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Jéssica A. Gómez - El cuarto de Lilith

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Jéssica A. Gómez El cuarto de Lilith

El cuarto de Lilith: resumen, descripción y anotación

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Luz

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El cuarto

De

Lilith


Para todos aquellos que tras sufrir un gran dolor, han aprendido a aceptarlo con una sonrisa y de nuevo abriendo su corazón, día tras día en sus vidas.


¡ P ííííííííííííííííííí!

–¿Sí?

–¿Charo?

–Sí soy yo.

–Soy Verónica, te llamé hace una semana por lo del piso.

–¡Ah sí! –y abre el portal de mi nueva casa, compartida.

Pequeño, el rellano es muy oscuro a pesar de que el edificio da al norte, son las diez de la mañana y la bombilla del techo alumbra, pero tan solo en el centro, donde me paro y la toco para que frene su balanceo y pueda ver, por dónde voy.

–Muy bien… justo hoy tenía que estropearse el ascensor –o eso dice el cartel de la puerta que me obliga a subir por las escaleras hasta el tercer piso, llevando a cuestas un par de cajas y una maleta gigantesca –. ¿Charo?

–¡Pasa pasa, ahora mismo salgo! –la oigo decir y eso hago, dejándolo todo en la entrada.

Frente a mí y acristalada, una doble puerta y a ambos lados dos pasillos, con tres puertas más cada uno de ellos.

–Hola Verónica, vaya, no te imaginaba tan… pelirroja.

–Pues yo a ti tampoco tan… embarazada.

–Calla calla… que aún me queda un mes y no veo el día de parir, tengo unas ganas… –dice agobiada según se acerca para darme dos besos –. Me paso el día en el baño y cada vez estoy más gorda –comenta agachándose para coger una de mis cajas.

–Ni se te ocurra –y la hago levantarse –. No deberías hacer esfuerzos, yo la llevaré.

–Ven, por aquí está tu cuarto –y la sigo por la izquierda.

–Esta es la cocina –y abre la primera puerta –Es pequeña, pero para dos está bastante bien. Este es tu baño –y abre la segunda –. Es el más grande de la casa y tiene dos lavabos, ya sabes, por si te apetece traer a algún amigo de vez en cuando.

–Yo no hago esas cosas.

–A mí no me importa eh…

–¿Me dices donde está mi cuarto?

–Sí claro –responde intimidada por mi frialdad –. Es este –y abre la puerta del fondo y al entrar lo dejo todo en un rincón para así observar la habitación, donde pasaré ya ni sé, cuánto tiempo –. ¿Te gusta? –me pregunta entusiasmada.

–No está mal…

–La he decorado yo, pero puedes hacer lo que quieras.

–Lo daba por hecho.

–Claro… –y mira al suelo mientras yo me paseo por mi cuarto y abro los dos armarios empotrados y las cortinas, para que entre algo de luz –. Supongo que con esto bastará –y saco un fajo de billetes y se los doy.

–No hace falta que pagues todo un año –dice tras contarlo.

–Si no te importa prefiero que sí, sé que no me iré antes y en fin, me gusta pagar por adelantado.

–Como quieras –y lo guarda –. ¿Quieres ver el resto?

–Claro –y la acompaño de nuevo a la entrada donde abre la doble puerta y me enseña el salón, sorprendiéndome –. ¿Tocas el piano? –pregunto curiosa.

–No, era de mi anterior compañera, nunca vino a recogerlo.

–Es muy bonito –y lo acaricio despacio e incluso lo abro, para ver y tocar las teclas.

–¿Tú tocas?

–¿Yo? –y lo cierro evasiva –. ¿Sigues enseñándome la casa?

–Claro –y tras ella camino mientras duda de mí y me habla sobre su anterior compañera, según también me revela que el pasillo de la derecha es el suyo y ella tampoco suele traer a ningún hombre a su casa, primero porque está embarazada y segundo, porque en su trabajo ya está rodeada de tantos y tantos que muy harta solo le falta, que merodeen por su casa.

–¿A qué te dedicas?

–Soy puta –y la miro asombrada y luego a su pancha –. Sé lo que piensas –dice tras verme.

–Perdona, solo me resulta extraño no quiero…

–No pasa nada, en realidad lo deseaba desde hace mucho pero no tan pronto la verdad –y calla acariciando su barriga.

–¿Y su padre?

