humanidad de la Universidad Stony Brook, desde donde copreside la junta directiva del Centro Alan Alda para la Ciencia y la Comunicación y también es presidente fundador del Safina Centre, institución sin ánimo de lucro. Fue el presentador de la serie de diez capítulos de la cadena PBS Saving the Ocean with Carl Safina. Sus artículos aparecen publicados en The New York Times, National Geographic, Audubon y otras revistas, así como en internet en las páginas web National Geographic News, Huffington Post y CNN .com. Éste es su séptimo libro. Actualmente vive en Long Island, Nueva York.
Entrelazando décadas de observaciones de campo con nuevos y sorprendentes descubrimientos sobre el cerebro, Mentes maravillosas ofrece una visión íntima de la conducta animal que suprime las clásicas fronteras que separaban hasta ahora a los seres humanos del resto de animales. En el libro, los lectores viajan al Parque Nacional de Amboseli en el paisaje amenazado de Kenia donde las manadas de elefantes luchan para sobrevivir a la caza furtiva y la sequía, luego al Parque Nacional Yellowstone para observar a los lobos y cómo gestionan la tragedia personal de una manada, para finalmente sumergirnos en la asombrosa y pacífica sociedad de las orcas que viven en las cristalinas aguas del Pacífico Noroeste.
Mentes maravillosas ofrece una visión iluminadora de las personalidades únicas de los animales a través de historias extraordinarias sobre su alegría, pena, celos, ira y amor. La similitud entre las conciencias humana y no humana, el conocimiento de uno mismo y la empatía nos lleva a reevaluar cómo interactuamos con los animales. Safina argumenta que así como nosotros pensamos, sentimos, usamos herramientas y expresamos emociones, otras criaturas y mentes con las que compartimos el planeta también lo hacen.
Título de la edición original: Beyond Words. What animals Think and Feel
Traducción del inglés: Irene Oliva Luque, Inés Clavero Hernández y Paula Aguiriano Aizpurua
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
info@galaxiagutenberg.com
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: febrero 2017
© Carl Safina, 2015
© de la traducción: Irene Oliva Luque, Inés Clavero Hernández
y Paula Aguiriano Aizpurua, 2017
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2017
Imágenes: 1 © Vicki Fishlock; 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 14, 15, 16, 17, 22, 23, 25, 26, 27, 31, 32, 33, 34 y 35 © Carl Safina; 13 © Ike Leonard; 18 © Mark Miller; 19 y 20 © Doug McLaughlin; 21 © Alan Oliver; 24 © Patricia Paladines; 28 © Bob Pitman; 29 © Catherine Forbes; 30 © Ken Balcomb
Imagen de portada: True Love © Wolf Ademeit, 2013
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN Galaxia Gutenberg: 978-84-8109-575-3
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A las personas en estas páginas que observan
y escuchan de verdad, y que nos cuentan
lo que oyen en el silencio y en las otras voces
que comparten el aire que respiramos.
Pensé en las largas eras de la historia en las que las sucesivas generaciones de estos hermosos seres habían seguido su curso […] sin que ninguna mirada inteligente se posara en su maravilloso cuerpo, echándose a perder su hermosura del modo más inútil. […] Esta consideración me incita a afirmar que no todos los seres vivientes han sido hechos para el hombre. […]; y su felicidad y sus goces, sus amores y odios, sus luchas para sobrevivir, su existencia vigorosa y su temprana muerte parecen estar íntimamente relacionados con su propio bienestar y perpetuación […].
A LFRED R USSEL W ALLACE ,
Viaje al archipiélago malayo, 1869
(traducción de Marta Pérez)
Los tratamos con condescendencia por considerarlos incompletos, por enfrentarse al trágico destino de haber adoptado una forma muy inferior a la nuestra. Y al hacerlo cometemos un error, un grave error. Pues no debemos medir a los animales en términos humanos. Se mueven por un mundo más antiguo y más completo que el nuestro, disfrutan de unos sentidos ampliados que nosotros hemos perdido o que nunca adquirimos, y se rigen por unas voces que nosotros nunca oiremos. No son hermanos, no son subordinados; forman otras naciones que se han visto atrapadas con nosotros en la red de la vida y el tiempo, son compañeros prisioneros del esplendor y las penalidades de la tierra.
H ENRY B ESTON ,
The Outermost House, 1928
Laertes S.A. de Ediciones, 1986. (N. de las T.)
Índice
PRIMERA PARTE
Barritos de elefantes
SEGUNDA PARTE
Aullidos de lobos
TERCERA PARTE
Quejidos, manías y animales
CUARTA PARTE
Lamentos asesinos
PRÓLOGO
En las profundidades de la mente
Pregunta ahora a las bestias y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán; o habla a la tierra y ella te enseñará; y los peces del mar te lo declararán también.
Job 12:7-8, Reina Valera
Otro gran grupo de delfines acababa de emerger junto a nuestra embarcación en movimiento; saltaban, salpicaban y se llamaban misteriosamente unos a otros con sus característicos chillidos y silbidos; entre ellos había muchas crías deslizándose junto a sus madres. Y en ese momento, viéndome limitado a observar nada más que la superficie de aquellas vidas tan profundas y hermosas, comencé a sentirme insatisfecho. Quería saber qué experimentaban y por qué nos resultaban tan fascinantes y tan cercanos. Esta vez me permití hacerles la pregunta tabú: ¿quiénes sois? Por lo general la ciencia evita a toda costa las cuestiones acerca de la vida interior de los animales. Y sin duda tienen algún tipo de vida interior. Pero al igual que a un niño se le advierte que es de mala educación preguntar por aquello que realmente quiere saber, a los jóvenes científicos se les enseña que la mente animal (si existe) es insondable. Las preguntas aceptables son impersonales: dónde habitan, qué comen, qué hacen cuando se sienten amenazados, cómo se reproducen. Sin embargo, la única pregunta que podría abrirnos los ojos está completamente prohibida: ¿quiénes son?
Hay motivos para evitar una cuestión tan delicada. Pero la razón que más nos cuesta reconocer es que la barrera entre los humanos y los animales es artificial, ya que los humanos también son animales. Y en aquel momento, observando a los delfines, me harté de mostrarme falsamente educado; quería más intimidad. Sentía que el tiempo se nos escurría tanto a ellos como a mí, y no quería arriesgarme a tener que decirles adiós y darme cuenta de que nunca les había dicho hola realmente. Durante la travesía había estado leyendo acerca de los elefantes, y los recordé mientras me hacía aquellas preguntas sobre los delfines y los observaba surcar su reino marino con fluidez y libertad. Cuando un cazador furtivo mata a un elefante, no sólo mata a ese animal que muere. Su familia puede haber perdido la memoria crucial de su matriarca de mayor edad, que sabía adónde trasladarse durante los años más duros de sequía para encontrar el alimento y el agua que los mantendría con vida. Así, esa bala puede acarrear más muertes años después. Al observar a los delfines mientras pensaba en los elefantes, me di cuenta de lo siguiente: cuando otros reconocen y dependen de ciertos individuos, cuando una muerte marca la diferencia para los individuos que sobreviven, cuando las relaciones nos definen, es entonces cuando hemos cruzado cierta frontera difusa en la historia de la vida en la Tierra, y hemos transformado el «qué» en un «quién».