Florence Desachy
L OS NIÑOS
Y LOS ANIMALES
EDITORIAL DE VECCHI
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
A Léonard
Traducción de Rosa Martínez Alfaro.
Fotografías de Florence Desachy y Léonard Toth, salvo donde se indica otra procedencia.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-410-2
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
¿Un animal de compañía para un niño? ¿Por qué no? Lo importante es conocer las condiciones adecuadas, los criterios para su elección y, sobre todo, las razones de semejante adquisición.
«¿Qué es un animal de compañía?», pregunta un profesor durante una intervención en la clase de biología. Para Julián, uno de los alumnos, es «un animal al que se le pone un nombre», mientras que para Vanesa es «un animal que no es malo y que nos quiere». En definitiva, para los niños se trata, sobre todo, de un animal doméstico que vive feliz en el seno de la familia de la que está a cargo.
A veces, se acoge en casa a un animal porque se tiene la impresión de que un cachorro de perro o un gatito van a ser buenos para nuestros hijos pequeños. Pero lo realmente importante es saber qué puede aportar el animal al niño, teniendo en cuenta su edad, su carácter y también su situación afectiva.
Los padres suelen ver en la existencia de un animal en casa una «herramienta» pedagógica y educativa, cuando lo que realmente esperan los niños de este es que sea un compañero de juegos y un confidente. La mejor solución estriba en conciliar ambos puntos de vista, lo que es posible siempre que se reflexione seriamente antes de elegir al animal.
¿Qué especie, qué raza hay que escoger? Es evidente que los criterios de elección son muy complejos, pero lo que no hay que rechazar desde el principio es la elección en función de un fenómeno de moda. Un determinado perrito blanco que aparece en la publicidad de la televisión resulta muy bonito en la pequeña pantalla, pero en casa puede convertirse en una verdadera carga. El animal debe adaptarse rápidamente al modo de vida familiar, al carácter de los niños y de su entorno; y las decisiones de los padres deben madurarse bien.
Las sesiones de juego son muy importantes en la relación niño-animal. (©Lanceau/Cogis)
Favorecer la apertura a los demás
A menudo, se suele pensar en las relaciones privilegiadas que un niño puede establecer con su animal. Se ha demostrado que tener un perro mejora las relaciones entre los niños, ya que el animal les sirve de motivo para, por ejemplo, abordarse directamente en la calle, sin más preámbulo. Además, a veces facilita la comunicación entre los padres. No obstante, hay que estar muy atento y no confiar a un niño todas las responsabilidades, a menudo pesadas, con respecto al animal para después culpabilizarlo si este ha hecho alguna travesura. El animal no debería convertirse nunca en causa de discordia. Aunque el animal tiene que desempeñar un papel de mediador, las obligaciones que supone deben compartirse entre padres e hijos.
La edad del niño es determinante para saber el papel que debe desarrollar el animal. Un niño de menos de cuatro años no percibe al animal como un compañero, sino como un «juguete». No se puede exigir a un niño de esta edad que lo respete. En estos casos, la mejor forma de no pasarse el tiempo quitándole el «juguete» al niño será dar prioridad a un animal adecuado, como un pez o un pajarito, que resultan muy educativos para los más pequeños de la casa.
El gato es ideal como primer animal. Si se introduce en casa cuando todavía es pequeño (de dos meses), los niños pueden acariciarlo sin peligro. Además, cuando el gato se acostumbre a ser acariciado y manipulado por un niño (la suavidad de su pelaje les encanta), se dejará coger por cualquiera.
Ver a un animal dormir, comer o hacer sus necesidades permite a los niños tomar conciencia de su propio cuerpo y de su funcionamiento. Pero el gato o el perro no deben comer en el mismo plato que el niño, ni dormir en la misma cama. Es importante que, hasta los ocho años, la responsabilidad del animal recaiga completamente en los padres.
A partir de los siete u ocho años, la compañía de un perro puede ser muy adecuada. A esta edad, los niños ya son capaces de comprender que un animal se resiste o se niega a obedecerlos, por lo que intentarán «convencer» al animal para que ceda.
A partir de los doce años, los chicos y las chicas son perfectamente capaces de encargarse por completo de las responsabilidades que supone tener un animal de compañía y de disfrutar de él plenamente. En otras palabras, si quiere un animal, pero no quiere ocuparse de él, hay que hacer que reflexione ante esta contradicción. Ocuparse de su compañero desarrolla el sentido de la responsabilidad de los chicos y ayuda a forjar su personalidad. Se trata de una experiencia muy constructiva.
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Un animal debe comer en sus propios recipientes. Es importante para su educación. (©DR/Cogis) | No propongas a tu perro juegos de niños. (©Gauzargue/Cogis) |
ADVERTENCIA
■ NO TODO ES TAN SENCILLO…
Antes de comprar un animal se debe exigir la documentación que demuestre que el animal no ha sido sustraído de su medio natural y no está en vías de extinción. Si estas formalidades no se respetan, se habrá entrado en un mercado negro nefasto y se estará participando en la extinción de especies. Los animales cuya venta está permitida son los suficientes como para que uno de ellos pueda adaptarse a vuestras exigencias y gustos.
La Convención de Washington de 1976, también denominada CITES (Convention International Trade Endangered Species), pretende garantizar la protección de las especies animales y vegetales amenazadas de extinción. Ha sido ratificada por 130 estados y fue publicada el 30 de agosto de 1978. En ella se prohíbe el comercio de especies en vías de extinción y se reglamenta la venta de especies amenazadas. En este documento aparece un listado de más de 2.500 especies animales y 4.000 vegetales. Cualquier intercambio de exportación-importación está sometido a la emisión de un permiso y a una reglamentación muy estricta bajo pena de persecución.
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