“Hace poco estuve con Octavio Paz y me contó que un periodista norteamericano lo había ido a ver para entrevistarlo. Paz fue hasta su biblioteca. Tomó un ejemplar de Siete voces y se lo dio al joven. ‘Lea la entrevista que me hizo aquí Rita Guibert’ le dijo. ‘Es la mejor que me hicieron hasta ahora’. Podrá imaginar la alegría que me produjo esta anécdota.’, Y Rita Guibert vuelve a sonreírse! con el recuerdo!”
“…nos enseña el pensamiento de siete grandes escritores latinoamericanos…y con las preguntas más increíbles, nos desdobla poco a poco la personalidad, las ansias y las visiones de todos ellos, que salen de la prueba más que triunfantes, y dejándonos una cierta idea de intimidad.”
“La fluidez lírica de Neruda, la morosidad retórica de Asturias, la cautela lógica de Octavio Paz, el tono coloquial de Borges, el chacoteo, menor de García Márquez y mayor de Cabrera Infante, las preocupaciones de Cortázar: todo exprimido por un micrófono”.
Siete Voces
Rita Guibert
Rita Guibert nació en Buenos Aires el 5 de diciembre, 1916 y estudió en la Universidad de Buenos Aires, donde obtuvo una licenciatura en Ciencias, con especialidad en Química. En Nueva York, donde vivió desde 1957 hasta su muerte el 5 de diciembre, 2007 trabajó ampliamente en el campo editorial. Sus artículos fueron publicados en Paris Review, Intellectual Digest, Review 72, Vista Magazine, Revista Iberoamerica, publicada por la Universidad de Pittsburgh, y en Life en Español, para la cual fue periodista por cinco años. En televisión fue la creadora y entrevistadora de Latin America: The Restless Colossus, una serie de cinco programas de 30 minutos sobre la cultura latinoamericana. También fue editora, traductora, consultora, investigadora, catedrática y panelista.
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL EN DIGITAL, JULIO 2015
Copyright de la traducción © 1974 por Alfred A. Knopf, una división de Penguin Random House LLC
Todos los derechos reservados. Publicado en los Estados Unidos de América por Vintage Español, Nueva York, y en Canadá por Random House of Canada Ltd., Toronto, compañías Penguin Random House. Originalmente publicado en inglés como Seven Voices en los Estados Unidos por Alfred A. Knopf, una división de Random House LLC, Nueva York. Copyright © 1974 por Organización Editorial Novaro, S.A.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas de Random House LLC.
Todas las fotografías pertenecen a la colección personal del autor.
Información de catalogación de publicaciones disponible en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Vintage Español eBook ISBN 9781101872499
www.vintageespanol.com
v4.1
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Contenido
RECONOCIMIENTOS
Si bien esta obra no podría haber existido sin las “siete voces”, quisiera particularmente expresar mi agradecimiento a Matilde Urrutia de Neruda, Blanca Mora y Araujo de Asturias, Marie-José Tramini de Paz y Miriam Gómez de Cabrera Infante. También a Emir Rodríguez Monegal, que amistosamente me ha ofrecido amplio apoyo moral e intelectual desde la concepción de este libro; a Dick Lurie, a Ronald Christ, a Francis Partridge, a Jane Garrett y a Norman Thomas di Giovanni, que en distintas formas, invalorables todas ellas, colaboraron en la elaboración de Seven Voices (edición en inglés de Siete Voces); a la Casa Hispánica de la Universidad de Columbia, de Nueva York, por permitirme usar los archivos de la biblioteca así mismo, a todos los que creyeron en mí; a todos los que no creyeron; a Luisa Herzberg, que escuchó, y especialmente a la memoria de mis queridos padres, de quienes aprendí a escuchar.
INTRODUCCION
Jacques Vaché tenía razón: “Rien ne vous tue un homme comme d’ětre obligé de répresenter un pays.” En el caso de los escritores latinoamericanos, la obligación es aún más difícil de cumplir. Importa poco en qué parte del vasto continente hayan nacido. Sus lectores (tanto extranjeros como nacionales) esperan que representen a América Latina. Mientras leen sus obras se preguntan: ¿Son suficientemente latinoamericanas? ¿Es posible reconocer en ellas el pulso de la tierra, el murmullo de las vastas praderas, el crepitar de los feroces insectos, u otros lugares comunes? ¿Por qué están hablando siempre de París, de Londres, o de Nueva York (o de Moscú, o de Pekín, es lo mismo) en vez de hablar de sus pintorescos pueblecitos, de sus dictadores endémicos, de sus guerrillas?
El escritor latinoamericano tiene que probar que es latinoamericano antes de probar que es escritor. ¿A quién se le ocurriría pedir a Ezra Pound que sea más norteamericano o menos “provenzal”? ¿Quién se quejaría de que Nabokov haya dejado fuera de sus novelas el silencio de las infinitas estepas rusas? ¿Por qué nadie ataca a D.H. Lawrence por haberse atrevido a escribir (él, hijo de unos mineros del norte de Inglaterra) una novela titulada Kangaroo? Pero los escritores latinoamericanos están siempre obligados a probar su origen antes de que hayan sido invitados a demostrar su arte. Al hablar de ellos, los críticos de todas partes parecen más preocupados por la geografía, la historia, la economía o la política que por la literatura. No me parece necesario subrayar que este problema está falsamente planteado. Un escritor latinoamericano debe ser, ante todo, un escritor. Si ha nacido y se ha criado en América Latina, entonces el enorme continente (y los dictadores, las selvas, las llanuras, las montañasy las guerrillas) aparecerán en o entre las líneas de lo que escriba. Esto es una fatalidad.
La confusión persiste, sin embargo. Así como a la crítica marxista europea le llevó décadas para entender que Kafka (el alienado) había anticipado los horrores de los campos de concentración en algunas de sus novelas y cuentos, los marxistas latinoamericanos han tardado años en descubrir que un cuento como “La lotería de Babilonia”, de Borges, es una muy precisa descripción de la caótica Argentina. También han estado tardos en reconocer las máscaras surrealistas de la poesía de Vallejo y de Neruda como válidas metáforas de la alienación del hombre latinoamericano que hasta hace muy poco no podía encontrar raíces en su tierra ni descubrir como exiliado una tierra que pudiese llamar propia. Demasiado sofisticado para vivir sin conflicto en muchos de los países en vías de desarrollo que componen América Latina, el escritor latinoamericano se sentía demasiado provinciano en Europa o en los Estados Unidos. Las cosas han cambiado ahora en muchos países, pero los escritores sienten todavía el peso de la alienación en una parte importante del continente. La angustia de aquellos poemas de Vallejo y de Neruda continúa siendo relevante hoy.
Pero el folklore, como la geografía literaria, la antropología de café y la sociología de bolsillo, continúa haciendo estragos entre los críticos. Para poner ejemplos norteamericanos, bastará recordar que hace sólo algunos años, Lionel Trilling dijo que la literatura latinoamericana sólo tenía un valor antropológico (los mejores cuentos de Borges ya habían sido publicados); aún hoy, muchos críticos creen que