–No lo sabe, no se lo he dicho.

–Ah… –expreso cohibida.

–No sé donde está y tampoco quiero saberlo la verdad –dice despechada.

–Pues… Lo siento.

–No te preocupes, yo no lo hago, solo quiero que mi bebé nazca sano y fuerte, tengo muchas ganas de dedicarme a él.

–Claro, lo entiendo perfectamente.

–¿Te apetece una manzanilla?

–¿Manzanilla? –repito sorprendida.

–Lo siento, no tengo otra cosa a parte de agua, se me olvidó que hoy llegabas y no he podido ir a comprar nada. Desde hace un mes tengo retorcijones y me dijo el médico que de vez en cuando tomara manzanilla, así que solo tengo eso.

–Prefiero una cerveza –y cojo el bolso –. Ahora vuelvo.

Manzanilla… Menuda me ha tocado…

En la calle, sin saber hacia dónde ir, la nueva ciudad en que me encuentro es fría, humeante y escandalosamente obscena.

Decadente como yo pero ociosa e incluso divertida, en sus calles se refleja la necesidad humana, aunque esté limpia y no sea mal oliente, sin embargo, la dedicación en exclusiva en que está sumergida desde el levantamiento de la prohibición, la han convertido en lugar subyugado y sometido a deseos carnales de hombres y mujeres, muy poderosos.

Dividida en dos partes identificables e inconfundibles, tan solo un río las separa y aquí, en mi zona elegida para vivir, casi el 70% son mujeres, el resto son putos o simples oportunistas que se enriquecen a costa de ellas y su cuerpo, de manera legal.

No obstante y a pesar de ser los nuevos proxenetas de este mundo ya falto de moral, según he oído, la mayoría están aquí de forma voluntaria y temporal, de hecho tan solo aprovechan la oportunidad de ganar dinero y ayudar a sus familias, en sus respectivos países, sin embargo otras dedican toda su vida al negocio del sexo solo por gusto y aun así jamás ganarán lo suficiente como para trasladarse a vivir, ni tan siquiera al otro lado del río, donde espero estar dentro de un año debido a mi trabajo aunque los alquileres sean extremadamente caros y yo, no pueda pagarlos, todo lo contrario a este, que es muchísimo más barato y el lugar más idóneo para mi solitaria y fría vida, que desde hace años está pudiendo conmigo y amargando.

Entonces, en mi peor y más que depresiva época pensé, que quizás trabajar en una nueva ciudad que precisamente está dividida en dos como yo lo estoy como mujer, fuera lo más conveniente para mí, por eso elegí esta, porque sé que aquí podré explayar mi obscenidad durante un tiempo y esparcirla como tantos otros hasta que vacía de todo tan solo me quede un halo de luz, proveniente de la otra parte del río, mi otra mitad.

Pedí el traslado al separarme, depresiva perdí el sentido y la consciencia de lo que era y sería mi vida y me sentía tan sola y dolida, que un día, tras hablar con el psicólogo tomé la decisión de cambiar de aires y probar cosas nuevas, como el disfrute del placer por placer, el desconocimiento del hombre con quien lo compartiré y la osadía de utilizar mi cuerpo para satisfacer mi ego y por supuesto ganar, mucho dinero.

Eso quiero, pagar mi deuda y encauzar mi futuro.

En este lado y como Charo, casi todas las mujeres son putas, desde que se levantó la prohibición hace ya seis años, en esta ciudad se han abierto miles de locales dedicados en exclusiva al vicio sexual, cuyo auge aumenta día tras día incluso hasta el punto de ser, ejemplo de otras, ya que la entrada de dinero que anteriormente pertenecía a economía sumergida ha contribuido en gran parte a ayudar a la población, dar trabajo a quienes no lo tenían, controlar la propagación del tráfico ilegal de mujeres, reducir en gran medida a los proxenetas, depravados sexuales, violadores y maltratadores y también y cómo no, a mantener a las mujeres sanas y protegidas por ley, que las ampara como nunca.

Sí, como nunca, como nunca se ha visto en la historia de la humanidad, que nos enseña el camino que anteriormente ya recorrimos como muestra de nuestros fallos y logros, para que aprendamos, pero de poco sirve, porque aun creyendo mejorar, siempre habrán personas consideradas por debajo del resto que simplemente se pasarán la vida sirviendo, a unos pocos.

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